Zadie Smith es un fenómeno de la narrativa inglesa actual, en razón a que con apenas veinticuatro años se instaló en las páginas de lo que se puede llamar el selecto club de la revista Granta, como Mejor Novelista Joven Británico, gracias a su impactante novela, Dientes blancos (2001) y en 2006 fue incluida por la revista Time en la lista de las cien personas más influyentes del año.
Su personalidad es arrolladora, su dicción en lengua inglesa es exquisita y todas sus novelas son voluminosas. De ellas comentaré dos, la que le dio la fama, y la que justifica y confirma esa fama:
Dientes blancos
Salamadra
Es de no creer que Smith haya escrito semejante novela a los 24 años, tanto por su extensión, como por el tiempo que abarca (todo el siglo xx). Es básicamente la historia de dos parejas, es decir, de dos matrimonios: por un lado, Alfred Archibald Jones y Clara Iphegenia Bowden, y por el otro, Samad Iqbal y Alsana “su diminuta esposa”. El destino de las dos familias se entrevera desde que a los dos hombres la guerra los juntó dentro de un tanque, cuyos demás ocupantes murieron en un ataque enemigo. La novela se va en compaginar las culturas afrocaribeña, islámica, bengalí e inglesa. Todas las fricciones sociales y religiosas son descritas por Zadie con amenidad, pero siempre mostrando que la integración es una falacia; ser jamaiquino o indio (“paqui”) es ser diana a la que, en la escuela, hasta maestras racistas apuntan con todo, así varios sonetos de Shakespeare ensalcen la piel oscura: “No, guapa, es morena. No es negra. […] No puedo estar segura, pero no parece probable, a no ser que se tratara de una esclava, y no parece lógico que el autor dedicara una serie de sonetos a un lord y después a una esclava, ¿verdad?”
Corolario de esta obra: Ser inmigrante; ser negro o indio en Londres, por mucho que se tengan “dientes blancos” es verse conminado a buscar aceptación a cualquier precio: meterse en pandillas juveniles (como hizo Millat el hijo Iqbal) o hacerse alisar y cortar el pelo soportando quemaduras (como hizo Irie la hija de Alfred). De lo contrario, es verse abocado al marginamiento, a la exclusión.
Tiempos de Swing
Salamandra
Quince años después de iniciar su meteórico periplo, la autora de NW London y Sobre la belleza, se presenta con la extensísima novela Tiempos de swing, cuyo título indica una sinergia con la música y el baile con muchas referencias a Michael Jackson):
«Estaba en casa de Tracey, viendo Top of the Pops, cuando emitieron el videoclip de Thriller, era la primera vez que lo veíamos. La madre de Tracey se entusiasmó muchísimo: sin llegar a levantarse, bailaba desaforadamente, meneándose de arriba abajo entre las grietas de su sillón reclinable.»
Se trata de una historia de amores y traiciones que se desarrolla en dos épocas, más que todo en los 80s, y tres lugares (Londres, Nueva York, y una aldea africana). Una amistad (lo que se dice compinche en toda ley) de infancia y adolescencia entre dos afro inmigrantes, unidas por la condición de disfuncionalidad de sus respectivas familias, por la pobreza y la marginación (que recaía en «pakis», asiáticos y negros), y sobre todo por su afición al baile y la música ochentera. De las dos negras que llevan el baile en las venas, es Tracey la que con el tiempo triunfa como artista, pero su vida personal termina en desastre, mientras que la narradora (nunca se menciona su nombre) se convierte en asistente y todera de Aimee, una estrella que, en el momento más inesperado, después de haberla exprimido (se diría esclavizado) por más de una década, la tira como un traje que ya no sirve, y la deja valiendo nada:
«Según las férreas cláusulas, cualquier cosa que saliera de mi boca ya no me pertenecía, ni mis ideas u opiniones ni sentimientos, ni siquiera mis recuerdos. Todo le pertenecía a ella. Todo lo que había ocurrido en mi vida durante la pasada década era de su propiedad.«
Y cuando en la vida de la narradora no dejaba de llover, en la de Tracey, víctima de la droga y de las malas elecciones, no escampaba; pero el fracaso de las antiguas amigas no sirvió para unirlas de nuevo. Lección o moraleja de esta novela de mucho «swing», con la que Smith hará bulla en el próximo Hay Festival, es que el precio que se paga para ver triunfar a otros es muy alto; que es azaz inútil intentar ayudar a una persona autodestructiva, y que no es nada fácil sostener una amistad toda la vida.
