La soberbia engendra estupidez. Esa es la conclusión del candente debate entre cableoperadores y los imprescindibles canales privados RCN y Caracol. Tras la controvertida intervención de la Superintendencia de Industria y Comercio que conminó a los primeros a suspender tanto al señal análoga y HD de los segundos si no contaban con su autorización, una alegría culposa se han impregnado en el ambiente. En plena época electoral y a las puertas de un Mundial de fútbol, sin contar las inversiones millonarias en publicidad, el asunto enciende las alarmas ante lo que parecía un «justo» reclamo (por no decir conejazo) frente a un vacío jurídico.
Ya corren ríos de tinta sobre este menudo embrollo, donde reluce la inoperancia de la Autoridad Nacional de Televisión, una reinvención con todos sus defectos de la Comisión Nacional de Televisión, pero que demuestra la poca enjundia que le ha hecho falta al Estado para regular el negocio de la televisión y dejar de creer que nuestro país puede subsistir con un duopolio que ha sabido beneficiarse de sus decisiones durante tres gobiernos en 16 años. Si bien podría llegarse a un acuerdo que calme los ánimos de ambas partes y todo este pueblo sediento de fútbol se goce su encuentro deportivo, el guayabo lo sentiremos a partir de agosto. La pregunta que me asalta es ¿moriremos sin ver Caracol y RCN?
Superemos la coyuntura y evaluemos:
1) Para el ciudadano de a pie, que cree, siente y lucha por la televisión que lo identifica ¿estarían dispuestos a seguirle pagando a un servicio de cable solo por ver Caracol y RCN? ESO ES LO QUE HAN HECHO DESDE HACE 16 AÑOS. Inclúyanse todos los que se dan golpes de pecho por la «terrorífica» programación (narcoseries y telebobelas) o los «morticieros». El amor-odio sí existe y esa es una prueba, cuando tienes acceso a 60 o 70 canales más y la gente únicamente habla del Desafío Bosquechispazos o Protagonistas de Nuestra Miseria.
2) Aunque reconozca la generación de empleo y el que estos canales hayan sacado del ostracismo a la televisión local para atraer la mirada de grandes productoras y artistas…NOS ESTANCAMOS. Si bien los canales subsistirán por servicio tercerizado a empresas como Televisa o inunden la grilla de la raquítica Mundo Fox ¿qué nuevos productos nos ofrecen? Remakes de telenovelas nuestras o de otros, osadas versiones de éxitos gringos (E.R, Breaking Bad), o series que mezclan historias de otros lados y nos las hacen parecer como revolucionarias (mi vainazo a ese desaguisado de Tiro de Gracia) Después de exportar nuestras ideas ahora no somos capaces de producir un éxito global (no, Pablo Escobar no lo es) y los que nos copiaban ya nos hacen el feo. En medio de ese panorama la originalidad brilla por su ausencia. Ni hablar de los gastados realities, tras los cuales solo queda el recuerdo de haber pagado una cantidad de votos electrónicos, porque ni idea de artistas, ni talentos. Solo polémicas y peleas cazadas.
3) Si hablamos de noticieros la regla es la vanalización, casi pendejización, de la realidad, con el claro objetivo de proteger intereses particulares. Para la muestra el botonazo de Luis Carlos Vélez y su arrogante debate electoral donde fue más candidato que los mismos invitados. Un país que se revuelca en la gloria de periodistas como Gabo tiene una severa deuda con el periodismo en pantalla, donde la noticia sale de las cámaras escondidas de atracos y los tuits de políticos y artistas. Cero investigación, cero profundidad.
4) La televisión infantil. Este tema si me da risa. 16 años con Dinodoro o Bichos y la mejor televisión para los niños es pública. Siempre puedes echar mano de dibujos animados del pasado, pero ni con eso se encuentra un verdadero esfuerzo por vincular a los futuros televidentes (¿eso existirá en el 2020?)
5) ¿Dónde queda internet en todo esto? No es hacer «televisión social» con perfiles en Twitter para todo el mundo. Es la experiencia completa del nuevo espectador que busca un contenido específico y lo ve cuando quiera. Esto lo he dicho muchas veces: el negocio audiovisual va por otro lado. Mientras acá creemos que los programas de chismes y el Divino Niño aplacan la ignorancia del pueblo, las verdaderas experiencias en ficción, noticias e investigación se están produciendo y consumiendo en múltiples plataformas. La real interacción escapa a la voluntad de los canales, es el deseo del usuario de entretenerse o informarse sin órdenes de ninguna clase.
6. El tercer, cuarto y quinto canal….NO ESTÁN ¿VERDAD?
¿Existen otras razones por las cuales usted aprovecharía este papayazo y dejaría de ver Caracol y RCN?
@juanchoparada
juanchopara@gmail.com
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