Después de más de una semana de hablar del simulacro de terremoto y de recomendarle a todo el mundo lo que debería hacer, a la hora de la verdad me rajé en el ejercicio. Tengo que confesarlo.
Cuando sonó el primer pito de alarma en las instalaciones de El Tiempo, se suponía que todos teníamos que hacer el ejercicio de meternos debajo de los escritorios o protegernos en un sitio seguro. Sonó el pito y yo pensé que estaba seguro en la puerta de mi oficina. Al frente mío, los periodistas Martha Morales y Nicolás Congote se pusieron de pie, pero se quedaron ahí. Y lo mismo ocurrió con cerca de una decena de personas más que alcanzaba a ver desde allí. ‘Mire todos esos heridos’, dije. ‘Ya se les habrían caído los balastros de las luces encima’, argumenté, cuando Martha ya se estaba protegiendo mejor en el marco de una oficina.
Pero como el cura predica y no aplica, no me di cuenta que mientras decía esto, seguía recostado a la puerta de la oficina, que es de vidrio y que en un terremoto de verdad hubiera podido romperse.
Sonó el segundo pito, que nos indicaba que debíamos evacuar. Empezamos a hacerlo, muy juiciosos, pero el periodista Nicolás Congote me dijo que se quedaba ahí para ver lo que estaba pasando en otros sitios de la ciudad a través de Citytv. Yo estuve de acuerdo. ¡Error! Debí haberlo convencido de que saliera. Sin embargo, unos minutos después vi que él también venía a nuestro lado. Sí había evacuado.
Los brigadistas del periódico nos fueron indicando el camino a seguir hacia el punto de encuentro. También debo confesar que no lo conocía antes. Había mirado una ruta de evacuación, pero estaba convencido de que debía ir hacia el parqueadero. Y no, era hacia la zona verde que da a la calle 26.
Cuando traspasamos la salida estaba allí uno de los brigadistas, muy atento, teniendo la puerta para que la gente pudiera salir. ‘Si fuera de verdad, este hombre se hubiera convertido en uno de los héroes que dio su vida por tenerle la puerta a los demás’, pensé.
Seguí las indicaciones de los brigadistas y cuando me di cuenta, estaba caminando pegado a los vidrios de unas oficinas. ¡Nuevo error¡ Debía haberme separado un poco de ellos.
Bajamos las escaleras y en un momento sentí como si tuviera mucho afán. Quería como correr hacia adelante. Pero ahí me acordé de guardar la calma. Seguimos hacia el punto de encuentro y cuando llegamos me di cuenta de que no tenía ni siquiera un radio para saber qué estaba ocurriendo en otros lados de la ciudad. También constaté que había dejado el celular entre el carro, como nunca lo hago. Y, como si fuera poco, el pito que nos dieron para casos de emergencia, como un terremoto, lo dejé prendido a las llaves, muy buen guardadas en el bolsillo interno de mi chaqueta que, por supuesto, se me quedó en la oficina.
No pude, entonces, llamar a mi casa para ver cómo estaban mis hijos (a quienes les dije que no evacuaran porque me dio susto que algo les pasara bajando los ocho pisos de la torre, con todo ese mundo de gente detrás) y tampoco pude saber nada de mi chinita (como le digo a mi esposa), que estaba en su trabajo.
Así las cosas, nos quedamos en el punto de encuentro, sin saber nada de lo que pasaba en otras partes, hasta cuando los brigadistas nos dijeron que podíamos entrar. La evacuación duró 4 minutos y unos pocos segundos. El balance: cinco muertos. Tres de ellos, personas de eltiempo.com que no evacuaron porque tenían que seguir alimentando la página; una más, de la que no supe la razón; y otra, en el segundo piso, que no salió ¡porque le dolía el estómago!
En la empresa donde trabajo todo el mundo salió de una vez al primer pitazo por la puerta principal llena de vidrios hasta el 5 piso, hay una salida al parqueadero y de ahi a la calle más segura, por eso yo no salí, antes estripado que degollado, ja ja. De verdad que ni siquiera el personal encargado de organizar la evacuación pensó las cosas. Ya con mi niña de 9 años tuvimos la oportunidad en un temblor que hubo hace meses correr y colocarnos debajo de la puerta que más vigas tiene alrededor, lo hicimos con calma y fue la mejor oportunidad que tuve de explicarle y enseñarle a mi hija lo que tenía que hacer en caso de terremoto, Dios quiera que nunca suceda.
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En la empresa y en el edificio donde trabajo .. no hubo simulacro … realmente llevamos 3 años aproximadamente tratando de realizar un simulacro .. el cual no ha sido posible ..
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lo del simulacro ayer solo fue un tiempo de relajación para muchos en las oficinas. En la vida real, primero: un verdadero sismo de intensidad considerable no da tiempo para nada. Segundo: impera la ley natural de que debe vivir el mas fuerte (como pasa en la naturaleza) porque si se pusieran a hacer lo que recomiendan, prácticamente la población productiva sería sacrificada. Tercero, lo único que sirve en un verdadero terremoto es estar de buenas de estar en el sitio adecuado, por ejemplo una construcción con verdaderas normas antisismicas o en un espacio abierto sin peligros evidentes y saber que hacer después del sismo.
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Me di cuenta que en los parques no hay,-debería haberlos- espacios despejados sin cables y sin árboles donde uno pudiera quedarse sin correr el riesgo de que se le caiga un árbol encima. Me sorprendió la escasa cantidad de personas que participaron del simulacro en este barrio.
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Don Roberto, como siempre un placer leer sus posts (ojala escribiera más seguido), confieso que a mi también me dio duro el simulacro, no sabia para donde ir en mi oficina y termine perdido de todo el grupo, pero esto es muy bueno para identificar las rutas seguras
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