Como todos los libros de la autora, además de pasearnos por una Londres barriobajera, este también muestra las fricciones culturales y las dificultades que tienen los inmigrantes para adaptarse a una sociedad que de plano los excluye.
P.D. Un encuentro memorable con motivo del Hay Festival:
Horas antes de su presentación en el Hay Festival, que consistió en una magnífica entrevista en público que le hizo (en perfecto inglés y con mucho conocimiento de su obra) la escritora Carolina Sanín, tuve el privilegio de conversar con Zadie, en un encuentro que se dio gracias a los jefes de prensa del Hay, con el auspicio del British Council. Llegó un poco atareada y manifestando mucho calor a la terraza del Hotel Santa Clara, luciendo su infaltable turbante y advirtiendo inmediatamente mi nerviosismo. Digamos que su cortesía se hizo explícita cuando, para comenzar le regalé los artículos que sobre ella yo había publicado en El Tiempo y cuando vio sobre la mesa todos los libros que tengo de ella, incluyendo una edición sin corregir de Tiempos de Swing. En mi inglés precario inicié la entrevista preguntándole por su relación con la revista Granta, haciéndole saber que en mi universidad yo conduzco una investigación sobre los autores de Granta en español, pero que leo también a los ingleses como Salman Rushdie, Martin Amis y Kureishi.
R- Granta fue iniciada por dos personas hace veinte años. Una era mi profesor en la universidad, Peter de Bolla y Bill Buford. Estaba muy orgullosa de haber sido listada en la revista. El listado es de mucha calidad.
Muy a propósito de Tiempos de swing, le pregunté si le gustaba el baile.
R-Me encanta bailar. Está en nuestra cultura. Anoche salí por Cartagena. Había música y movimiento por todos lados. Me encanta bailar y ver a otros bailar. Tal vez todo escritor tiene un placer secundario, y tarde o temprano terminan escribiendo sobre él; y bailar es el mío.
En el mismo contexto, le pregunté si había conocido personalmente a Michael Jackson y por qué había escogido el tap, a lo cual me respondió que no conoció personalmente al artista, y que el tap le gusta porque es una mixtura.
Le pregunté por qué la protagonista de la novela carece de nombre.
R-No le di nombre a uno de los personajes porque sentía que todo el mundo estaba muy interesado en la idea de la personalidad, de tener un estilo y una identidad, pero yo fui más influenciada por los autores del existencialismo como Jean-Paul Sartre y Camus. No me interesa tanto la personalidad en el sentido en que las personas dicen «soy este o ese tipo de persona». Para mí, ese tipo de lenguaje es irrelevante. Lo que realmente existe es lo que haces. Quise escribir un personaje creado exclusivamente por decisiones y acciones. Me di cuenta muy adelante de que no le había dado un nombre y decidí que no me importaba.
Le señalé el hecho de que en sus novelas hay personajes de diversas nacionalidades y religiones conviviendo en el mismo barrio y relacionándose, y que eso me llamaba la atención.
R- Crecí en un barrio muy mezclado. Había caribeños, asiáticos, judíos, africanos, irlandeses. No es que los conociera personalmente, pero al no estar segregados por edificios —a diferencia de como se hace en EE.UU.—, y al vivir con todo tipo de personas, siempre tuve curiosidad por mis vecinos musulmanes, judíos, irlandeses, etc. Así que con este libro intenté acercarme a todos ellos.
Por último le pregunté si conocía Jamaica, y me dijo que muy poco. Le pregunté por qué su preferencia por la novela y me respondió que es el género con el que mejor se siente. Me manifestó su agrado por el encuentro, me hizo generosas dedicatorias en los libros (y en los que mi señora también llevaba para la firma) y le di las gracias (sobre todo por su literatura) a más no poder.
Exprofesor del Gimnasio Moderno y de la Universidad Santo Tomás; profesor de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Asesor pedagógico, conferencista e investigador académico; articulista y columnista de El Tiempo y comentarista de libros en Lecturas dominicales desde 2003. Autor de Cien remedios para la soledad y Crónica contra el olvido.
Correo: parrapower2001@gmail.com
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