Ana es una guerrera y ha mostrado que el querer es poder y hace unos días tuve la oportunidad de platicar con ella y esto fue lo que me dijo:
¿Cómo fue tu infancia, cuéntanos dónde naciste y que estudiaste?
Nací en San Sebastián, una ciudad del norte de España, mundialmente conocida por su playa y por su talento culinario. Así que mi infancia estuvo muy marcada por el contacto con la naturaleza y la riqueza de pequeñas sencilleces, -como sentarse alrededor de una magnífica mesa-, disfrutando de largas sobremesas escuchando a los mayores sus increíbles historias. Cursé mis estudios universitarios en Harvard y vivo en Miami junto a mi esposo y nuestros dos hijos.
¿Cuándo te diste cuenta que te gustaba el mundo de la belleza?
Ya a los 10 años me encantaba preparar mis propias recetas. Mis ‘potingues’ como les llamaba. Mascarillas a base de yogurt, exfoliantes a base de sal, testando diferentes aromas y aceites para buscar la consistencia que quería. Este hobby no hubiera sido posible sin mi abuela, que fue mi paciente conejillo de indias durante años. Por supuesto, su piel era ¡un sueño!
¿Para ti cuál es el significado de belleza?
La belleza es intangible. Cada uno de nosotros tiene diferentes puntos de vista, y por lo tanto, no existe una visión de la belleza que sea única. Menos mal porque si no fuéramos clones. Por eso, la belleza es mucho más que el plano físico, es una forma de ser, de saber estar. Una sonrisa genuina, una carcajada contagiosa, una mirada cariñosa, e incluso sentirnos vulnerables… todos estos son gestos llenos de ternura, y mucha belleza.
¿De dónde obtienes el equilibrio para ser madre y profesionista?
¡Uy, no tengo la menor idea! La verdad es que no pienso mucho en alcanzar el balance, sólo en hacer lo que me gusta sin dejar de encargarme de todas las demás responsabilidades. Es difícil, cometo errores, y es agotador, pero la recompensa es enorme. Mis hijos ven en mi un ejemplo de cómo ser, cómo resolver conflictos, y cómo a veces no me salen las cosas y tengo que empezar de cero. Son lecciones geniales que ellos mismos me recuerdan.
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
Colaborar en equipo, el intercambio de ideas, la pasión de tantos increíbles creadores que he conocido y admiro y que contagia. Es fascinante ser parte de un proceso creativo que conjuga los valores de saber hacer algo bien. Muy bien. Es la filosofía de Condé Nast, de Vogue, y es un orgullo ser parte de esta energía y de este magnífico equipo.
¿Alguna anécdota que quieras compartir con nuestros lectores con respecto a tu trabajo?
¡Bien podría escribir un libro! Hay tantas cosas que me han pasado en estos catorce años en Vogue. Una de las más memorables fue en un encuentro en Nueva York hace doce años junto a la reconocidísima Suzy Menkes, editora internacional online de Vogue. Al final de la velada, estábamos las dos sentadas en un banco esperando nuestro taxi, y agotadas, nos quitamos los tacones. No estábamos en la era del social media, así que no se inmortalizó la instantánea. Todavía me río al pensarlo: con Suzy Menkes y ¡medio descalza!
¿Qué es lo que no debe faltar en la cosmetiquera de Ana Hughes?
Lo admito. Tengo demasiados labiales en la cosmetiquera. Siempre que trato de aliviar el peso, no puedo vivir sin por lo menos tres. Un rouge intenso, un rosa picante, y un rosa pálido más nude. A veces voy manejando y no sé ni cuál saco de la cartera, y me pongo el equivocado. Me encantan las mezclas. Y, por supuesto un delineador y mi rizador de pestañas. Sin ellos, no salgo de casa.
Sé que eres una luchadora y una sobreviviente de cáncer, ¿qué consejo le darías a las personas que padecen esta enfermedad? En lo personal está pregunta es complicada para mí, ya que me acaban de diagnosticar cáncer de tiroides… ¿cómo le hiciste?
Es un diagnóstico feroz, es una palabra que te hacer perder el control sobre todas las cosas. Es una enfermedad aterradora porque aunque hay muchos avances, aún no sabemos cómo dominarla. Dicho todo esto, cuando me diagnosticaron, -y recibí la noticia por teléfono,- sentí mi mundo frenar, y mi mente salir de mi, y escuchar a mi misma decir: ‘no te preocupes, yo me encargo’. Y, así fue. Mi mente, -la mente-, tiene un poder tan inmenso, tan extraordinario, que hizo que manejara toda la inmensidad del impacto de la enfermedad con una sonrisa. Ni durante el proceso de perder todo el pelo, ni sufriendo dolores, ni durante las cinco cirugías a las que me sometí, ni con las complicaciones e infección que padecí, nunca dejé de arreglarme, de maquillarme, de cuidarme, nunca dejé de ser…yo. Es lo que sabía que nunca me podrían quitar. Y por tanto, a todas las personas que sufren y padecen de esta enfermedad y sus secuelas, les insto a que no dejen de ser quienes son, y que la mente es maravillosa. Que la vida es bella, y que en el invierno más feroz, el espíritu positivo brilla con la intensidad de una bella primavera.
¿Qué le dirías a las personas que quieren incursionar en el mundo editorial?
Trabajando en Vogue tengo la fortuna de conocer a muchísima gente que aspira a poder unirse a nuestras filas. Inspira mucho y nos hace querer ser mejores. La verdad es que trabajar en este mundo requiere mucho esfuerzo, una gran pasión, paciencia y muchas ganas de aprender. Sobretodo, ser un experto en lo básico: la puntualidad, la buena educación, la responsabilidad y respetuosidad te llevan más lejos de lo que piensas.
Por Molén Antolin
Fotos cortesía de © VOGUE MÉXICO Y LATINOAMÉRICA. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.
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