Un día salí al patio trasero de mi casa que conectaba con el camino que llevaba al río. Allí estaba un soldado sentado en un tronco, en cuanto me vio me pidió agua; lo observé por unos segundos, y de inmediato me pregunté: ¿Quiénes son los buenos? ¿el ejército o la guerrilla? ¿en cuál de los dos puedo confiar?
Crecí en un pueblo gobernado por las FARC; no tenía más de 10 años en ese entonces. Recuerdo que esa pregunta me acompañó por muchos años de mi vida. La guerrilla de alguna manera parecía la buena de la historia siempre y cuando cumpliéramos sus órdenes, incluso hasta comida y regalos nos daban si era necesario.
Por otro lado, cada vez que el ejército aparecía arruinaba la paz de nuestro pueblo, había balaceras, moría gente. Siempre parecía que todos tenían miedo y no era para menos, todos conocíamos las reglas que la guerrilla tenía en el pueblo, tanto las habladas como las que no. Parecíamos una “gran familia” aunque no feliz, esto era difícil de entender para alguien tan pequeño. Mientras los soldados estaban parecían ser personas gentiles, muchos nos hablaban de sus vidas fuera del servicio militar, lo que me hacía dudar de la inocencia de las FARC; pero no podía cuestionar al respecto pues “el pez muere por su boca y es así como muchos aparecen flotando en el río”, comentaban los adultos mientras nos enseñaban que en ese asunto era mejor no meternos si queríamos seguir con vida y en paz. Pero, ¿no será que estamos perdiendo demasiado en nombre de la «paz»?
Según el diccionario Noah Webster, la paz es un estado de quietud o tranquilidad, ausencia de disturbios o agitación; aplicables a la sociedad, a los individuos o al temperamento de la mente. Me llama la atención que Webster trae la definición de paz hasta la figura más pequeña de la sociedad: el individuo; y con razón, ya que este es el poseedor de la voluntad, quien tiene la capacidad para pensar, sentir y decidir. Claro, si está en un entorno que se lo permita. Nuestro pueblo había perdido la paz al ser gobernado por un grupo criminal que usaba la fuerza de las armas y el temor para obtener resultados. Desde niños se nos enseñaba qué decir y qué no para no ofender a ningún grupo armado.
Cada persona es libre para decidir hacer el bien o hacer el mal; la consecuencia de su acción afectará su entorno. Además, para que haya paz es imprescindible contar con la garantía gubernamental de proteger el derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada de cada individuo, castigando a quienes atentan contra estos.
En un país con un historial de violencia como Colombia resulta fácil y atractivo escuchar y seguir a quien trae un discurso de paz, porque muchos de nosotros perdimos a seres queridos en medio de la guerra. Según el registro único de víctimas(1) son 9,492,472 los afectados por el conflicto armado, lo que demuestra que este es un tema sensible para los colombianos, y evidencia que somos altamente vulnerables a ser engañados.
Recordemos el acuerdo de paz… la pregunta del plebiscito era: ¿Apoya el acuerdo final para la terminación del conflicto y construcción de una paz estable y duradera? Si estabas a favor eras considerado amigo de la paz, pero si estabas en contra eras su enemigo, un rencoroso e incapaz de dar perdón. Esto genera un dilema moral y al ser planteado de esa manera supuso la idea de que perdón y justicia eran virtudes contradictorias. Es de ahí que se propuso que los delincuentes fueran vinculados a la sociedad respaldados por un perdón que el estado les brinda. Lo anterior es un error, porque el gobierno es una institución impersonal, que carece de facultades humanas para brindar perdón, y de hacerlo, estaría contradiciéndose a sí misma, pues la razón de su existencia es hacer justicia. Esto conlleva al debido proceso que concluye con el castigo de quien cometió el crimen y la restitución de la víctima, es entonces cuando podemos hablar de perdón. El perdón es una facultad propia de la voluntad del ser humano, de la persona que fue directamente afectada y no del estado. Cuando no se castiga el crimen, es decir, no se hace justicia; lo que se desencadena en la nación es más inseguridad y derramamiento de sangre, solo basta con mirar los índices de violencia de los últimos años después de la firma del acuerdo de paz.
Y aunque la mayoría de los colombianos votaron en contra de la firma del acuerdo de paz, el expresidente Juan Manuel Santos se las arregló para firmarlo ignorando la voluntad del pueblo. Han pasado siete años, el Nobel de la Paz está a su nombre y no veo a mi país experimentando la dichosa paz prometida, tampoco veo a los culpables de delitos siendo castigados, pero sí convirtiéndose en figuras públicas y recibiendo un salario que usted y yo querido lector pagamos con nuestros impuestos.
