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9788420437484Publicada por Alfaguara, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, esta es la edición de Rayuela ( el libro para jugar) que no le puede faltar a los estudiosos de la obra de Cortázar, porque más que para simplemente leer la novela, es para estudiarla.  ¿Qué contiene para que sea tan especial?

En primer lugar, los ensayos de los otros escritores del Boom, más otro del posboom. El de Vargas Llosa, es todo un curso de teoría literaria, el de Fuentes, una clase magistral sobre la escritura de Cortázar, y el de Gabo es el más emocionado y cálido homenaje que se le puede hacer a un amigo.

En segundo lugar, un glosario con alrededor de quinientos términos tomados de las páginas de la novela, que ayudan al lector a entenderla.

En tercer lugar, la reproducción facsimilar del Cuaderno de bitácora, publicado en 1983

Y en cuarto lugar, una adaptación a la primera edición, que incluye el diseño de carátula escogido por el mismo Cortázar.

 Rayuela, la novela que se publicó un año después de que La ciudad y los perros inaugurara el Boom, le dio la fama a Cortázar. Es, tal vez, el libro más erudito y más lúdico (que no experimental, si seguimos a Vargas Llosa) que se ha escrito en Latinoamérica; un pastiche en el que borbotean la genialidad, el juego, la guasa, el enciclopedismo, el buen uso del idioma (aunque muchos pasajes están escritos, más desde el habla que desde la lengua) y, sobre todo, el jazz: se siente, se oye verdaderamente; además (y esto es mi apuesta personal), sólo entendiendo el jazz se entiende la estructura del libro, pues el ritmo respiratorio de dicha música es el mismo de las páginas de la novela. Al igual que en las composiciones de jazz, en Rayuela hay capítulos que llevan la melodía (los Del lado de allá, París, y los Del lado de acá, Buenos Aires), otros que sirven de bajo continuo, como es el caso de las Morellianas (en las que un tal Morelli va reflexionando sobre la novela, haciendo así de esta un libro autoconsciente) y otros en los que se improvisa (los De otros lados, noticias, recortes de periódico, citas, etc.).

Paralelamente a la lectura de la novela, el lector que quiera redondear su experiencia estética y sentirse más involucrado, podría escuchar la Jazzuela, es decir el compendio de 21 composiciones de jazz entreverado en las páginas de los 155 capítulos propuestos por Cortázar en el tablero de dirección. Se destacan compositores como Bessie Smith, Louis Armstrong, Duke Ellington y Oscar Peterson.

 Ahh! No hemos mencionado a la Maga. ¿Quién no se ha enamorado de ella, y, qué mujer no aspira a identificarse con ella? Cortázar le cedió la capacidad inventiva que dentro de la novela habría de hacerle contrapeso a todo lo que significa lenguaje gastado o lleno de lugares comunes. La novela en un principio se iba a llamar Mandala, título que Cortázar consideró a última hora muy pedante. Lo cambió por el que representa más el carácter lúdico de la obra, que en América latina, tiene 67 formas de decir lo mismo. Algunas de ellas son: golosa, charranca, cirimoño, mariola, pisao, tángana, cabezote, etc. que  «consiste en deslizar suavemente un tejuelo hasta el Cielo, pasando, sin detenerse, por encima del Infierno.»

 Cortázar, cuyo segundo apellido es Descotte, según algunos fue creado por dios, según otros por Julio José y María Herminia (sus padres), y según otras versiones, por Luis Harss. Vivió entre 1.914 y 1.984 y conformó junto con Fuentes, Vargas Llosa y García Márquez una entelequia que se llama “Boom”. Cada relato de Cortázar es un modelo del universo (el que él creó), en el que la constante es lo fantástico, lo metafísico, lo humorístico, y lo absurdo como si fuera lo más cotidiano, lo mismo que los surrealistas llamaron, «lo maravilloso-cotidiano». El hecho (o si es leyenda, qué importa) de que cuando murió se le encontró una habitación (la misma en la que se encerraba a tocar trompeta) llena de juguetes, nos sirve para entender la esencia de su prosa. Las mujeres lo adoraron. La primera en compartir oficialmente su vida fue Aurora Bernárdez y la última fue Carol Dunlop. Los hombres que lo conocieron lo admiraron, lo respetaron y lo quisieron. De hecho, el ensayo de Gabo que precede la presente edición, tiene por título, «El argentino que se hizo querer de todos». Sus amigos del Boom dicen que era el hombre más bondadoso del mundo, y no les faltaba razón; escribió y publicó El libro de Manuel  para ayudar a los perseguidos políticos en Argentina. Fue maestro de escuela, traductor; de aspecto literariamente deforme: muy alto, bizco y con unas manos enormes que lo obsesionaban, al punto de expresar esa obsesión en un cuento que se llama “Las manos que crecen”. Tenía una espectacular voz metálica, cálida con la que grabó una que otra lectura magistral; toda su vida conservó la pronunciación de la “erre” francesa, que lo hacía muy singular. De pequeño se encerraba para leer montones de libros, comenzando por los de Julio Verne y terminando por los de Lawrence Sterny, aunque no lo crean, también leía a Corin Tellado; sabía montones acerca de cine, música, pintura, literatura, política, filosofía, historia y geografía. A él hay que leerlo todo, pero  yo creo que perdurarán sus relatos: «Casa tomada», «La noche bocarriba», «El perseguidor»,» Carta a una señora en París»,» Simetría interplanetaria», «Continuidad de los parques» y «El autopista del sur», entre otros. Rayuela seguirá siendo un curso de buena vida y un curso para leer obras como Ulises y Tristram Shamdy. Perdurará su biografía de John Keats, y por supuesto, la de Poe. Perdurará su condición de niño grande, de niño bueno… perdurará su glíglico (el idioma o jerga de la Maga, reinventado o imitado después por Vargas Llosa y su esposa Patricia), perdurará su nombre mientras la memoria exista.

Termino esta presentación, como terminaré cada vez que hable o escriba sobre Cortázar: ¡Gracias por todo lo que escribiste, cronopio!

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