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Josef Fritzl y Arcebio Alvarez son mostruos. El efecto que logra dicho apelativo no deja de generar ese ruido que solo generan las ollas cuando se caen al suelo. ¡Qué orgullo mantener similitudes con el Viejo Mundo!, parece decirnos la prensa nacional.

Más allá de este molesto oportunismo de los medios,  lo cierto es que el abuso sexual no es flor de un día. Ocurre todo el tiempo y basta consultar en internet los miles de titulares. Lo curioso es que ni con el aumento a las penas, ni con la más inflexible sancion mediática cesan los abusos a mujeres, adolescentes, niñas y niños. El modelo se reproduce peligrosamente y nada parece evitarlo.

¿A qué me refiero? Manifestar la sexualidad (y no me refiero unicamente a proclamarse de un lado o del otro) sino esas dudas, necesidades y carencias es colgarse la soga al cuello. En nuestros días, con todo el sexo del mundo al alcance de cualquiera, aún actuamos con reprobación y falsas dignidades cazando disputas por crear paradigmas morales desde el cual se juzguen a los demás sin miramientos.

Podría banalizar la discusión al encauzarla en el viejo debate de la falta de educación. Desde luego que no tenemos educación sexual, eso tampoco ha cambiado, pero hay una actitud más de fondo que nos compromete a todos y que va más allá de la ley. ¿Quién puede afirmar con certeza que su vida sexual es sana? ¿Desde el punto de vista de qué: de haberse graduado de un costoso colegio o haberse criado con padres de filosofía hippie? ¿Sirven, pues, las convenciones sociales si la primera de ellas es la que más ignoramos: la de expresarnos?

Todos pensamos bajo una óptica u otra que los demás hacen las cosas mal, los señalamos sin opción a réplica y les estampamos la respectiva etiqueta. No hay diálogo sino censura al pensamiento del otro desde todos los frentes y ámbitos. Si no dialogamos sobre lo que nos caracteriza como seres humanos será más fácil descubrir nuevos casos, pero más aún, nuevos silencios. Porque para que existan abusadores debe haber quien se deje abusar. Y si somos testigos, como no es nuestro problema mejor nos quedarnos callados. El círculo se repetirá infinitamente. Entonces ¿sólo hay dos mostruos en esta historia?

Para los que me leen ¿cómo frenar los abusos sexuales? Si fueron victimas de alguno ¿han vivido con el remordimiento de no poder contárselo a alguien? Si cree que su comportamiento sexual afecta a otras personas ¿qué tipo de ayuda consideraría más efectiva para atender su caso?

juanchopara@gmail.com

 

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