Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

A lo largo de este año, Rafael Calixto Escalona Martínez (1927) ha pasado más tiempo en la clínica que en su casa. Se ha repuesto de dos síncopes cardiacos e, incluso, dicen que milagrosamente, después de uno de ellos se paró a caminar más de un kilómetro, aunque no se lo crean ni los médicos.

Un año atrás, Escalona –el más célebre de los compositores vallenatos, autor de La casa en el aire o La custodia de Badillo– se preparaba para recibir el Grammy honorífico otorgado especialmente por la Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación. Uno de los máximos galardones recibidos, que ahora reposa en una repisa de la sala de su casa en el norte de Bogotá.

Hoy, ya no es el mismo, espera estar bien para recibir, en el teatro Colón, el Premio Aplauso a las Bellas Artes. Últimamente, con la salud de Escalona no se sabe. Un día entró a la clínica presenciar la salida de Diomedes Díaz, recientemente operado del corazón, y fue él quien se quedó hospitalizado 15 días. Porque se le baja mucho la tensión, explica su mujer, Luz Marina Zambrano, que lo acompaña a todas partes.

Al compositor más emblemático del vallenato, dueño del talento de dibujar anécdotas con las palabras, empieza a costarle expresarse. Se le nota el esfuerzo al decir: "Quiero estar sano, tener salud. Estar con mi familia, con la gente que me quiere y se ha portado bien conmigo y seguir, hasta cuando Dios quiera, en lo que pueda servirle al país y a la patria. Quiero alcanzar a ver la paz de Colombia".

Dice su hija Taryn que ha estado más decaído desde la muerte de Alfonso López Michelsen, en julio pasado. "López era su vida –afirma-. Cuando se murió Poncho Cote, se llevó un pedazo de su alma. Pero López se le llevó el resto. De sus amigos quedan Hernando Molina Cépedes, Andrés Becerra y Juan Félix Daza".

La hija, desde Valledupar, suspira con nostalgia, porque desde la muerte de Jaime Molina (en 1978), el maestro cada vez viajó menos a su tierra y, ahora, con su delicada salud, Taryn piensa que ya no resistiría montar en avión. "Cuando empezó a perder a sus amigos, se empezó a alejar de Valledupar –agrega-. Al morir Molina, empezó a alejarse, se fue a Barranquilla. Decía que no vivía más aquí para que no lo mataran a whisky. Porque a donde va le dicen: Maestro, tómese un trago".

Pero aún llama a Taryn frecuentemente y le pide que le pinte el valle: si hizo sol o llovió, si los cañaguates están florecidos o si el río está crecido.

Su mujer admite que lo ideal es que estuviera a nivel del mar. Pero el maestro ya está acomodado a Bogotá, donde vive hace años. Antes de que se agravaran sus quebrantos, la suya era una figura que –sobre todo cuando vivía en el centro- podían verlo caminar por la calle, vestido de abrigo, corbata y sombrero, rumbo al edificio del Congreso o buscando en Sanandresito cosas que regalarles a los amigos.

Ya no está haciendo conferencias. Últimamente ese era su trabajo. "Juntos montamos esas charlas, porque las regalías que recibe no alcanzan–explica Luz Marina Zambrano-. Los contratos que hizo Rafa dan tristeza".

Por eso, explica Zambrano, viajaron por el mundo de la mano de charlas como ‘Narrativa costumbrista e histórica del vallenato’: "La hemos dictado en Nueva York, España, Francia, Alemania y Holanda –cuenta su mujer-. Es el relato de cómo se formaron los aires del folclor, acompañadote conjunto en vivo. Rafa también narraba cómo nacieron sus canciones, porque a veces la historia que las inspiró fue más bonita que la misma letra".

Ahora, lo llevan en su Mercedes Benz anaranjado que data de los 70, de la casa en el norte bogotano a los controles en la clínica. Y aún en el camino a una de esas citas médicas, esforzando la voz, Escalona saca alientos para resaltar que el vallenato de sus sueños es el que ya hizo, el que ayudo a impulsar desde el principio, "las canciones narrativas, que cuentan crónicas reales, positivas, historias bonitas –dice–. Ahora eso a lo que le meten rock es otra cosa, su letra no dice nada. Ninguna letra moderna aprisiona sentimientos. Y el vallenato es un depósito de sentimientos, que deben ser como el perfume de las flores, que todo el mundo lo percibe…".

Rafa dice no tener en este momento ningún sentir aprisionado para alguna nueva canción, puesto que tan pronto llegan a su cabeza las composiciones nacen. Resalta lo que siempre ha dicho: que nunca escribió nada por encargo. Su voz se va cansando. El médico lo espera. El público de esta noche, en el Colón también lo espera. Ojalá esté de buen semblante para ir, pues con la salud de Escalona ya no se sabe.

Compartir post