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«Una persona conocida era un ser maravilloso, de buena familia, amable, educado, inteligente. Era inquieto y tenía muchas ganas de trabajar por la sociedad; además, era un buen activista. Un día entró a militar en un partido político para desde allí, trabajar sus inquietudes sociales, poco a poco fue asumiendo responsabilidades y llegó a ocupar un alto cargo en el gobierno del país.
Este cargo implicaba manejar mucho dinero y tomar decisiones que afectarían a millones de personas; era su oportunidad para cambiar, para hacer lo que en su mente había que hacer, por aquello que había luchado tantos años. En el nuevo cargo tenía chofer, secretarias, asistentes, en fin, mucha gente a su cargo, y una agenda tan ocupada que no le permitía ni siquiera ver y ser consciente de lo que realmente le estaba sucediendo.
Pasaron los años, un buen día sonó el teléfono, lo cojo y oigo la voz de esta persona. Me contó que había pasado no sé cuantos años en la cárcel por haber aceptado dineros a cambio de favorecer a determinadas personas, políticos y/o grupos económicos. Hoy está recuperando el tiempo perdido y trabajando internamente su proceso, lo que le sucedió en esos años. Ha meditado una y otra vez el poema de SANTA TERESA ¿Ves la gloria del mundo? Es la gloria vana; nada tiene de estable, todo se pasa. Aspira a lo celeste, que siempre dura. Poco a poco ha logrado la paz interior, así como la sabiduría de que todo es impermanente, interdependiente y está en movimiento. ¿Algo rara esta historia?
Esperemos les sirva y además le sumamos esta imagen, que vale más que …
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