Cuando se va alguien importante en nuestras vidas es inevitable sentarse a reflexionar un poco sobre la vida, la muerte y todo lo que hay entre ambas. Y aunque no es de él que voy a hablar, seguramente la muerte de Stephen Hawking ha hecho reflexionar a muchas personas en todo el planeta. Es indiscutible que Hawking estaba a otro nivel, y no podemos ni empezar a imaginarnos todo lo que pasaba por esa mente sin límites.
Pero bueno, como les decía, no es de Stephen Hawking que vengo a hablar. Toda esta reflexión se debe a que el viernes pasado murió mi abuelo paterno. El patriarca de mi familia, quien traía el apellido que hoy ostento, se fue de a poquitos, se fue marchitando hasta que el cuerpo no le dio más. Mi abuelita dedicó sus últimos días (los de él) a cuidarlo, atenderlo, estar pendiente de cada cosa, acompañarlo –llevarlo– a las citas médicas. En fin… ya se imaginarán.
Como sucede en los velorios, familiares y allegados se reunieron para expresar sus respetos por mi abuelito y por la familia que deja. Por esas cosas de la vida no soy muy cercano a mi familia paterna, así que allá conocí a dos primos, al hijo de otra prima, volví a ver a un tío que solo recordaba por fotos, casi no puedo saludar a otro tío que andaba como medio aislado por convicción propia. Y también me enteré, por fin, de dónde vengo: Resulta que tengo sangre santandereana. Recuerdo mucho que, hace unos meses, tomándome un café con la bella Sylvia Ramírez (@SylviaNetwork), ella me preguntó si tengo algo que ver con Santander, supongo que me le hice parecido a alguien (o alguienes, no estoy seguro). Y aunque en ese momento le dije que no, ahora vengo a enterarme de que sí.
Mi abuelito era profesor, el profe Gamboa, oriundo de Mutiscua, fue trasladado a Pamplona, donde conoció a mi abuelita, que también era profesora, nacida en Pamplona. Obviamente le echó el ojo de una y, aunque todos los profesores le estaban caminando y le querían caer, al final el que triunfó fue mi abuelito. Como buen Gamboa, carajo. Se cuadraron, se casaron y al final terminaron en Villapinzón, donde mi papá conoció a mi mamá y CHARÁN, llegamos mi hermano y yo al mundo.
Lo que me quedó claro es que ambas familias se pelean por mí. Los Gamboa me dicen que soy puro González, y los González dicen que soy igualito a mi papá y mi abuelito.
Cuando se va alguien importante en nuestras vidas es inevitable sentarse a reflexionar. No puedo dejar de recordar a mi hermano (y aunque lo pienso todos los días, por obvias razones lo pienso mucho más en esas misas y ceremonias), pensar en lo que me enseñó, lo que le aprendí y cómo todos los días me esfuerzo por merecer ese título de hermano. Cada cosa que hago en la vida, cada mañana que me levanto a trabajar y construir mi empresa es pensando en él, todo es por él y por mi mamá. Tengo la inmensa fortuna de no tener arrepentimientos personales, de no sentir que dejé de hacer algo, de sentir que pude hacer más, o hacer algo diferente. Tuve la bendición de pasar su última noche al lado de su cama, con su mano entre las mías. De darle un abrazo unas horas antes de que se me fuera, de que se nos fuera a todos. Y aunque duele mucho, muchísimo, es el dolor normal de la vida. Es nostalgia y no arrepentimiento.
Por eso esta entrada de hoy, además de ser un homenaje para el adorado y admirado por muchos profe Gamboa, es para todos los que nos quedamos acá recordando a los que se fueron, especialmente para mi familia paterna. Vivamos la vida con entereza. Podemos vivir la vida honrando la memoria de los que se nos fueron, siendo las mejores personas que podemos ser, en todo sentido. No vivamos con rencores, con envidias, con tristezas. Esta vida es muy corta como para desperdiciarla en esas cosas.
Vivamos intensamente, vivamos con ganas, vivamos amando a los que nos aman. No descuidemos a nuestros hijos, papás, hermanos, primos o ahijados por andar trabajando. Yo sé que esta vida es difícil, pero ni toda la plata del mundo cambia 10 minutos de reírse con ese niño de 2 años que nos ilumina con un abrazo cuando nos saluda mientras grita «MIIIIIISHHH» (así me dice mi ahijadito más chiquito, acá entre nos).
