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Esta es una de las declaraciones más poderosas del universo. Decir ¡Basta! es tan importante que puede cambiar nuestras vidas e incluso, en ámbitos mayores, puede cambiar el rumbo de un país entero.  
Un día  de 1955 una mujer negra de Alabama, Estados Unidos,  cansada de tener que ceder  su puesto  en el autobús a las personas de tez blanca dijo ¡Basta! Y no se puso de pie. Su nombre era Rosa Parks.  Por entonces, los vehículos estaban señalizados con una línea: los blancos adelante y los negros detrás. Así, la gente de color subía al autobús, pagaba al conductor, se bajaba y subía de nuevo por la puerta trasera.
Pero Parks se cansó y  ese día se negó a seguir la norma y  sufrió las consecuencias: pasó la noche en el calabozo, acusada de perturbar el orden público y pagó una multa de catorce dólares. Pero más allá de eso, su caso creció e inspiró a muchos más, incluyendo a otro joven llamado Martin Luther King. La historia da cuenta de lo demás.
No quiero hablar  de historia. Quiero que hablemos del derecho que todos tenemos a dejar de vivir aquellas cosas que sentimos que no son para nosotros, que no nos hacen feliz y que nos mantienen en estados de resignación, tristeza, enojo e incluso frustración.
Cuando no ejercemos ese derecho estamos deteniendo el fluir normal de nuestra vida, pues estamos haciendo caso omiso a lo que nuestras emociones y nuestro propio cuerpo nos están alertando y diciendo por todos los medios: ¡aprendamos y avancemos!
Decir ¡Basta! implica haber declarado primero NO. No quiero esto para mí. No merezco esto. 
Una declaración es el poder de la palabra llevado a su máxima expresión. Es la transformación de nuestra realidad a partir de la manifestación del lenguaje. Cuando declaro estoy diciéndole al mundo que hay algo que no voy a permitir que continúe igual para mí. Le digo sí al hombre o a la mujer con quién compartiré mi vida. Altero la vida familiar cuando le digo a todos que vamos a reunirnos para cenar juntos. El profesor impacta la vida de un estudiante cuando le dice «aprobado».
Al declarar un pare en lo que me está sucediendo, no solo estoy cerrando una puerta, estoy abriendo otra. La puerta del cambio, del aprendizaje,  de la evolución y lo más importante de avanzar hacia los resultados que realmente quiero.
Para que una declaración sea válida quién la dice debe tener la autoridad para ello. Yo puedo declarar un cambio en mi vida, tengo la autoridad, pero no puedo declarar un cambio en la tuya.  Ese es un error que comúnmente cometemos y es creer que puedo cambiar al otro a partir de un deseo y una declaración propia.  
El gerente comercial no puede declarar  una acción sobre el equipo del departamento de producción, como el gerente de  producción no puede hacerlo sobre la fuerza de ventas. Pueden sugerir o proponer, más no declarar.
¿Más claro? Yo tengo el poder de declarar sobre este blog. «Los martes y viernes escribiré nuevas entradas» pero no lo tengo para declarar «el diario El Tiempo abrirá su sección Vida de Hoy con uno de mis artículos». ¡Ojalá! Pero no, no es una declaración válida porque no tengo la autoridad para hacerla, aquí se convierte solo en la expresión de un deseo. 
Las declaraciones son poderosas siempre y cuando también tengan otro elemento: la acción coherente para asegurar el poder de transformación con el cual me he comprometido. Y aquí también hay otra debilidad en nosotros y es esto lo que nos impide en muchas ocasiones comprometernos con la palabra.
¿Qué nos impide decir ¡Basta!? Una de las causas son nuestros propios miedos. Temor a no  saber qué hacer una vez comiencen los cambios.  Temor a no ser capaces de salir adelante, a no contar con los recursos necesarios, a no poder enfrentar las consecuencias, a arrepentirnos después. El miedo no nos paraliza el pensamiento, paraliza la palabra y  por ende los resultados. No confiamos en nuestro propio poder y no solo nos bloqueamos sino que tomamos un camino equivocado, el de la queja y la recriminación. 
Entramos entonces allí en un terreno donde culpamos a los otros por lo que está sucediendo en mi vida a manera de desahogo, lo cual generalmente no es aceptado y se devuelve a nuestra vida a manera de más quejas, generando un círculo de acusaciones que lo único que logran es ahondar los sentimientos de frustración y  rabia. 
¿Estoy donde quiero estar? ¿De la manera que quiero estar? ¿Me siento a gusto aquí? Si en las respuestas se vislumbra inconformismo, dolor, resignación, es hora de declarar un ¡No! Un ¡Basta!  y comenzar el cambio.
Basta de continuar con el trabajo que considero que no me llena y donde no son apreciadas realmente lo que puedo hacer. Basta con esa relación que me deprime, me violenta o me empequeñece. Basta de mi carácter explosivo que daña mis relaciones con los demás. Basta de no confiar en mi mism@… Basta de hablar en lugar de actuar, de críticar en lugar de ser protagonista… hay un mundo de cambios que están esperando 
Permítete escribir con libertad lo que surja de tu interior… Cuando tomas conciencia y declaras… comienzas a cambiar tu mundo.
¿Qué cambios quieres hacer en tu mundo… por tu propia dignidad, felicidad y respeto a tu humanidad?
Recuerda: Tú te mereces una vida feliz, tú puedes crear una vida feliz. ¿Qué estás dispuesto a declarar, para comenzar a crear esa vida feliz que te mereces
Twitter @liderazgoarriba
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