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Barranquilla es Alegría

Barranquilla, curramba está de fiesta y no sólo por los Juegos Centroamericanos y del Caribe, lo está también, porque la ciudad viene mejorando y hoy, el que vive en la capital del Atlántico, tiene mejor calidad de vida que antes. Según la encuesta de percepción de calidad de vida elaborada por Ipsos-Napoleón Franco, Barranquilla está en segundo lugar entre las mejores ciudades para vivir en Colombia después de Medellín. Tras mis últimos viajes a la ciudad, he ido conociéndola y re-conociéndola, y la sorpresa que me he llevado ha sido muy grata. Las inversiones en educación, alcantarillado, la construcción del centro de ferias y exposiciones, la adecuación del muelle y la reconciliación de la ciudad con el río Magdalena, así como el mejoramiento de la oferta gastronómica, entre los más importantes avances de la ciudad, son ejemplo de los cambios.

Uno de los planes que más disfruto cuando estoy conociendo una ciudad, es caminar lo que más pueda, sentirme parte de la misma, entenderla, ver sus matices, mezclarme entre su gente. Mientras lo hago, voy analizando. Este año he ido unas cuatro o cinco veces ya y cada vez, me pierdo en un lugar distinto (voluntariamente, lo heredé de mi abuela materna). Un día, por ejemplo, me perdí en el centro de la ciudad y me fui en taxi hasta la Plaza de la Aduana, frente al antiguo edificio que ha sido restaurado y que hoy es la cara de entrada al centro de la ciudad; actualmente, escenario de eventos, funciona como galería, además, es lugar obligado para tomarse una buena selfie por su belleza. De ahí, me fui internando por la vía 40 hacia el centro. Algunas edificaciones han sido restauradas y resaltan entre otras, como la de la Antigua Intendencia Fluvial, pero también hay edificios viejos con gran encanto, pasando por el Paseo Bolívar y la calle 34, que se esconden entre vendedores ambulantes a ambos lados de la calle donde uno puede conseguir desde electrodomésticos, comida, o bien, dominós de madera, ropa, entre gran variedad de artículos. Resalta un par de cuadras más allá, la Iglesia de San Nicolás, al igual que la Plaza del mismo nombre. Como parte del paisaje, se pueden apreciar murales elaborados por artistas locales, así como los coloridos y tradicionales buses de transporte público de la ciudad.

De hecho, esto me motivó otra escapada. Definitivamente, quería subirme a uno de estos buses y un día, me fui para Salgar, al Castillo, en uno de estos buses coloridos, con una cerveza helada en mano y presto para llegar a almorzar. El bus me dejó en la vía y caminé unos 15 minutos hasta el Castillo y me encontré un paraje increíblemente relajante, un acantilado estupendo y una brisa perfecta para el calor que traía. Aún era temprano así que decidí buscar un lugar callado, donde pudiera estar solo para contemplar el paisaje y dialogar con mi yo interior, una práctica estupenda y que cada vez busco hacer con más frecuencia. Desde fuera, el Castillo de San Antonio de Salgar, es imponente, lindo, bien mantenido. Actualmente es un espacio administrado por la Caja de Compensación Familiar Comfamiliar y cuenta con un par de bares bien tenidos y una oferta gastronómica que, sin ser lo más destacado del lugar, está bien. El espacio es ideal para hacer eventos especiales. Tras mi experiencia en este lugar, salí nuevamente a caminar y decidí seguir con dirección a Puerto Colombia, caminando (la gente me miraba raro, no es común caminar por aquí) y me encontré con diferentes playas, unas más llenas que otras, para mochileros, surfistas, y luego el tradicional Muelle de Puerto Colombia que requiere de inversión porque no está en las mejores condiciones. Algo cansado, busqué otro bus de regreso y llegué a comer a Cucayo, un restaurante imperdible en la ciudad donde lo más rico, para mi gusto, es una sencillísima y deliciosa ollita de cucayo (pega de arroz) a la que le pongo algo de picante y hogao y queda buenísima.

