Asesinato de adolescentes en Tibú: consecuencia de un Estado impotente
La sangre le hierve a uno con una noticia como esta. El asesinato de un niño y un joven en Tibú es de un horror, que no sirve solo condenarlo, sino que nos debe llevar a la acción.
Son muchas las preguntas que tenemos y muy pocas las respuestas. La primera de ellas: ¿cómo es posible que la comunidad les haya dado a los dos el tratamiento de adultos? ¿Por qué les amarraron las manos con cinta? ¿Eran tan peligrosos? ¿Estaba en riesgo la vida de alguien?
Los dos adolescentes vivían solos en Tibú, según el Defensor Regional del Pueblo, Jaime Marthey. No se sabe de su familia. Llegaron ese día a ese establecimiento, miraron unas prendas, se las midieron como si fueran compradores, y luego se iban a ir con ellas sin pagar. Es decir que no eran ladrones. Necesitaban esa ropa y no calcularon el riesgo de obtenerla a través de un robo.
Fue cuando se armó semejante escándalo, que a ellos mismos debió hacerlos entrar en pánico. En los videos se ve que estaban allí indefensos, acorralados, asustados, mustios. Como dos adolescentes que cometen un error y solo caen en cuenta de la gravedad cuando el mundo se les viene encima.
Lo que queda claro, sin embargo, es que los mismos comerciantes querían entregarlos a las autoridades. Además, intentaron proteger a los jóvenes y lo lograron, cuando llegaron los asesinos y trataron de arrebatárselos. Pero estos regresaron luego armados y se los quitaron a la fuerza de sus manos y de las de un hombre que dice que había ofrecido su vida por ellos, según un video que divulgaron posteriormente.
Y queda comprobado que se hicieron llamadas a la Policía. Que no las respondieron es otra cosa. O por lo menos, que no llegaron a ser efectivas, ya que los comerciantes mostraron una captura de pantalla en la que se ve que llamaron siete veces. Sin embargo, en cada una de ellas aparece ‘Llamada cancelada’.
Hayan llamado o no, no se entiende que la Policía no se haya dado cuenta de lo que estaba ocurriendo a pocos metros del parque central de Tibú. Si no está allí, ¿en dónde está?
Cuando los asesinos secuestran al niño y al joven, ¿qué hizo la Policía? ¿Reaccionó? ¿Los persiguió? ¿Nunca supo? ¿Por qué no supo?
Tibú no es una ciudad gigantesca en la que la Policía deba recorrer kilómetros para poder atender una situación como esta. Por supuesto que los uniformados no son los culpables de la muerte de los dos jóvenes, pero queda la gran pregunta: ¿por qué no llegaron antes?
El asunto es que se dieron las cosas para que llegaran los asesinos, se los arrebataran a los comerciantes y cometieran el doble crimen. Unos hechos que comenzaron con un intento de robo siguieron con la reacción indignada de la ciudadanía, pasaron por un intento de escarmiento, por un secuestro y resultaron en la dolorosa muerte del niño y del joven.
Pero hay que mirar más allá. Hace muchos años, el Estado no está en el Catatumbo. La verdad es que allí mandan los grupos ilegales. No ha habido poder alguno que los saque de allí. Los han enfrentado, con éxitos momentáneos, pero en realidad allí siguen asentadas las disidencias de las Farc, el ELN, Los Pelusos, el Clan del Golfo y otros cuantos más.
Varios de estos aplican la pena de muerte, ante la mirada de todos los organismos del Estado, sin que le hayan podido dar un final a esa práctica.
El Estado no ha podido con ellos. Y aclaremos que no estamos diciendo ‘Gobierno’. Este hace parte del Estado, pero no es el único. Y no es un Gobierno: son varios, de todos los sectores.
“La justicia y el poder en Tibú los tienen los grupos armados ilegales”, escribió tajantemente el diario La Opinión, el más representativo de Norte de Santander, al comienzo de uno de sus informes sobre el caso. Y eso es lo que está pasando. Esa incapacidad del Estado es la verdadera causante de la muerte de ese niño y de ese joven. Que mi Dios los tenga consigo.
A ellos dos, desde aquí, les pido perdón en nombre de la inhumanidad en la que nos hemos convertido.
Comentarios