—Messi, para qué te traje, ¡Messi! — grité desesperado cuando Lionel desperdició una clara oportunidad de gol. Yo les contaba, en “Che, sos un fenómeno…”, cómo me aficioné al Deportivo Cali y a la selección alemana; también, que la mayoría de los jugadores extranjeros que llegaron eran argentinos, y lo siguen siendo. Unos tipos queridísimos, identificados en el campo de juego normalmente por apellidos poco comunes en nuestro país. Unos tipazos cuando los entrevistan, en general, son muy buenos jugadores. Muchos se han vuelto ídolos de los equipos colombianos, generando una grata recordación entre los aficionados. Pero cuando se juntan en su selección, ¡líbrame dios! No hay con qué agarrarlos, su ego se dispara “al infinito y más allá”, se vuelven impotables por su suficiencia, se tornan rudos, usan artimañas, a veces se les olvida hasta jugar. De verdad que me la vuelan. ¡Me sacan la piedra! Ja, ja, ja.
Imagen 1. Estadio repleto de aficionados. Tomado de Pexels en Pixabay.
Mat, mi hijo de catorce años, se volvió muy aficionado al fútbol y conoce muy bien a muchos jugadores de las grandes ligas, me sorprende todo lo que sabe; además, les sigue su trayectoria. Suele contarme historias o noticias de los futbolistas o de algún equipo, así me mantengo actualizado. Entre sus jugadores favoritos están Cristiano Ronaldo y Lionel Messi. Le encanta el Manchester United, es hincha del United, afición heredada de Mari, su hermana. Vemos partidos europeos, en especial los de la Premier League, la liga española y por supuesto, la Champions League. Con el mundial de Qatar se nos alborotó la fiebre de fútbol, hasta álbum llenamos. Antes de iniciar el mundial mis favoritos para ganarlo eran Alemania, por obvias razones, y por sus nóminas Brasil, Argentina, Inglaterra y Francia.
Imagen 2. Mi selección favorita para ganar el mundial de Qatar. Tomada de ASSY en Pixabay.
A madrugar se dijo
Ya estábamos en pleno mundial y un día Mat me preguntó:
—Pa, ¿madrugamos mañana a ver el debut de Messi y Argentina? —el partido era a las cinco de la mañana, me tomó fuera de base, lo miré sorprendido. Él sonreía y en su cara se reflejaba un expresivo “por favor, por favor”.
—Listo —le contesté con desgano, ¿cómo decirle que no? —Ojo, pero solo te llamo una sola vez, sino te levantas, te lo pierdes —le advertí.
Conociendo el gran equipo que tenía Argentina, a diferencia de Arabia Saudita, todo presagiaba un triunfo sin discusión alguna, y quizás una goleada. A la mañana siguiente lo llamé poco antes de las cinco, se levantó como un resorte, yo ya tenía el canal internacional sintonizado, entre el público se destacaban miles de hinchas argentinos emocionadísimos, nos acomodamos en el sofá. Salieron los equipos, se formaron en el centro de la cancha, el locutor efusivamente decía — “Vamos Argentina, vamos selección, ¡vamos por una nueva ilusión!” —. Todo era fiesta. Y arrancó el partido, los gauchos se veían superiores, ordenados. Crearon oportunidades de gol. Y llegó el primero de Argentina, quien sino Messi, el ídolo, de penal la metió luego de una falta sobre Leandro Paredes, aquel estadio explotó de la alegría. Y mi hijo, ¡feliz! ¿Y yo? Normal, me pareció bien, no lo festejé, solo aplaudí. Luego Argentina fue una máquina, arrollaba a su contrincante, cómo será que le anularon tres goles por fuera de lugar, dos a Lautaro Martínez. Así termina la primera parte.
En el segundo periodo, al saltar a la cancha se ve una Argentina confiada y segura, muchos salen mascando chicle. Poco después del pitazo inicial, en una rápida jugada, en el medio del campo, la pierde Lio Messsi, Arabia en dos toques llega al área rival, Al Sheri remata al marco y gol. Gol en el minuto 2 del segundo tiempo, nadie se lo esperaba. Los argentinos se ven desconcertados. Al minuto 9, luego de un rebote, Al Dawsari toma el balón dentro del área albiceleste, elude uno, a dos contendores, espectacular jugada, remata y “tomé y llevé” el segundo de Arabia Saudita ¡qué golazo! Alborozados celebran los asistentes de medio estadio. Hay desconcierto en la tribuna azul y blanca, y en nosotros también. Los narradores argentinos no salen de su asombro.