Otro día estuve, sin querer queriendo, en el Aniversario 205 de Barranquilla, en medio de un show con aviones de diferentes épocas, música, actos culturales y luego, un pudín (ponqué) que se distribuyó entre los asistentes. Después del evento, caminé por el Malecón y pude disfrutar de lo agradable que es este lugar, creo que de los mejores lugares para pasar un atardecer en Barranquilla, relajado, con buena brisa, presentaciones culturales de artistas locales que buscan su sustento con el apoyo de los asistentes, etc. El río Magdalena es el gran protagonista en este lugar cuando, por muchos años, se le dio la espalda y como se explica en varios avisos ilustrativos del lugar, se espera que se convierta en un nuevo foco de desarrollo, con distintas inversiones en infraestructura y la apertura del lugar a los habitantes como lugar de recreación y esparcimiento. Es impresionante y pude ser testigo, del orgullo que sienten los curramberos por su ciudad. Me dijo un barranquillero con cara de alegría que, más allá de lo que se puede ver a simple vista, la educación es lo que más ha mejorado en la ciudad, porque se está pensando no solo en el presente, sino también en las generaciones futuras.

Caminar por Barranquilla se me volvió un plan, bien sea para ir a Cucayo a comer, o para ir a conocer la oferta de parques, centros comerciales y restaurantes. Le escuché a alguien, también, que Barranquilla es una ciudad bonita, donde se vive bien, pero donde no hay nada que hacer. Me causó sorpresa porque, además, me lo decía después de hablarme con orgullo de su ciudad. Quizás no se dan cuenta los que viven allí de la cantidad de cosas que hay por hacer. A nivel de restaurantes, no he terminado de probar todos los que me han recomendado, uno que otro para destacar. Cada vez hay una mayor oferta gastronómica en la ciudad, no solo de carta local, sino también nacional e internacional y, en la misma línea, la noche también está llena de alternativas, desde un plan tranquilo, con música en vivo y cargado de cultura en el restaurante La Cueva, un pulpo en el restaurante Palenque, así como unas cervezas en La Popular o una fiesta en la playa.

Continuando con los temas de infraestructura, hoy en día la ciudad tiene un Centro de Eventos, destinado para la realización de ferias, congresos y convenciones en la ciudad, de cara el río Magdalena también, contiguo al Malecón, operado por Corferias con toda la experiencia que lleva desde Bogotá. Además, se le ha venido haciendo una inversión al aeropuerto de Barranquilla, lo que le permite dejar atrás rezagos en este aspecto, gracias a una inversión de más de 5 billones de pesos y una adaptación con miras al mercado internacional. Y cómo no hablar de los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Para esta edición, se han invertido cerca de 500.000 millones de pesos, dando vida a escenarios para la práctica del tenis, béisbol, atletismo, ciclismo, entre otras disciplinas, algo que le quedará a la ciudad pasados los juegos, lo que seguramente incrementará tanto el número de deportistas, como la calidad de los mismos, lo que impacta positivamente la calidad de vida de los habitantes. Además de esto, se está dejando atrás, por fin, el famoso problema de los arroyos en la ciudad. Ya se han realizado inversiones y se espera que en los próximos dos años terminen las obras del alcantarillado para evitar las peligrosas aguas que se llevaban todo lo que encontraban en el camino cada vez que llovía en la ciudad. Ahora, toca tener cuidado con el elevado endeudamiento de la ciudad, pero con las inversiones se prevén mayores ingresos para la ciudad.

Todo esto sin contar, además, lo que se puede hacer en poblaciones vecinas, tales como Juan de Acosta, el mismo Volcán del Totumo en zona limítrofe con Santa Catalina (Bolívar), así como el Corregimiento de Límites en Luruaco (famoso por tener las mejores arepas de huevo del país) donde hay un tesoro escondido, un lugar fantástico donde vive el Tití Cabeciblanco, protegido por la comunidad (muy humilde pero con gran corazón) y con el apoyo de una fundación. En horas de la mañana, es posible ver aves preciosas, también al atardecer y, nuevamente en mi plan de caminar, es posible apreciar primates de diferentes clases deambulando de un lugar a otro. Incluso, sin mayor esfuerzo, pude ver a pleno vuelo una familia de guacamayas, libres y felices (intuyo), en medio de la naturaleza. En fin, creo que hay mucha tela que cortar para explicar por qué Barranquilla me ha sorprendido tanto, positivamente hablando, y como cachaco que soy, encantado con su gente linda y amable. Y pues sí, ¡Barranquilla!, Curramba está de fiesta, no solo por el Carnaval, sino porque la gente está feliz de poder vivir en la ciudad, algo que no pasa desapercibido por los turistas.

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