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Whatever Gastronomy

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Si Bogotá es caótico, el centro lo es aún más. No importa el alcalde. Pero por naturaleza, creo que esto pasa en todas las capitales de este país. Sin ese barullo infinito, el centro de una ciudad perdería su gracia. O, al menos, así pienso hoy, como ser inconforme que(...)

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Hace unos cuatro años, cuando empecé a trabajar en La Candelaria, conocí un restaurante italiano muy encantador a media cuadra del Chorro de Quevedo. Se llamaba Nuraghe y era atendido por madre e hija. En aquel entonces ofrecía un plato que ellos llamaban la bandeja sarda, y(...)

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Es ridículo todo el tiempo que se puede perder en Facebook, no solo chismoseando a los amigos, sino viendo videos y casos inauditos de cosas que pasan en el mundo: el niño que baila salsa de manera envidiable con una catana deliciosa, el arquero de un país desconocido que se(...)

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Una de mis grandes amigas, vegetariana ella, cuenta riéndose casi siempre que de vez en cuando le gusta comerse una hamburguesa chiquita, porque -según dice- su cuerpo se lo pide. Yo no la juzgo (ni más faltaba), porque a mí, carnívoro de toda una vida, también me gusta, de(...)

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Por allá en los años noventa, cuando yo era un pseudometalero-alternativo, con mis amigos -los mismos güevones de toda la vida-, y luego de pasar por los parches más bajos de borrachos, marihuaneros, drogradictos en general y gente descachalandrada que ganaba simpatía por(...)

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La gracia de pedir una chuleta a domicilio es que cuando se abra la caja -pequeña casi siempre- de esta se desdoble un pedazo tan grande que pueda alimentar a toda una familia. Lo increíble de esta fenomenal costumbre vallecaucana es que debajo de esa enorme sábana de carne de(...)

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Un amigo francés, de abuela italiana, me recomendó Il Mercatino, un restaurante italiano de muy buena pinta y con un gran horno de leña. El francés me lo vendió así: “me sentí comiendo como en la casa de mi abuela”. Y eso ya es mucho. Así que allá caí para(...)

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Es una dicha visitar restaurantes a los que no se les ha dedicado una sola línea. Eso es lo mío. Uno de ellos está en el edificio Bogotá, en todo el centro de la capital. Llegar es complicado y me atrevería a asegurar que solo lo conocen los que se mueven por sus(...)

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Una de las dos cosas que más me gusta hacer en la vida es ver programas de cocina. Pero debo confesar que me causa tremenda frustración ver que algunas buenas recetas se hacen con ingredientes sofisticados y aparatos complejos. Por eso soy admirador de los cocineros simples,(...)

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En Usaquén hay lugares escondidos que se vuelven especiales descubrimientos. El de hoy se llama Catación pública y está arriba, en la loma, en la zona menos farandulera. Es un local pequeño que se ocupa de darle a la gente una buena experiencia más allá del café de(...)

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