¡¿Que carajos está pasando?! Scaloni, el director técnico, efectúa tres cambios de una vez, entran Enzo, Julián y Lisandro, todos jugadores de la nueva camada. Arabia se para bien en la cancha. En una de esas, Leo hace un pase en diagonal, Angelito Di María aparece como una tromba, esquiva al defensa, le da con la pierna derecha, con “la mocha”, el portero la atrapa sin problema, ¡no! Uy, tocata argentina minuto 83, viene el empate, centro de Di María, va la bola, solo Messi, sin marca alguna, salta, hace un sostenido y cabecea, —golazo —grito — ¡nooo! —la envía a las manos del arquero, quien se arroja y la aferra. Lo regaló Lionel, ¡se lo comió!
—Messi, para qué te traje, ¡Messi! —enfatizo lastimeramente, con desconsuelo, casi llorando, parodiando al narrador argentino “Bambino” Ponds, frase que usa cuando un jugador desperdicia una clara opción de gol, botándola, mejor dicho, cuando la embarra. Mat se reía al ver mi destemplada y trágica actuación.
Terminó el partido 2-1 a favor de Arabia, confieso que quedé aburrido. No me esperaba ese resultado, me imagino que nadie en el mundo. Mi hijo y yo nos mirábamos extrañados, incrédulos con lo que había pasado. Se dañaron muchas “pollas”, apuestas y vaticinios. ¿Valió la pena la madrugada? Pues sí, todavía quedaban oportunidades para clasificar.
Un viaje a Bogotá en pleno mundial
Pasaron varios partidos para la Argentina, algunos de ellos muy sufridos, qué tal aquel contra los Países Bajos, donde en el minuto 82 ganaban 2-0, prácticamente lo tenían asegurado, y en el último minuto les empatan. Se tuvieron que ir hasta la tanda de penales, donde afortunadamente ganaron y lograron llegar a la final después de triunfar sobre Croacia. Nosotros cuatro, mi esposa, mis dos hijos y yo, nos encontrábamos en Bogotá entre el 16 y 19 de diciembre. Justamente, el domingo 18 era la gran final de la Copa Mundo, a las 10:00 a.m., entre Argentina y Francia. El sábado organizamos todo y lo dejamos listo, para ir exclusivamente ese domingo a desayunar y ver el partido. Mi familia estaba entusiasmada y le hacía mucha fuerza a la Argentina y especialmente a Messi. —Es lo único que le falta por ganar. ¡Ya es justo! — comentaban. —Sin contar que es muy buena persona, un tipazo —.
Aquella noche me fui a la cama pensando en el partido. Francia me parecía muy buen equipo, aunque hubiese preferido que llegara a la final Inglaterra. De repente, “vi la luz”. Me imaginé la formación de la selección argentina, entre ellos Nicolás, Lisandro, Rodrigo, Enzo, Alexis, Angelito, Julián, Paulo, ¡mi favorito! Sí, Paulo Dybala… Pucha, ¿Cuándo pasó? Yo los trataba con mucha deferencia, como si fueran de la casa, con tanta familiaridad que ya los llamaba por su nombre propio y no por su apellido, parecía que fuera el equipo de los muchachos del barrio o del colegio. Ahí caí en cuenta que después de mucho tiempo por fin los veía como un verdadero equipo, todos halando para el mismo lado, cumpliendo la función que le correspondía, no supeditados a la brillantez de un solo jugador, de su máxima estrella. Este sí era el equipo, si no era ahora, entonces ¿cuándo? Esa noche decidí irme con toda por Argentina y hacerle barra junto con mi familia.
Acomodándonos en el lugar elegido
Llegamos al sitio donde habíamos reservado para presenciar la gran final de Qatar 2022, un restaurante especializado en alitas de pollo, de los que, independiente donde te sientes, siempre tendrás un televisor al frente, mejor lugar para ver la final, ¡imposible! Ah, y ubicado en Chapinero sobre toda la carrera Séptima, mejor dicho, estábamos de “septimazo” por Bogotá. Amablemente un mesero nos indicó que debíamos esperar porque abrían a las 10:00 a.m., ¡a la misma hora del partido!
