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¿Qué es un blog? ¿Cuál debe ser su esquema? ¿Para qué lo quiero? ¿Si tendré algo importante que decir? Todas estas preguntas rondan mi cabeza a la hora de pensar en la propuesta de montar este espacio. 
Caminando por la calle me propongo encontrar un tema para este blog. Mientras hago la fila para pagar algunos recibos, pero recuerdo que no debo ir a pagarlos al baloto de la esquina: ¡Trabajas en la calle 100, por Dios! –una de las más congestionadas de Bogotá– ¡Aprende a pagar los recibos por internet! Comienzo a auto regañarme. Sé que cada día la fila está más larga porque ese acumulado está que estalla. $110.000.000 millones de pesos. «Una isla, un yate, no volver a trabajar», gracias a mi pesimismo constante me caigo de ese globo. ¡Pero es que nunca juegas el Baloto! No, claro que no. No desde que sé que mi abuelo se gasta más de $80.000 pesos a la semana comprándolo. Me resisto rotundamente porque sé que los que se hacen ricos son ellos, los del Baloto. En fin, tengo que correr de nuevo a la oficina. 
Miro la calle 100 y a los aventados que se atreven a cruzarla, con los miles de trancones que se generan desde que volvieron a reabrir la Carrera 11, después de que entre una constructora y el Acueducto se  echaran el muerto sobre la responsabilidad por el hueco apocalíptico que se abrió en plena tierra. Las obras se demoraron casi nueve meses. Nunca voy a olvidar que ese día justo comencé a trabajar y fue un presagio del despelote de esta legendaria calle del trancón.  
El tiempo, el tiempo, es algo que se me escurre entre las manos y salgo corriendo a una rueda de prensa. Es en la casa del embajador de Francia ¡Oh lalá! Los franceses muy locuaces nos presentan la XI versión del Festival de Cine Francés. Mientras un French poodle se pasea por las piernas de los periodistas -sin tocarlos- y nos hace reír. Conozco al maestro Yuri Buenaventura y siento que mi visita no fue en vano. 
Salí de ese ´chirriao´ lugar para irme pronto a la oficina. Pero me doy cuenta de que no tengo que correr y camino. Miro el paisaje, como en pocos lugares de Bogotá, estas calles te generan un cierto aire de tranquilidad.
Cuando paso por el paradero de buses en frente de mi oficina un grupo de asiáticos que se acomodan para una foto. Una señora tiende una tela azul sobre un costado del paradero, en un intento de imitar a Foto Japón en plena calle. Un asiático emocionado se sonríe en esta foto que seguro será única en el mundo y prueba irrefutable del rebusque colombiano.
De repente, me percató de que el tiempo corrió. Ahora voy tarde de nuevo. Sigo corriendo y pensando en este blog. Algo se me ocurrirá. Lo sé. Algo más pasará. Sin embargo, además de más trancones y un golpe con la esquina de mi puesto, no ocurre nada. 
No importa, tengo algunos puntos a mi favor, algo así como que escribo para respirar. Espero que me sigan acompañando en estas historias importantes o no…pero al fin y al cabo «¿a quién le importa?»…

En Twitter: @JuanaRestrepo87

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