«En una conferencia con guerrilleros presos en La Picota, el máximo líder de las Farc, dijo desde La Habana que el Gobierno le metió un mico al Acto Legislativo, al condicionar su entrada en vigencia con una victoria del plebiscito por la paz. “No nos gusta el artículo 5 del acto legislativo, le metieron un mico a eso pero vamos a buscarle la comba al palo, estamos jugados por la paz y la vamos a conseguir”, afirmó. Las Farc han repetido en numerosas ocasiones que ven el plebiscito como una imposición unilateral del Gobierno y que prefieren una consulta popular. Le metieron un ‘mico’ al acto legislativo: Timochenko. El Heraldo, sábado 11.06.2016
Resulta muy pertinente a la forma de ser de los colombianos, que mientras se adelanta un proceso de negociación en La Habana –que todos sabemos no traerá la paz como ha sido presentada, pero sí es el comienzo de la solución de un conflicto-, y salvo la marcha de abril de 2013, semejante suceso ha caído en el habitual marasmo de la participación social en nuestro país.
En esa división telúrica entre santistas y uribistas, son más bien estos últimos los que recientemente han puesto gente en las calles y escozor en los medios de comunicación, con una manifestación contra el gobierno de Santos y su proclama de la “Resistencia Civil”, un ambiguo bautizo para una respetable y colectiva discrepancia.
Pareciera que la negociación con la guerrilla de las Farc se estuviera realizando para ponerse en marcha en otro país. Y que los colombianos, todos, no fuéramos los que vamos a tener que implementarla no solo en términos de convivencia, perdón, tolerancia e ingestión de batracios, sino en el físico esfuerzo de nuestros apaleados presupuestos con miras a tener un mejor país.
Por eso es que el presidente Juan Manuel Santos repite a diestra y siniestra que la paz no es de él ni de su gobierno, sino de todos los colombianos; pero pareciera que todos los colombianos pensaran que la paz no es de ellos sino de Santos, su gobierno y las Farc.
¿Por qué somos así, como inquirió el profesor Emilio Yunis Turbay?
Mirar para otro lado
Los observadores de la historia del país siempre se sorprenden por la extraordinaria pasividad cívica, política (en el buen sentido) y ciudadana de los colombianos. No nos mueve nadie. Nada. Aunque las tres –el civismo, la política y la ciudadanía- en nuestro país permanecen en la era del hielo, todos mascullamos que es esa indiferencia uno de nuestros grandes lastres nacionales. “Por eso es que estamos así”, le decía recientemente una oyente a Julio Sánchez Cristo en La W, al debatir el tema del pernicioso asbesto. Y “por eso es que estamos así” es una idea colectiva, que sin embargo, no nos saca de las casillas en que contenemos nuestra inconformidad y seguimos en lo que ahora llaman aburridamente “la zona de confort”.
La comparación con otros países del círculo andino nos llena de vergüenza. En Ecuador, Perú e incluso Bolivia, las movilizaciones sociales cuando hay semilla de descontento con los gobiernos son masivas y permanentes, y las hay que han terminado poniendo presidentes de patitas en la calle o afirmándolos en sus cometidos.
También nos sobrecoge España, cuando causas diversas –pero para no ir más lejos, las acciones terroristas de la ETA, y el proceso de paz que lideró José Luis Rodríguez Zapatero- inundaban de gente indignada las calles de Madrid. Había civismo, había ciudadanía, había política, pero sobre todo había un país vivo, interesado en su suerte y su destino.
Aquí, no
Los procesos de paz donde quiera que se realicen tienen tres instancias comunes: una política, una internacional y una social.
En la primera, estamos como perros y gatos.
El ánimo pendenciero, el enfrentamiento virulento, los comentarios soeces, son el pan de cada día en las opiniones a los artículos sobre el tema de la paz. Y no se diga de la forma cómo se tratan los políticos confrontados, espectáculos de pelotera que se presencian en la arena del Congreso.
La parte internacional es la más vistosa. Ante el mundo, que el gobierno colombiano y las Farc pongan fin a un conflicto que comenzó a mediados de los años 40, pero que en lo referente a las Farc marca 52 años en el calendario, no produce sino admiración y celebración. En eso, tanto el presidente Santos como las Farc han cumplido un proceso de exposición orbital, del que las partes han recibido beneficios distintos, pero un común y universal respaldo a lo que aquí pueda pasar.
En lo social sí estamos cojos. La paz no ha tenido pueblo. Salvo las manifestaciones a favor y contra que se han mencionado, el apoyo no ha tenido contundencia de huracán. Y todo parece indicar que nos vamos a dar por satisfechos con salir a votar el plebiscito de bolsillo o la consulta popular que ahora llaman Plan B, si la Corte Constitucional no aprueba el primero. Lo bueno de esta última es que amplía el umbral a casi 13 millones de personas (tercera parte del censo electoral, y no los cuatro millones 500 mil en que se acomodó el plebiscito), a menos que el asunto sufra un reencauche legislativo a la baja.