—¿Qué? ¡Cómo se les ocurre! ¿No puede ser? — casi me da un soponcio — ¿Y ahora qué? —me fue cogiendo un desesperito.
—Pa, tranquilo. Te tengo la solución perfecta —me sosegó Mari mientras señalaba una tradicional cafetería ubicada al frente, al otro lado de la Séptima.
Ni cortos ni perezosos nos fuimos a desayunar a dicho lugar. Ofrecían café, chocolate, jugos, huevos al gusto y los tradicionales tamales, caldo de costilla y changua, arepas, chorizos, había de todo. Tocó “sacrificarnos” con un delicioso desayuno santafereño, “todo regio mi chato querido”.
Terminamos y rápidamente nos fuimos al otro establecimiento, nos ubicamos en una cómoda mesa. El lugar se llenó casi de inmediato, unos se sentaron en mesas y otros en la barra. Noté que dos grupitos eran aficionados de Francia, los llamé para mí “los parisinos”, el resto, estaba con Argentina. Salen los dos equipos, curiosamente, el que gane se llevará su tercera Copa Mundo. Hay nerviosismo y entusiasmo en el ambiente, los narradores en la TV son argentinos, se imaginan la pasión.
Imagen 3. La familia alrededor del fútbol.
Un primer tiempo soñado
Todo es un espectáculo inigualable. Inicia el partido. Argentina muestra su solvencia como equipo, a medida que avanzan los minutos se impone su superioridad. Su entrenador da instrucciones desde la raya, en el banco del cuerpo técnico, veo al calidoso de Pablito Aimar. Cuando pierden el balón, Scaloni los acosa a marcar, incluidos delanteros, todos a recuperar la pelota. En el minuto 20 del primer tiempo, pase de Alexis a Julián quien la puntea para Angelito Di María, este hace un amague, saca a su marcador, quien lo traba por detrás dentro del área… penal. Lo cobra Messi y adentro, el locutor se quiere enloquecer, nosotros celebramos, 1-0. Continua el partido, Scaloni sigue desde la raya gesticulando para que siempre tengan el balón. En una de esas, minuto 35, otra vez la misma, Messi a Julián, toque a Alexis, quien se la cruza a Angelito y de una ¡gooool! Brincamos, nos abrazamos, arrolladora la selección. El narrador y los comentaristas están que lloran, así se van al descanso, 2-0.
Para el segundo tiempo sigue la presión y dominio de Argentina. Miro sin apasionamientos y me doy cuenta de que Scaloni es un teso, le aplicó una vieja táctica a Francia, todos juntos para defender y todos juntos para atacar, es una versión moderna de la “Naranja Mecánica”, aquella Holanda del 74 y 78. Me le quito el sombrero. Así ahogaban a Francia, esta se ve desdibujada, no advertía por donde les pudieran llegar. Igual la percibían los comentaristas deportivos, una selección gala desconcertada, perdida. En las dos “mesas francesas”, no modulaban, solo miraban las pantallas con cierta desilusión.
La resurrección
En el minuto 60, Rabiot bloquea un intento de Messi en plena área, era el tercero para sellar la victoria. En el minuto 63, cambian al “Fideo” Di María, hasta el momento todo un tormento para la defensa francesa. Deschamps, DT francés, aprovecha e ingresa a Coman y Camavinga en el minuto 70. El partido sigue con la misma dinámica, Argentina superior. Sin embargo, 8 minutos después pase al vacío de Mbappé, Otamendi que no puede reventarla y Kolo Muani que se escapa y es derribado en plena área. Penal a favor de Francia. Nosotros confundidos nos miramos como buscando una explicación, hay silencio, los parisinos observan expectantes. Cobra Mbappé y adentro, gol, es el 2-1, los parisinos en sus mesas aplauden felices.
—¡Vamos, vamos! Todavía están ganando no se desanimen, falta poco —nos dice Mari efusiva, entusiasmada.
