Formular el problema es el principio de la solución. En esta difícil travesía, debemos reconocer cuáles son los accidentes que nos impiden superar un camino sin salida y cada vez más alejado de nuestro propio destino. Los colombianos en el exterior, como todo el mundo, tenemos problemas; pero primero debemos reconocer esos retos para después afrontarlos.
Existen varios problemas estructurales que nos ponen a caminar a ciegas: el Estado ausente, la corrupción, la polarización y la crisis de representación. En esta ocasión, haré referencia a este último punto.
Es incomprensible que Colombia tan solo tenga dos representantes para más de cinco millones de connacionales en el exterior. Por ejemplo Ecuador, un país con menos población y territorio que el nuestro, puede elegir a seis congresistas para que representen a dos millones y medio de ecuatorianos que residen por fuera de su nación; mientras que los colombianos en el exterior, para las elecciones de 2018, solo podremos elegir a un representante para más de cinco millones de colombianos que estamos fuera del país.
Los colombianos en el exterior no tenemos una representación acorde con lo que en realidad somos y sumamos. Desde 2002, ningún partido político electo para representar a los colombianos en el exterior ha sabido darle solución a los verdaderos problemas de la migración colombiana. Ni el Partido Liberal, ni el Partido de la U, ni el movimiento político religioso Mira, han logrado interpretar las problemáticas de los colombianos en el exterior para convertirlas en soluciones reales y efectivas.
Tenemos una representación política desconectada de la ciudadanía, que solamente la busca cada cuatro años en época de elecciones, y nunca le consulta nada con relación a su futuro o su destino. Los representantes no han tenido la capacidad de hacer un control político serio, responsable y con el suficiente peso como para exigirle al gobierno que cumpla sus obligaciones para con la migración colombiana.
Los partidos políticos solo se preocupan por defender sus intereses de partido y se olvidan por completo de los más de cinco millones de colombianos en el exterior y sus familias. Salvo mínimas excepciones, es sorprendente descubrir como la gran mayoría de proyectos de ley que defienden los representantes de los colombianos en el exterior, poco o nada tienen que ver las necesidades de la comunidad migrante.
Ante la problemática aparece en el siglo XXI la revolución tecnológica como un instrumento de comunicación y expresión para un colectivo disperso como el de los colombianos en el exterior. Internet y las redes sociales funcionan como herramientas para el cambio, pero requieren de manos y cabeza que las sepan utilizar. La tecnología puede transformar lo imposible en realidad, pero necesita de brazos que la usen, porque por sí sola no puede hacer nada.
El segundo paso, es procedimental y requiere comprender que si como migración colombiana, no nos organizamos para solucionar nuestros problemas, nadie vendrá a hacerlo por nosotros. Debemos inscribir nuestras cédulas en los consulados, para aumentar el potencial electoral, que en este momento tan solo corresponde al 10% del total de colombianos que residimos en el exterior. La única fórmula para lograr una representación verdadera, pasa por la unión y conformación de un movimiento ciudadano de y para la migración colombiana que pueda participar en las próximas elecciones de 2018 y se instaure con una agenda global en el mediano plazo.
El tercer paso es la consecuencia de los dos primeros, es el producto de cambiar la forma de pensar y de activarse alrededor de un movimiento conformado por la migración colombiana. El resultado sería llegar al Congreso, pero con la ciudadanía migrante, es decir con los colombianos en el exterior, las familias transnacionales, la población retornada e incluso los extranjeros en Colombia. No deberá ser una competencia de los unos contra los otros, sino una acción colectiva de los unos con los otros.
Esto implicaría superar la crisis de representación de los actuales partidos políticos, significaría aumentar la participación en los asuntos democráticos, supondría detentar un peso dentro del sistema político y obtener visibilidad legítima ante el Estado, el gobierno y los partidos. Los cambios se pueden hacer desde adentro y la ciudadanía migrante está con toda su capacidad, fuerza y emoción para hacerlo.
Los colombianos en el exterior llevamos años transitando por el camino equivocado, es hora de cambiar los pasos.
Twitter @JavierUrreaC | Facebook Javier Urrea
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