Cuestiono el mecanismo de refrendación porque se están haciendo ataques a la Constitución y se está presentando un plebiscito con el que se buscan atajos para no respetar los umbrales y hacerle un fraude, una burla a la Constitución… Yo le hago un llamado a la Corte para que tome una decisión firme y no permita que se disfrace un referendo como si fuera un plebiscito, con el que se hace una burla a la Constitución del país. Eduardo Montealegre, ex Fiscal General de la Nación.
Y como en ambos (Plebiscito o Consulta) la pregunta queda reducida a un Sí o un No, el asunto puede ser de ganancia o pérdida, desviándose a hacer una evaluación del gobierno, que es lo que no se quiere. Si hay un umbral mínimo, la una y la otra también quedan convertidas en simbolismos y no en garantías reales, pues seamos sinceros, esas son las que dan el pueblo y la mayoría en una democracia, aunque haya quienes piensen con razón legal, que para eso están el Congreso y la Corte Constitucional.
Cualquier ciudadano puede poner en duda la sabiduría de una medida gubernamental y recurrir a los mecanismos previstos para cuestionarla; pero para que haya orden es necesario llegar a una instancia final en la que el ciudadano, pese a estar en desacuerdo con lo preceptuado, tenga que someterse a la voluntad del Estado, expresada a través de sus órganos regulares. Concepto del ex presidente Alfonso López Michelsen, citado por Alberto Casas Santamaría. Columna “El acuerdo escandaloso”, Revista Bocas, Mayo, 2016.
Mi opinión, y ya para terminar, es que este crucial asunto de la paz –al que yo creo no se opone nadie en Colombia, y sobre el que las voces discordantes no se cansan de aclarar que el problema no es el “qué” sino el “cómo”—, va a quedar a medias si no tiene dos componentes: suficiente y veraz información y una masiva participación popular.
Para que, como insiste el presidente, la paz sea de todos los colombianos.
Creo que el Presidente sería criticado con mucha fuerza si no hace un referéndum;
la gente diría que está asustado y está haciendo un trato que la gente no aceptaría
“Nosotros teníamos muy claro desde el comienzo que una vez tuviéramos un acuerdo tendríamos que tener un referendo. No había una forma en la que el Reino Unido, un país muy democrático, se pudiera imponer un acuerdo, tenía que ser votado…
A propósito de Colombia, ¿cree que el plebiscito es la mejor opción para refrendar los acuerdos de paz?
He estado pensando en eso y en realidad no puedo pensar en una forma diferente que sea verdaderamente democrática a menos que tengan un plebiscito, que tengan que votar por él; este mostrará la voluntad. ¿Cómo se puede saber si es aceptado? Es decir, sería muy complicado ver que los acuerdos pasarán al Senado porque eso no le da al público una expresión de apoyo. Eso es algo que he visto alrededor del mundo y con la mayoría de acuerdos de paz: se termina con un referendo porque se necesita que la gente hable. Creo que es lo más esencial.
¿Pero tener un plebiscito no implicaría exponer el proceso a la indecisión de la opinión pública?
En la democracia se exponen estas decisiones al público porque es el público el que puede escoger. Entonces puede escoger votando en una elección o puede escoger el referendo, pero negarle la oportunidad al público de una decisión parece algo muy peligroso de hacer. Es decir, Colombia es ante todo una democracia por lo que, por supuesto, la gente debe votar. Creo que el Presidente sería criticado con mucha fuerza si no hace un referéndum; la gente diría que está asustado y está haciendo un trato que la gente no aceptaría.
Cómo se puede garantizar una participación significativa?
Este no es un asunto único de Colombia. En el Reino Unido vamos a tener un referendo sobre la permanencia en la Unión Europea, que será definido por la participación. Si hay una participación baja, los antieuropeos van a ganar porque es precisamente la gente de edad la que está en contra de ella y la que vota con regularidad. La gente más joven, que es la que está a favor de la Permanencia, no vota frecuentemente. Entonces, la participación siempre es un asunto crucial en un referendo. ¿Cómo hacer que la gente vote cuando no tiene que votar? Se trata de inspirar a la gente, de hacerles sentir que el referendo es importante. Eso es lo que estamos haciendo en el Reino Unido, estamos tratando de convencer a la gente que vale la pena salir y votar para quedarse en la Unión Europea. Y creo que es lo mismo en Colombia. Si la paz no es considerada importante es muy difícil de entender, dada la historia del país durante los últimos 50 años. Cuánta gente ha muerto. Entonces, creo que la paz para los colombianos es crucial e importante, razón por la cual debe ser posible convencer a la gente para que salga y vote en el plebiscito». Jonathan Powell.
Consulte:
‘La mayoría de procesos de paz exitosos han tenido un plebiscito’. Jonathan Powell, asesor internacional de procesos de paz, dialogó con EL TIEMPO
Conozca diferencias y similitudes entre Referendo, Plebiscito, Constituyente y Consulta:
http://www.registraduria.gov.co/Referendo-consulta-plebiscito-o.html
MOTOR DE BÚSQUEDA: ESPERE EL DOMINGO 12 DE JUNIO DE 2016: ¿AMOR Y PASIÓN A LOS 80?
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