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Culminando la Travesía Internacional de Ciclomontañismo Icononzo 2017.

En días pasados estuve en la Biblioteca Débora Arango en Medellín y me encontré con una completa exposición dedicada a la bicicleta. En uno de los páneles, me encontré con este título, «Oda a la Bicicleta», un poema escrito por Pablo Neruda en 1957 que me recordó mi más reciente aventura en una Válida de Ciclomontañismo realizada en Icononzo, Tolima, de la cual les hablé hace poco más de un mes (De Héroe de la Guerra, a Héroe de la Paz) y en la que Mauricio Toro y su Fundación, Pedaleando por Icononzo, fueron grandes protagonistas. Tengo que decir que no había participado antes en una competencia como estas y, de hecho, no soy ciclomontañista, escasamente tengo una bicicleta vieja y pesada que quiero mucho pero que dista de las características que debe tener una que sea apta para estos terrenos. Sin embargo, tengo que decir que la experiencia fue maravillosa y que estoy seguro de que esta fue solamente la primera, mas no la última vez que participo en un evento de estos, ojalá, si son organizados de manera tan responsable y rigurosa, como lo hicieron Mauricio y su equipo. Sirva este escrito, además, como agradecimiento y felicitación para ellos.

Mauririo Toro, líder y gestor de la válida de Icononzo. en su bicicleta

El poema de Neruda dice:

«Iba por el camino crepitante: el sol se desgranaba como maíz ardiendo y era la tierra calurosa un infinito círculo con cielo arriba azul, deshabitado.

Pasaron junto a mí las bicicletas, los únicos insectos de aquel minuto seco del verano, sigilosas, veloces, transparentes: me parecieron sólo movimientos del aire.

Obreros y muchachas a las fábricas iban entregando los ojos al verano, las cabezas al cielo, sentados en los élitros de las vertiginosas bicicletas que silbaban cruzando puentes, rosales, zarza y mediodía.

Pensé en la tarde cuando los muchachos se laven, canten, coman, levanten una copa de vino en honor del amor y de la vida, y a la puerta esperando la bicicleta inmóvil porque solo de movimiento fue su alma y allí caída no es insecto transparente que recorre el verano, sino esqueleto frío que sólo recupera un cuerpo errante con la urgencia y la luz, es decir, con la resurrección de cada día».

Como Neruda lo plantea, soy de los que levanto una copa de vino en honor del amor y de la vida, cada vez que puedo, o si no hay vino, con agua, o con lo que sea, pero lo importante es brindar por ello y héroes como Mauricio Toro me hacen ver la vida de una manera diferente y brindo también por ello. A lo largo de la competencia que para aficionados como yo fue de tan sólo 25 kilómetros, pude disfrutar de la vida, de estar vivo, de poder recorrer montañas con paisajes tan maravillosos como los que ofrece Icononzo y de encontrarme con gente del pueblo que se reunió para ver pasar y apoyar a los cerca de 2.000 ciclistas que recorrieron estas tierras prósperas y pacíficas, donde hace unos años era impensable pasar. En traje de corredores, no era posible identificar quién era quién en la carrera, más allá de saber que había militares activos, retirados, miembros del nuevo partido de las FARC y un sinnúmero de aficionados. Sólo había gente disfrutando de una alegre y dura jornada en la que la exigencia física fue alta, incluso para los que no llegamos a correr los 60 kilómetros que recorrieron los más fuertes y aguerridos. Hombres y mujeres, todos nos encontramos en un domingo lleno de vida y de paz. Este día, recordé el mensaje que vi en una universidad días atrás y que decía, «el perdón libera el alma y elimina el miedo, por eso es una herramienta tan poderosa» y sin duda alguna, me di cuenta que la bicicleta es también un importante símbolo.

En la exposición de la biblioteca Débora Arango, había frases como la de Sir Arthur Conan Doyle, «cuando el día se vuelva oscuro, cuando el trabajo parezca monótono, cuando resulte difícil conservar la esperanza, simplemente sube a una bicicleta y date un paseo por la carretera, sin pensar en nada más»En diferentes momentos y a pesar de ir en grupo en la válida, tuve espacios de encuentro con mi Yo interior, donde pude encontrar la Iluminación de mi Ser, ese estado que Eckhart Tolle describiría como, «un estado de totalidad, de estar en unión y por lo tanto en paz»La vida es un juego de fuerzas en la que todo el tiempo se busca el equilibrio mientras este huye permanentemente, sin razón aparente, a través de situaciones jamás pensadas, pero que son como son, sin más ni más. Albert Einstein decía que «la vida es como andar en bicicleta, hay que mantenerse en movimiento para no perder el equilibrio». Aquellos que como Mauricio Toro se han levantado a pesar del dolor, el sufrimiento y las dificultades de la guerra, son una fuente de esperanza. «Siempre que veo a un adulto encima de una bicicleta recupero la esperanza en el futuro de la raza humana»H.G. Wells. Esperanza en un futuro mejor para nuestros hijos, sin guerra, porque «nunca habrá buena guerra ni mala paz»y porque nos merecemos vivir tranquilos y felices.

Una de las mejores formas de vivir en plenitud, felices, es viajando. Es, además, una buena forma de conocer un municipio como Icononzo, sede de la válida. Ernest Hemingway dijo una vez, «yendo en bicicleta es como mejor se conocen los contornos de un país, pues uno suda ascendiendo a los montes y se desliza en las bajadas», tal y como es la vida. ¿Qué dirán corredores como Mariana Pajón, Nairo Quintana o Rigoberto Urán? Yo por mi parte diría que montar en bicicleta puede ser la mejor manera de conocer, no sólo un país, sino nosotros mismos, al enfrentarnos a las limitaciones propias de nuestro cuerpo y mente, ¿qué nos queda? Cada quién lo dirá, pero a mí me queda la reflexión de que puedo ser mejor, más fuerte, cada día más y que Colombia es un país bellísimo, con altísimo potencial para deportes ligados a la bicicleta, no por menos fue seleccionada Manizales como sede de la segunda válida de la Copa Mundo de Enduro para el 2018, siendo una de las 8 sedes junto con ciudades de Chile, Italia, Francia, España, Canadá, Eslovenia y Australia. En fin, la bicicleta, qué maravilla la bicicleta, que según como escribió Chistopher Morley , «seguramente será siempre el vehículo de los novelistas y los poetas». Por esto y más, ¡Oda a la Bicicleta!

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