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El anillo en algunas narraciones e historias es un objeto que simboliza identidad, autoridad y herencia, es un símbolo que responde a las preguntas quién soy y a dónde pertenezco. Sin embargo, estas distintas historias se acercan a la simbología del anillo de diferentes maneras, a partir de la cosmovisión o la visión del mundo que tengan esas historias. Hay distintas formas de alcanzar autoridad e identidad, hay distintas formas de hallar la respuesta a la pregunta quién soy y a dónde pertenezco. Para exponer mejor este punto mostraré desde mi interpretación cómo tres narraciones se acercan a la simbología del anillo desde visiones diferentes. Estas historias tienen muchos matices y son mucho más complejas, aunque creo que siguen siendo representaciones justas; las he simplificado un poco para lograr ilustrar mi punto.

La primera historia está en la película “La lista de Schindler” de Steven Spielberg, en donde se relata cómo un empresario miembro del partido nazi, a través de su influencia en el poder y su inteligencia, logra salvar la vida de más de mil judíos polacos durante la Segunda Guerra Mundial. Al final de la película los judíos que salvó Schindler se reúnen y, entre sus joyas y dientes de oro, le forjan un anillo como señal de gratitud, pero también como un reconocimiento de su liderazgo y autoridad, de su valentía y sus buenas obras. Schindler se había vuelto parte de ellos; era visto con respeto y reverencia, como un líder. Schindler se “ganó” su anillo, se lo merecía por sus buenas obras, por su coraje y su carácter.

La otra historia está en la película (y serie también) “El talentoso Sr. Ripley”. Tom Ripley es un estafador con tendencias psicopáticas que se encuentra en la bancarrota en su ciudad natal, Nueva York. Ripley logra ser contratado por un magnate de la ciudad para que convenciera y trajera de vuelta a Nueva York a su hijo privilegiado que se estaba dando la gran vida en Italia. Ripley llega a Italia; a través del engaño y la manipulación se hace amigo de Dickie, el hijo rico. Luego de varios problemas en su relación y de que Dickie empezara a sospechar de la duplicidad de Ripley, este último lo mata. A través de estafas y engaños Ripley se queda con todo su dinero, forjando una nueva identidad de persona adinerada y de la alta sociedad en Italia.

Además de sus riquezas y su autoridad hay algo especial que Ripley le roba a Dickie: su anillo. ¿Cómo alcanza Ripley ese anillo? no a través de buenas obras, del valor y del coraje, como Schindler, no. Lo alcanza a través del engaño, la astucia y la manipulación; sus intenciones más profundas son egoístas. Ripley es un calculador y, al final, un asesino. Pero ahora es millonario.

La tercera historia, donde también aparece el anillo y la mejor desde mi punto de vista, es la parábola bíblica del hijo pródigo. Un padre tenía dos hijos; el menor le dijo a su padre “Dame la parte de mi herencia”. Tomó esos bienes y partió. Desperdició todo su dinero viviendo perdidamente. Encontrándose en la ruina, comiendo entre cerdos, entra en razón, y se dice “Cuántos sirvientes en la casa de mi papá viven mejor que yo y yo aquí, viviendo entre cerdos. Regresaré a casa y le diré a mi padre: Me he equivocado, he pecado contra el cielo y contra ti. Si quieres, hazme como uno de tus sirvientes”. Llegando a su casa, su padre lo ve de lejos y sale corriendo hacia él, alegre y con lágrimas en sus ojos. Lo viste y lo calza con lo mejor y le da un anillo. Y dice “Hagamos una fiesta; mi hijo que estaba como muerto ha revivido; lo había perdido, pero ahora está de nuevo junto a mí”.

El hijo recibe el anillo, no por sus buenas obras, porque ha desperdiciado los bienes de su padre, no por su astucia y su manipulación, su arrepentimiento es verdadero. El hijo recibe el anillo por la gracia y la bondad de su padre, que lo ama. Recibe un lugar en la casa de su padre porque es su hijo.

La primera historia, «La lista de Schindler», muestra cómo la senda hacia el anillo es el mérito. El protagonista recibe el anillo por sus buenas obras, alcanza lo que es gracias a su esfuerzo y su valor. En contraste, en «El talentoso Sr. Ripley», se muestra la oscuridad detrás de la búsqueda de la identidad y la autoridad. Ripley alcanza su anillo a través del engaño y la manipulación, alcanza su lugar en el mundo a través de la astucia y el cálculo. En la parábola del hijo pródigo, el anillo es recibido como un don inmerecido. El hijo menor, a pesar de sus errores y de su vida desordenada, recibe el anillo no como una recompensa por sus acciones, sino como una señal del perdón y la gracia que su padre le otorga de manera inmerecida. Su identidad no es algo que él alcanza, sino algo que recibe; su autoridad y su lugar en el mundo son cosas que el padre le otorga por pura gracia.

La vida nos presenta dificultades y problemas que debemos enfrentar y preguntas que debemos responder: ¿Cuál es mi lugar? ¿Quién soy? En este camino lleno de preguntas y desafíos, se nos presentan varios caminos hacia aquello que anhelamos. Podemos considerar el camino del esfuerzo personal, de la convicción de que nuestro destino está enteramente en nuestras manos, en nuestras decisiones, en que seremos recompensados por nuestro esfuerzo y nuestras buenas obras; que al final, son nuestros actos los que nos salvan y que todo depende de nosotros. Pero, ¿quién no se ha encontrado tomando ese camino y, al final, cansado y fatigado, preguntándose: ¿En realidad todo depende de mis actos? ¿En realidad vale la pena todo este esfuerzo? ¿en realidad seré recompensado? ¿Existe esa recompensa? Nos cuestionamos la validez de ese camino y sus supuestas promesas.

Solemos tomar, entonces, el camino del cinismo, del cálculo. ¿Por qué no superar este desafío a través de la manipulación? ¿Por qué esperar ingenuamente que seré recompensado por mi buen comportamiento? ¿Cuántas personas han llegado al final de sus días sin recibir la corona prometida a su bondad? El primer camino nos parece, entonces, ingenuo e infantil. Lograré lo deseado, alcanzaré lo que deseo y lo que soy como yo lo considere mejor; las personas son marionetas a mi disposición para lograr mi objetivo, nos decimos. El bien y la bondad se vuelven cosas del pasado o de los cuentos para niños con un final feliz. “En este mundo, en el mundo real, se necesita un poquito de maldad, un poquito de manipulación, de hipocresía y cálculo para alcanzar la meta, para llegar al final. No está de más un poquito de corrupción si alcanzamos lo que anhelamos”.

Pero pronto nos damos cuenta de que ese camino es también absurdo y carente de sentido, de que no nos llena aunque alcancemos lo deseado, que no responde a plenitud las preguntas de nuestro interior. Nos damos cuenta que es un camino efectivo, pero innoble; que renunciar a la esperanza en el bien y entregarnos al cinismo no va con nosotros. Se nos presenta, entonces, un camino alternativo, uno que no depende del esfuerzo humano, de nuestros méritos o nuestra astucia; uno que depende de la bondad y la gracia de Dios, un camino que requiere de nosotros la renuncia, entregar nuestra vida, nuestros deseos y expectativas y aceptar su llamado, acatar su voz. Es un camino que no se puede explicar completamente, que no se puede resumir o detallar, (porque, ¿qué cristiano conoce completamente su camino?), porque no depende de nosotros sino de Dios; de la relación personal que él tenga con cada uno de nosotros… ¿Has sentido el llamado a este camino y, en caso de que sea así, por qué no lo has aceptado?

 

Por: Juan Sebastián Ruiz
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