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“Son demasiado femeninos”.

 Esa fue la frase de mi hija de 9 años cuando la llevé la semana pasada a comprar su disfraz para salir a pedir dulces hoy.

No le gustó ninguno.

Sin pelos en la lengua, fue descartando todos los que veía. Demasiado rosados, exageradamente apretados, muy rojos o muy negros,  faldas incómodamente cortas, materiales profundamente transparentes o delgados. No se sentía para nada identificada con la “gata felina”, “la muñeca vampira”, “la enfermera sexy” o la “bruja rebelde”.

Todos le parecieron “demasiado femeninos”, dejándome entender que lo que yo califico como muy sexy, provocador o vulgar para ella es, repito, “demasiado femenino”.

En su cabecita  “lo femenino” tenía las características que los disfraces buscan resaltar.

Entonces  intentamos escoger otros en la sección de niños.

Pero tampoco funcionó. Los tildó de aburridos, demasiado conocidos, muy masculinos o para nada creativos.

Tenía toda la razón.

Por eso tengo una conversación pendiente con ella. Una en la que hablemos de lo que significa ser mujer o ser hombre, niño o niña.

Hablaremos también de lo que el mercado puede hacerle a pequeñas mentes curiosas y despiertas como la de ella. Mentes que aún no están del todo contaminadas por los estereotipos de nuestra cultura.

También conversaremos de la sensualidad, pues sin duda estos atuendos – en especial los de las niñas – están hechos para explotar esa parte de nuestra humanidad incluso cuando a estas edades ni siquiera saben lo que significa.

Buscaré la forma de explicarle que no estoy en contra, ni me molesta la exposición de nuestros atributos físicos. O de querer, de vez en cuando cambiar de identidad para convertirnos por un día en la “mujer maravilla”, “la necia enfermera” o “Drácula en versión mujer sin la capa y con escote”.

Pero no porque se imponga un modelo o el mercado nos obligue. Mucho menos por que no podamos contrarrestar la presión de grupo, sino porque lo decidamos sana y conscientemente.

Le mencionaré la importancia de medir las motivaciones reales que hay detrás de querer exponerse y de las influencias milenarias inscritas en nuestra cultura que sigue siendo muy machista.

La conversación no será difícil.

A su corta edad es claro que no se deja convencer por las presiones del mercado y que es ajena a los estereotipos. O mejor, que los rechaza y no le preocupa lo que digan. No en vano escogió, para hoy,  encarnar a un osito grande y barrigón.

Mi tarea acá no termina.

Serán muchas las conversaciones sobre el mismo tema.

Las enfermeras sexis tienden a anestesiar, sin duda, a los osos barrigones.

Por @Silviadan

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