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«El auge de la abstención entre los jóvenes norteamericanos parece estar tomando proporciones épicas» cita la periodista Catalina Holguín en un interesante artículo en la Revista Arcadia de este mes, donde pone de relieve una especie de inusitado mercantilismo por la abstinencia y la correción moral a favor de la castidad antes del matrimonio reflejadas en el nuevo fenómeno literario Twilight-Crepúsculo (Crónicas de Vampiros Adolescentes) de la autora Stephanie Meyer, alentado con igual fiereza por la casa Disney a través de sus archipromocionados artistas como los Jonas Brothers y Miley Cirus.

¿Castidad en el siglo XXI? Sí, leyeron bien. Y no me vengan con extractos de la Biblia o cualquier libro doctrinario. De repente me sentí como en ese capítulo de Los Simpsons en que Bart junto a Milhouse y otros compañeros conforman una Boy Band con fines de alienación militarista. La realidad de lo que haya detrás de estos nuevos paradigmas de la vida adolescente (porque siempre hay nuevos paradigmas cada dos o tres años) parece abanderar un estandarte moral en el cual aparecen bajo estrellas rutilantes los viejos conceptos de ‘amor para siempre’, ‘cuando nos casemos’, ‘masturbarse es pecado’, al punto que seguramente ya se conviertieron en frases estampadas en camisetas, y por lo cual muchos padres, en agradecimiento  a la maquinaria del entretenimiento gringo, hacen cola en los cajeros para comprar la seguridad que produce el que el despreciable marketing ahora intente salvaguardar a sus retoños de las tentaciones de la carne.

Desde luego, mi crítica no es con lo que conlleva tomar la decisión personal de no tener relaciones sexuales o intentar (a la fuerza) de mantener una sola relación hasta cuando surja el afán por la boda y el cliché social. Si hay personas a quienes les funciona POR CONVICCIÓN, es fabuloso.  Lo que me choca es esa mercantilización de una postura moral a la que le debemos buena parte de los problemas de hoy.

Ni el propio Harry Potter se salva de esa campaña patriota. Sus personajes han crecido junto a miles de lectores y de la novedad por reproducir un mundo en donde todos queriamos estar terminó hablando de un mago casado y con hijos (y nunca supimos de su iniciación sexual, algo por demás objetable dado que estamos hablando de una saga mágica, casi que al voltear las hojas de cualquiera de sus últimos tomos parece sonar ABBA con Dancin Queen) El final telenovelero corresponde a esa misma pretensión de corregir el camino y alcanzar al bien como si estuviéramos seguros de lo que eso significa. Pero ahí se mantienen sus adeptos, quienes a pesar de la cursileria (palabras de uno de ellos) idolatran al personaje y están dispuestos a defenderlo del implacable favoritismo despertado por Twilight. Además de eso, siguen con sus vidas cargadas de dudas, ‘males rondando por ahí’ y la noción de lo que es la vida solo les dice al oído ‘Dear God’.  

Para los que me leen ¿consideran que la castidad es una opción anacrónica? Y para los fanáticos de ambas sagas ¿creen en sus efectos moralizantes, o los tiene sin cuidado?

juanpillo@gmail.com

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