Es fácil subestimar a una persona cuando uno no la conoce. Algunos ignoran de qué habla Gustavo Petro cuando cita a Foucault en su blog para validar sus títulos académicos y otros ignoran de qué hablan sus hijos cuando mencionan a Germán Garmendia. Y más aún intentan negar su importancia refiriéndose a él como «un youtuber», como si eso fuera sinónimo de ser injustamente famoso. Ignoran que hay millones de youtubers no-famosos. Es normal como en todas las actividades humanas: no todos los sastres son Arturo Calle, no todos los directores-actores-guionistas de cine son Woody Allen y no todos los youtubers son Germán Garmendia.
Quizás muchos no hayan caído en cuenta de que el canal principal de Germán en youtube tiene hoy 27 millones de suscriptores. Ya quisiera tener esa audiencia cualquiera de los importantísimos canales de televisión.
Y eso sólo en el canal principal, sin contar los 12 millones y medio de suscriptores (hoy) del canal secundario JuegaGermán, en el que hace tonterías. Sí, tonterías humanas de las que la televisión se avergonzaría pero de las que todos hemos querido compartir con los amigos. Ver ese canal dará material suficiente para que quienes lo prejuzgan puedan decir «¿sí ven? ¡Yo tenía razón! Allí publica videos posiblemente sin guión ni estructura, distintos a los que pone en el canal principal, que tiene un aporte inmenso al lenguaje audiovisual actual de Vlog. Ha desarrollado una narrativa ágil y con elementos de stand-up comedy que ya muchos siguen y repiten.
Pues estos son los suscriptores de un solo youtuber, que hace sus videos él solo, sin camarógrafos, sin editores, sin agencias de publicidad, lanzamientos con superestrellas, BTL, ni avisos de prensa. Cada capítulo de lo que yo considero el más importante video podcast del mundo hispano (sí, para mi es un podcast porque me puedo suscribir a él y recibirlo cada vez que Germán publica un nuevo episodio), puede llegar hasta a 30 millones de views. El más reciente, el video en el que anuncia su presencia en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, llevaba 6.525.869 reproducciones cuando escribí esto. ¿En cuántas irá ahora?
Lo que ocurrió el sábado 23 de abril de 2016 es un hito: se agotaron las boletas para entrar a Corferias y los otros eventos programados para ese día se quedaron sin público, porque no pudieron entrar más personas al recinto. Pero ¡Los que entraron pagaron por entrar! Nada que decir, Corferias, tu modelo de negocio funcionó tan bien como jamás lo habías imaginado: cobrarle a la gente por entrar a que se gasten su platica en tus comercios por los que también estás cobrando. Yo también quisiera montar un negocio en el que le cobre a ambas partes de una transacción comercial. Pero parece que esta vez el público sólo quería entrar a conocer a Germán, aunque para eso tocara comprar el libro. Y de hecho, ¿hay mejor lugar para guardar un autógrafo? Un libro (aunque sea libro-revista) es el mejor de los souvenirs.
Y nada es precisamente barato allí dentro, ni los stands para expositores, ni la comida para los asistentes ni las boletas de entrada. ¿Es sostenible que nos sigan cobrando a todos por entrar a que nos cobren más? ¿Qué pasaría si un día decidieran cobrarnos la entrada a Unicentro?
«¡Hereje!» Me dirán algunos ¡No compares hacer mercado en el Exito con acceder a la cultura en la Feria del Libro.
«¡Por eso mismo!» Dirán otros, si no le cobras a alguien por entrar a mirar pantalones y zapatos ¿Por qué le cobras por entrar a mirar libros?
¡Por las conferencias y por las firmas de autógrafos de los escritores!
Por eso mismo. Es decir… le cobraron a las personas que querían conocer a Germán. Y todo salió como estaba planeado. ¿Verdad?
Pues ese día, 23 de abril, mientras en Corferias todos se apretujaban por obra y gracia de la presencia de Germán en la Feria, yo intentaba hacer el lanzamiento de mi quinto libro: Todo Sobre Podcast 2016. Y como soy autor plenamente independiente, había pensado en ir a hacer una transmisión de video de Facebook desde la plazoleta de eventos de Corferias, para demostrar que siendo «chocoloco» independiente y des-editorializado podía lanzar libros electrónicos en la Feria sin hacer parte de ella. Un acto de rebeldía intrascendente y banal, yo sé. Soy consciente al menos de eso.
¡Menos mal que no fui! En twitter y en Facebook varias personas me aconsejaron hacerlo igual con transmisión de video pero desde mi casa, para poder regalar códigos de descarga del libro y para tener algo más de concentración que en la caótica Corferias de ese día.
Aquí está el testimonio (qué ironía, en Youtube) de lo que pasó en mi atípica «rueda de prensa virtual» para presentar un libro sobre podcast, sabiendo que es algo que apasiona sólo a pocas personas, aunque cada día somos más y «jalamos más parejo»… como diría Molotov.
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