¡Una silla azul por favor! No hay solidaridad en Transmilenio
Esta crónica la publicamos el 18 de diciembre de 2013, pero queremos revivirla hoy, ya que ayer vimos una situación exactamente igual en un articulado, y corroboramos así, que la situación en Transmilenio cada día empeora. ¡No hay solidaridad!
¡Una silla azul por favor!
Esa es la frase que escuché a todo pulmón una vez abordé, sin quererlo, el Transmilenio en la estación de Marsella. Cabe anotar que no me subí en el que me sirve, sino en el que me obligaron, luego de ser empujado hasta llegar aparatosamente al lugar asignado para las sillas de ruedas, que por cierto, estaba ocupado con viajeros durmientes sentados en el piso, motivo por el cual mi vecino discapacitado debió bajarse sin mediar palabra……
´´¡Una silla azul por favor!´´ gritó a voz en cuello un adolescente que venía cómodamente sentado en una silla roja, y agregó, ´´No sean inconscientes hombre… ¿No ven que la señora es de la tercera edad?´´. Quienes estábamos cerca miramos en silencio a nuestro alrededor y vimos una señora de unos 80 años de edad esperando pacientemente quién le cediera el puesto. Observamos las sillas azules más próximas y a quiénes estaban sentados en ellas.
En una silla venía una adolescente, con unas 8 horas de embarazo, oyendo reggaetón en su Galaxy s5 mini, al lado, una señora de unos 30 años, con tapaboca, y su cara recostada en la ventana, emitiendo unos ronquidos que no permitían escuchar claramente a la española que avisa en que estación estamos. Detrás de ellos, un joven de unos 20 años, pero que por calvicie y canas prematuras hacía valer su derecho a ocupar ese asiento, al lado de él, una mujer de unos 35 años, quien mostraba unos papeles de una cirugía que le hicieron hace doce años en la antigua clínica San Pedro, por una apendicitis, argumentando que aún le duele la herida. Más atrás, una dama pasada de kilos, ocupando dos puestos.
La señora de la tercera edad, resignada a viajar de pie, me miraba como diciéndome ´´Dejemos así´´, y la novia del adolescente, aquel que pidió la silla azul, al comienzo de la historia, ¿se acuerdan?, y quien venía a su lado, en otra silla roja, gritaba indignada, ´´Oigan de por Dios, una silla azul por favor, esa señora se va a desmayar´´, (me acordé de Cesar Corredor y Heriberto Sandoval, en ese sketch de Sábados Felices, en donde caracterizan a dos viejos que se quejan por la falta de solidaridad de la gente pero ellos no mueven un dedo).
Los viajeros, con sus ´manos libres´ en los oídos, escuchando tal vez a Julito diciendo ´´Hay un oyente en la línea´´, o a Jorge Duque Linares diciendo ´´Actitud Positiva´´, ni se inmutaban por lo que estaba sucediendo. De pronto, no sé cómo, saqué fuerza de donde no la tengo, y en ese amanecer bogotano, aún oscuro y frío, en medio de ese articulado a punto de reventar, con olores nauseabundos, alientos de ajo, (está muy de moda tomarlo en ayunas para adelgazar), y limosneros debidamente repartidos en los tres vagones del bus, tomé aire y grité ´´Y por qué tiene que ser una silla azul?, ¿por qué no una roja?´´, todos me miraron, incluso el conductor, quien por distraerse subió medio bus al andén. Hubo un silencio sepulcral de unos 30 segundos….. (como en las novelas mexicanas, cuando la protagonista dice ´´ya no te amo Jorge Ricardo´´ y ponchan a todos los actores en planos de reacción por casi dos minutos).
Pensé, ´´Hasta acá me trajo el río´´, (en este caso el articulado), y cuando temerosamente iba buscando la salida, todos los pasajeros, incluso el conductor, quien bajaba tranquilamente el Transmilenio de la acera, dijeron.´´Siiiiiii, ¿Por qué tiene que ser azul? ¿Por qué no una roja?´´, y se fueron lanza en ristre contra la ´´solidaria´´ pareja de adolescentes que venía sentada en la silla roja, y en 7 segundos los pusieron patitas en la calle…perdón, patitas en la estación.
Cuando la señora de la tercera edad, ya casi desmayada, se iba a sentar, una señora cuarentona, más pasada de kilos que la de la silla azul, en la mitad de la historia, ¿se acuerdan?, tiró con una precisión exacta, como francotiradora del GOES, dos bolsos a los asientos que quedaron libres para separarlos, mientras ingresaba al bus, abriéndose paso a empujones, y aprovechando, como se dice en el Valle, ´su trozudo´ cuerpo, se sentó sin mediar palabra, ocupó las dos sillas, y comenzó a maquillarse.
Todos los pasajeros se pusieron de nuevo sus manos libres, el conductor siguió su rumbo luego de esquivar un indigente que se le atravesó en la 19 con caracas, y la señora de la tercera edad, (recuerden, de unos 80 años), se desmayó sobre mi hombro derecho. Así la llevé hasta la calle 76, donde se bajó la mitad de los pasajeros, y pude entregársela a un policía bachiller que estaba ´chateando´, quien a su vez se la recomendó a otro policía que estaba ´wasapiando´: él la subió en un F1 de vuelta a la 22 donde ella debía haberse bajado, pues trabaja como mesera en una cafetería del sector.
giovanniagudelomancera
periodista
Tarjeta Profesional #8356 Expedida por el Ministerio de Educación Nacional
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de acuerdo totakmente con su articulo es la realidad cotidiana ,nuestra falta de solidaridad nos descalifica como sociedad que pueda generar un cambio,si no cambiamos en cosas tan sencillas como esas nunca podremos liberarnos y seguiremos siendo esclavos.
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