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“Somos muchos los que amamos esta fuente, porque la consideramos un reflejo de nuestra humanidad. Porque en ella se contiene el teatro, el cine y la música, además de todas las demás artes que hacen que nuestra vida valga más la pena. Porque entretener en una sociedad con tanta inequidad social no debe ser una labor de distracción, sino de construcción. Somos muchos los que pensamos así en este medio, solo que no siempre tenemos el orgullo de que se nos brinden espacios como éste para decirlo”.

Nada más cierto. La opinión de Susana Moscatel, editora de la sección hey! en el diario Milenio de México me parece la más acertada para iniciar este post. ¿Las razones? Creo que el periodismo de entretenimiento/espectáculos -que acá nos venden como las “buenas noticias”- es la prima fea del periodismo en general. Si no es la nota de relleno, el chisme venenoso, la intrascendencia…y tantos otros adjetivos que desvirtúan lo que es una fuente de información (al fin y al cabo por algo existe y se consume), entonces hay que degradarlo así como a las personas que se dedican a esto.
Las motivaciones para este reclamo se originan en dos acontecimientos recientes: el no-va-más de Sweet, el dulce sabor del chisme, y la insólita recomendación del equipo de trabajo que asesora a la candidata presidencial chilena Evelyn Matthiei de “restringir la emisión de farándula en televisión abierta” ¿Es en serio? El periodista de La Tercera, Daniel Mansuy, habla de que es una idea cuya ancla es la pregunta “¿qué hacer con los contenidos basura que inundan los canales nacionales?” Y esa es mi crítica: ¿el periodismo de entretenimiento es basura?
Para los que celebran que se haya acabado Sweet, pues le tengo una mala noticia: perdimos. Claro, si vamos a contar con los programas de farándula vigentes, mejor llamados autosesiones de promoción de cada uno de los canales privados (léase La Red y El Lavadero) bien podemos seguir reptando en lo que es el verdadero concepto del entretenimiento. Si existen canales como E! (con todas las críticas que pueda recibir) es que es fiel a un principio de consumo y es que nos gusta la vida de los demás, el lifestyle, los secretos de los famosos. Somos voyeristas sin remedio. Además son pocos los programas que se pueden jactar de durar 15 años al aire, sea que consideremos su valía en mayor o menor grado.
Ahora, si hablamos de publicaciones, así como encontramos las más ponzoñosas, también hallamos un Entertainment Weekly, absolutamente una Biblia de la cultura popular americana. Todo depende del enfoque que le demos al concepto de entretenimiento: hasta dónde queremos llegar sin ser ramplones o invasivos.
En esa medida mi post va dedicado a cuatro mitos que se han tejido sobre el periodismo de entretenimiento, muchos de los cuales solo perjudican o deforman la necesidad de que exista.
1. Todos quieren (e intentan) ser un TMZ

No hay que inventarse de nuevo la rueda si ya está. TMZ es un negociazo pero también el resultado de un buen olfato periodístico sobre el mundo de Hollywood, Lo demostraron con la primicia de la muerte de Michael Jackson. Sus “hot news” a veces a medio cocer, ponen a temblar a la industria y siembran la desconfianza incluso entre otros emporios periodísticos. Llegar a ese nivel quizás sea una obsesión que se queda en pañales por acá, pero lo cierto es que no necesariamente es el modelo a imitar.
2. El periodismo de entretenimiento debe ser gay
 

Este sí que es un debate peliagudo. Yo no entiendo cómo la orientación sexual de alguien le pone mejor salero a los runrunes de la farándula, pero tampoco creo que deba ser la etiqueta o la condición para dedicarse a esta fuente. Para la muestra, el mismo Harvey Levin de TMZ. Es pura pasión por el oficio sin que medien hormonas o “mariqueismos”. Creo que esta imagen es la que más genera rechazo (injustificado) hacia los programas de farándula: que el chisme se ventila mejor mientra más amanerado lo cuentes. La política del “Ay amiga” no es apta para niños y niñas, rezarán algunos, lo que suma una controversia innecesaria si se piensa que darle vitrina a ese tipo de personalidades homosexuales “es una manera de dar mal ejemplo a las futuras generaciones”, y demás causas de salvación de las almas.
3. Hay que cazar peleas o pagar por las notas
 

Definitivamente es la tentación: si armas escándalos o creas enemigos más aumentas los bolsillos del canal. El caso Magaly Medina, otra “damita” que cerró su negocio tras 15 años de innumerables polémicas  por sus afrentas contra la “farsándula chola”. Todos tenemos peleas (ficticias o no) ¿pero hacerlo el pan de cada día?
4. Farándula y entretenimiento es contenido vacío
 

Si llenamos un programa con temas como “el maquillaje de uñas que usa mi actriz exclusiva” o “el supuesto beso fuera del set de dos actores de la novela del momento” evidentemente tenemos un problema. Hay más para ofrecer en el intento de equilibrar tanto la urgencia de chisme como el registro de tendencias, indagar por el éxito de un programa o el fracaso de otro, mostrar nuevos talentos o apelar a los recuerdos catódicos. Ahí hay apuestas como Alta Definición de mi estimado Álvaro Cueva. O programas como La Historia detrás del Mito de Tv Azteca. Ideas es lo que sobran para armar un buen programa de entretenimiento.
Después de este desahogo ¿creen que los programas de entretenimiento, chismes, farándula, como lo quieran llamar, deben quemarse en la hoguera? ¿Será que necesitamos llegar a propuestas como la chilena para que se emitan en horarios imposibles? Les dejo la discusión a ustedes. Pero el entretenimiento es más que veneno o calzones.
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Periodista y filósofo. Social Media Manager. Cronista de TV, Cine, Cultura y Espectáculos. Calvo.

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