No dejemos que el trabajo nos absorba y nos olvidemos que tenemos seres amados alrededor. No dejemos que los rencores nos carcoman. Casi todos los problemas y disgustos en la vida son por mala comunicación, y si no nos damos la oportunidad de comunicarnos, de entender al otro, vamos a seguir disgustados, puede que sin razón. No esperemos a que se nos muera alguien para pensar en esas cosas. No esperemos a que se nos muera alguien para arrepentirnos, porque ahí ya no sirve para nada. Agarremos el teléfono y llamemos a nuestros papás (o a la persona que quieran) y digámosle de corazón que la amamos. No lo digamos como muletilla, digámoslo en serio, con ganas, que se sienta. «Oye, en serio, ¡TE AMO!» Te quiero, te extraño, me encanta hablar contigo. Qué se yo, ¡digan lo que quieran! Pero desde el corazón.
Vivamos con gallardía, seamos tan buenas personas, tan honestos, que nos den ganas de sacar pecho. Que podamos mirar a los ojos a cada persona con la que nos crucemos en la vida. Que los que ya se nos fueron se sientan orgullosos de nosotros mirándonos desde el cielo. Vivamos como si quisiéramos vivir.
PD: Mamá, ¡TE AMO!
Tengo varias cosas por contarles. La primera es que volveremos a hacer «A Trino Herido», ese programa que hacíamos hace como 2 años. Con Diego Giraldo y una voz femenina que aún estamos por definir. Les voy contando en mis redes sociales.
Por otro lado, ya definimos fecha del siguiente taller de marca personal. El lunes 16 de abril nos vemos acá en TrendHouse y la pasamos rico. En esos talleres uno se divierte mucho y conoce gente bacana. Por eso me gusta hacerlos 🙂 Toda la info la encuentran en este enlace.
Eso es todo por esta semana. Me gustaría mucho conocer sus historias, seguro a más de uno le pasa igual y también tiene uno de esos ángeles motivadores en el día a día. Cuéntenme. Y nos tomamos un tinto.
Ya saben que también podemos hablar en Redes Sociales. Me encuentran en Twitter, Facebook, Linkedin e Instagram.
Un abrazo para todos, como siempre gracias por leer, comentar y sobretodo compartir. ¡Chau!
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Algunas entradas anteriores: «Le pasó a una amigo: La Tenista«, «¿Rato o Amanecida?«, «La falta de palabra«.
Omar!
Yo tengo un ángel que me dejó cuando tenía 11 años, y es mi motor de vida. También profesor, me enseñó a amar los números y se que algún día podré ser profesora cómo él…
Precisamente hoy me vi una película que deja un mensaje hermoso (no sé si la viste, COCO) y es que solo muere quien no es recordado.
Mi abuelo nunca ha muerto para mí, ni morirá. Lo llevo presente en cada etapa de mi vida, mi inspiración y mi ejemplo. Tuvo que partir porque su tiempo en este mundo ya terminó y fue perfecto, aunque duela aceptar su partida. Nuestros tiempos solo se cruzaron 11 años, pero eso fue suficiente para que dejara en mí lo que me inspira.
Sé que algo tendrás muy grato para recordar de él y mantenerlo vivo en tu corazón. El tiempo de ustedes también fue perfecto.
Abrazos!
Pdta: me hiciste recordarlo una vez más 🙂
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Muchas gracias por compartir tu historia, Vivi. Un abrazote.
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Hola Omar. Dos cosas de tu escrito de hoy:
1- Hace ya algún tiempo cuando empezó a repuntar el finado físico, a mediados de los noventa, y por culpa de Discovery channel, me interesé en las teorías que planteaba Hawking, ah! y me pille la película pero mas por ver a Felicity jones, debo confesar. Y en conclusión si bien él tuvo una mente brillante, su logro claro fue centrarse y describir el sentido común y plantear lo mas lógico, que en un principio se percibió como una connotación irónica de lo que no se podía explicar. Su punto sobre la casualidad es tan extenso que por algo la llamo Del Todo. Que en suposición agrupa diferentes fenómenos de la física y los entrelaza en un orden de escala, y que progresivamente se arman racionalmente para dar en sentido cuántico a lo que no se puede saber con certeza y desvirtuar el punto creacionista. Como que antes del big bang tampoco existía Dios, Concluyó.
2- La pérdida de un ser querido, a no ser que uno sea un total insensible siempre te pone a reflexionar sobre la vida y la muerte, en la trascendencia de una existencia así no se sea religioso y en recordar hechos de vida que casi siempre son buenos y nostálgicos.
La mejor manera como lo escribís al final es vivir bien y de buena voluntad. Y con los seres queridos es mejor demostrar el amor con lealtad, que solo expresarlo o prometerlo banalmente.
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Muchas gracias por el valioso aporte, Simón. ¡Un abrazo!
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Qué reflexión más bonita y emotiva dejas en esta publicación… debo confesar que se me inundaron los ojos al imaginar ese momento que describes, cuando pasaste los últimos momentos con tu hermano. Mucha fuerza y un abrazo cariñoso y reconfortante para ti. Te extraño!
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Muchas gracias, Eli. Bonito saber de ti.
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