Continua el partido, nos serenamos, confiamos en que el encuentro termine así. Al ver que los gauchos se desconcentran y pierden la marca, los galos se envalentonan, yo me voy poniendo nervioso, me angustio. Atacan los franceses en campo argentino, rechazan la bola, el rebote le queda a Messi, avanza al medio campo, aguanta la pelota, lo presionan, la pierde con Coman, me paro y grito:
—Messi, para qué te traje… Messi. Che, no podés perderla así —me volví bilingüe, gesticulo y muevo las piernas como si estuviera dentro de la cancha. Mi familia me mira riendo, como pensando — “y a este ¿qué bicho le picó?”. Me achanto, tomo asiento.
Entre tanto, avanzan rápido, centro para Mbappé, la baja de cabeza para Thuram quien de pared se la devuelve, Kylian cayéndose de volea le pega al arco y gol, ¡golazo! ¡Oh là là! Nos quedamos mudos, no lo podemos creer, estamos atónitos; inexplicable lo que pasa. En el local, los parisinos deliran, aparece una bandera como por arte de magia y la baten con toda, brincan, se abrazan, alborozados cantan. Nadie se lo imaginaba, es el minuto 81, 2-2, empatan el partido en menos de tres minutos, ¡de tres minutos! Me tomo casi un vaso de agua de una sola sentada, ahora rezo para que se acabe el partido, estoy que le prendo una velita a “San Scaloni” para que se ilumine. Por fin finaliza, no salimos del desconcierto, hacemos comentarios. Mat sigue con la fe intacta y hace un par de apuntes que me vuelven la calma. Valen, mi esposa, me toma de la mano y me dice:
—Hum, ¿qué tal que fueras hincha de Argentina? Ya te hubiese dado un patatús —los cuatro soltamos una sonora carcajada. Mari me hace bromas al respecto, sigo riendo y me relajo.
Tiempo extra
Unos segundos antes de que se inicie la prórroga, todos en el local alentamos a cada selección, un mesero trae puesta una camiseta de la Argentina —“Voy a rezarle a Dieguito para que nos haga el milagrito y ganemos” — me dice en voz baja, lo miro confundido. Esos treinta minutos son una locura, un tome y dame, qué partidazo. En Argentina ingresa Gonzalo Montiel, quien a propósito en el minuto 107 toma la bola cerca de la mitad de la cancha y la lanza al campo rival, luego de tres rápidos toques Lautaro queda frente al arquero francés, remata, Lloris la tapa y el rebote le queda a Leo y la mete, gol, gooool, …goooolll. Saltamos, gritamos, nos abrazamos. Al relator argentino se le quiebra la voz. —Hay fuera de lugar, el VAR está revisando —dice un comentarista, yo sigo gritando e insisto que es gol. Efectivamente, el árbitro lo valida, 3-2. Llorando, el locutor dice —“Señoras y señores, gol argentino. Señoras y señores, por qué hay que sufrir tanto. Señoras y señores, por qué hay que sufrir tanto. ¡Vamos Argentina!” —. Ahora todo es felicidad y buena vibra.
Sin embargo, el narrador tenía toda la razón “Por qué hay que sufrir tanto…”. Minuto 115, tiro de esquina a favor de Francia, la bola queda fuera del área en los pies de Mbappé, dispara, salta Gonzalo con el brazo abierto… penal, no lo podemos creer. En las mesas francesas revolotea de nuevo la bandera, están que cantan la Marsellesa. Se escucha decir al relator — “No se puede creer, es una pesadilla. No se puede creer, ¡es una maldita pesadilla!” —. ¿Y quién cobra? Pues Kylian, se tiene una confianza ¡qué hágame el favor! Gol, 3-3. Adivinen quiénes están eufóricos, mis vecinos parisinos, aplauden a rabiar. En la pantalla se ve al presidente Macron, de mangas recogidas, con una sonrisa de oreja a oreja. Desconsolado digo:
—Espero que esto se acabe rapidito y se vayan a los penales. Ojalá que el arquero argentino se luzca, es el único que no me cae bien por bravucón.
—El Dibu Martínez es bueno, seguro que se tapa más de uno —me contesta Mat serenamente.
—¿O es mejor salirme y no ver el final del partido?
—Pa, ¡cómo se te ocurre! —dice Mari inquieta.