Quizás ahora usted diría que no podemos hacer mucho por lo que ya pasó, pero déjeme mencionarle una frase, y estoy convencida que rápidamente identificará a quienes le pertenece: “La paz total.” Esto es uno de los eslóganes del actual presidente de la República; quien afirma que el estado traiciona y mata a quien hace acuerdos con él. El mismo, que constantemente deslegitima la fuerza militar del país, tratando con poco interés los casos de abuso y hasta secuestro que se han venido presentando en contra de ellos; como fue el caso de los 78 policías secuestrados en San Vicente del Caguán. El pronunciamiento del presidente al respecto fue a través de su cuenta de twitter(2). Pero lo que sorprende es su empatía por los delincuentes, su gobierno incluso ha solicitado la liberación de 6 disidentes de las FARC que están presos, para convertirlos en gestores de paz(3). Sus propuestas protegen a aquellos que por años han decidido hacer el mal a nuestra nación para obtener su propio beneficio.
El líder de las fuerzas militares que se supone que debe garantizar nuestra seguridad está más interesado en justificar a los criminales ofreciéndoles privilegios en lugar de castigarlos por sus atrocidades.
Con esto no estoy diciendo que las fuerzas militares no han cometido errores. Quiero más bien recordarle que si bien es cierto que hay mucho por mejorar, son ellos quienes legítimamente deben garantizar la seguridad de los colombianos y no un grupo de “revolucionarios” que de manera arbitraria cometen todo tipo de crímenes en nombre de ideales que no están más que en sus discursos propagandísticos; derramado sangre inocente y financiado su lucha con los recursos de nuestros campesinos y empresarios, quiénes han sido obligados a pagar vacunas para no perder a sus seres queridos o sus propiedades.
Como si fuera poco, el primer mandatario salió al balcón de la Casa de Nariño el 1 de Mayo para, a través de un discurso, amenazar con una «revolución» con tal de alcanzar sus objetivos; al estilo guerrillero. Rápidamente respondieron 400 «indígenas» intimidantes quienes hicieron una formación militar el 3 de Mayo en la Plaza de Bolívar.
Ya que la vicepresidente puso de moda citar a Cuba como ejemplo, quiero recordar que en 1959 cuando Fidel y su movimiento Veintiséis de Julio obtuvieron el “triunfo revolucionario”, uno de sus objetivos era cambiar la historia, a tal punto que el pueblo cubano perdió la capacidad de reconocer la realidad e identificar quiénes eran los buenos y quiénes eran los malos. La deslegitimación de las instituciones gubernamentales generan tanto caos y confusión que provocan un cambio cultural y se hace difícil saber en quién se puede confiar. Si alguna vez has estado en Cuba o tienes un amigo de allá, sabrás que éste difícilmente confiará en ti y le tomará muchísimo tiempo comprobar que no eres el enemigo.
Es difícil construir y mantener la paz en una nación, especialmente si ésta es tan diversa y tiene conflictos complejos; pero la única manera de lograr que transite ese camino es si reconoce y acepta la norma moral y si tiene un gobierno dispuesto a castigar al malhechor. Por el contrario, lo que hace nuestro actual gobierno es enseñar que el mal no tiene consecuencias y eso nos llevará a la hecatombe.
Ahora les hago a ustedes las preguntas que me hice por mucho tiempo ¿En quiénes puedes confiar? ¿Por qué pedirle al Estado que perdone criminales si quienes deben perdonar son las víctimas?. ¿Será que realmente nuestros gobernantes pueden lograr la paz total si promueven la impunidad?
Puedo asegurarle que la promesa de una paz total ofrecida por el gobierno es tan falsa como su mal llamada gratuidad. La paz no llegará a nuestra nación hasta que no haya justicia y los delincuentes no paguen por sus fechorías.
Por: Jineth Arroyave
Notas:
1. https://www.unidadvictimas.gov.co/es/registro-unico-de-victimas-ruv/37394, 1 Junio 2023 – 11:54 am
2. https://www.infobae.com/colombia/2023/03/03/casi-80-policias-siguen-secuestrados-en-el-caguan-el-presidente-gustavo-petro-pidio-la-intervencion-de-la-cruz-roja/
excelente articulo, debemos entender nuestra historia y aprender de ella y entender las responsabilidades que tenemos nosotros y cual es la funcion del estado y cual es nuestro papel para que pueda haber una verdadera paz
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