Un hecho inesperado ocurrió al término de las últimas sesiones de nuestro laborioso Congreso de la República: el intento de suicidio de dos instituciones públicas.
No fue fácil llevarlo a cabo. No querían morir en el intento, carecían de experiencia en la materia e ignoraban los métodos que debían usar. Al fin dieron con todo lo que necesitaban en ese estupendo texto de autoayuda llamado Manual del suicida reincidente.
La primera institución, la Patria, se arrojó al río Magdalena. Pero el caudal se ajustaba a un suicidio parcial, y no el ahogamiento completo que ella buscaba. De manera que el suicidio esperaría hasta la siguiente temporada invernal.
La otra, la Democracia, escogió el Salto del Tequendama, que, según ella, es una caída de agua que quiere recuperar sus glorias pasadas con suicidios nuevos e innovadores.
Pero ella detuvo su exhibición de clavados a tiempo. Presintió que las contaminadas aguas del río Bogotá, que nutren el Salto, terminarían causándole algo de más gravedad: un sarpullido pasado de moda. Así que, por evitarle males a la piel, tomó sus clavados y se fue con ellos a mejores aguas.
Surgen en este punto las preguntas. La primera: ¿Por qué razón las dos instituciones tomaron tan drástica resolución?
Para conocer la causa debemos asomarnos al cráneo de los 279 congresistas, examinar sus neuronas y ver el estado en que estas quedaron tras el excesivo e inhumano trabajo a que Patria y Democracia las sometieron.
Un estado lamentable, por cierto. Después de labor tan agotadora, ve uno neuronas parlamentarias fuera de servicio; otras, atontadas; y las más, completamente locas.
Ante el deprimente espectáculo y la acusación de ser negreras de los parlamentarios, Patria y Democracia prefirieron el castigo de un día de suicidio, y no veinte años de prisión.
La segunda pregunta: ¿Los congresistas presentaron síntomas de agotamiento cerebral?
Se detectaron síntomas leves, como el desgano por cobrar los 34 millones de sueldo. Otros, muy preocupantes, como el de la senadora Cabal que, dicho sea con el respeto debido, es tan impresentable como impresidenciable.
Tan mal salieron del trabajo legislativo sus neuronas, que la locura más reciente de estas fue lanzar la precandidatura; y la Cabal, que tampoco está en sus cabales, la aceptó y enseguida la anunció.
Y claro, por salvarse de este disparate, Patria y Democracia buscaron protección en el suicidio. Y se cree que con los mismos propósitos otras instituciones están haciendo cola.
Última pregunta: ¿Qué hay de la precandidatura presidencial de Ernesto Macías?
No salió de sus neuronas agotadas, sino algo despistadas. Surgió, de hecho, de cierto estado neuronal especial que él padece con orgullo, y al que le debe todo lo que es: bachiller y presidenciable. Un estado llamado Tontina Mental Múltiple.
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