—Miren, es que al equipo que le hago fuerza siempre ¡pierde! Eh, qué bulto de sal tan bravo, ¿sí o no? —sonrío. Sin embargo, no me paro de la mesa, con entereza asumo mi destino.
Contemplo el reloj con ansiedad, minuto 122:40, han dado 3 más de reposición, ya se acaba. Balón largo francés, nadie la despeja, Kolo Muani entra solo al área, remata. — “Nooo. Juemadre, perdimos” —exclamo, a mí me va a dar algo. Pero como Flash Gordon aparece el Dibu, extiende la pierna y la rechaza, la salvó en el último suspiro.
—Dibu, ¡sos grande! ¡Inmenso! Sos lo máximo —grito a rabiar. Entre tanto el relator dice — “Lo que tapó el Dibu, no se puede creer. ¡Lo que tapó el Dibu es mágico!”.
El que peca y reza…
Ahora siguen los penaltis, en el restaurante se respira un ambiente de euforia, de entusiasmo y a la vez de nerviosismo. Que cosa tan estresante. Me pregunto, si yo estoy así, cómo estarán los argentinos, ¡madre mía! Se hace un profundo silencio, los inicialistas por cada selección son Mbappé y Messi, en ese orden, ambos aciertan. A Coman se lo tapa el Dibu — “Gigante, inmenso. Dibu, eres un crack” —zapateo. Ahora le toca a mi preferido Paulo, y ¡adentro! 2-1. Es alegría y tensión al mismo tiempo. Lo bota Francia, acierta Argentina, 3-1. La angustia crece. Patea Francia, y adentro, 3-2. Turno para Argentina, se acerca lentamente Gonzalo.
—Si la mete Gonza quedamos campeones —comento ansioso — Gonzalito, este es el desquite. ¡Pibe querido, vos sabés! —me vuelve el bilingüismo.
Mat nos asegura que a la fija convierte, que en River Plate se volvió un especialista en cobrar penaltis, además, que juega en el Sevilla. Se me quiere salir el corazón, nunca había visto una final de la Copa Mundo tan emocionante e incierta como esta.
Reina el silencio. Va Gonzalo, acomoda la bola, toma impulso, respira, avanza…explosión total, brincamos, gritamos, nos abrazamos, celebramos, veo algunos ojos encharcados. ¡Qué felicidad tan inmensa! Mis hijos no caben de la dicha, mi esposa baila. El restaurante es una locura. El relator, con toda el alma, gime, se le desgarra la voz — “Gol, goool, goooool. Somos campeones del mundo, somos campeones del mundo, la p*&% madre…” — emotivamente llora —“…36 años, 36 años tuvimos que esperar… gracias, Argentina de mí corazón…” —. Messi lo había hecho y se lo merecía ¡Bravoooo! Aplaudimos a rabiar, celebramos con toda.
Imagen 4. Messi recibiendo la Copa Mundo. Foto tomada de la transmisión en vivo.
Que dicha tan grande, no se nos quitaba la sonrisa del rostro, sentíamos un fresquito por dentro. Nos abrazamos y comentamos entusiasmados los momentos más emotivos de aquel loco encuentro. Nos quedamos un buen rato allí, aprovechamos y almorzamos. Sin saberlo, aquel día terminé siendo furibundo hincha de Argentina, y por fin me quité ese bulto de sal de encima.
Imagen 5. Felicidad total. Tomada de ktphotography en Pixabay.
Relato anterior
Una sorpresa de la mano de papá .
Referencias
“Para que te traje | Bambino Pons”. YFM. 12 jun 2013. Recuperado jun 2023 de https://youtu.be/Br_rMO-bhe4
“Argentina vs Arabia Saudita (1-2)”. Johnny Videos. Feb 2023. Recuperado jun 2023 de https://www.dailymotion.com/video/x8i9xrx
“Episodio 05: La Consagración en Qatar 2022”. Televisión Pública. 6 mar 2023. Recuperado jun 2023 de https://youtu.be/BN697BNZ5B4
“Y los sueños están para cumplirse”. Pablo Giralt. . Conductor de TV y Radio. Relator de fútbol. 21 jun 2023. Recuperado jun 2023 de https://twitter.com/giraltpablo/status/1671560989135732737?s=48
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