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Dormía en el parque enfrente de mi casa y varias veces me pregunté qué hacía allí. No parecía ser alguien de la calle y me causaba curiosidad saber qué le había pasado, a quien había perdido, si tenía una enfermedad física o mental o si se había perdido a sí mismo. Cada día al verlo quería entenderlo, pero los días lluviosos me impedían salir cuando lo encontraba en el parque y yo estaba cuidando a mi bebé. Le envié con mi esposo un par de almuerzos y un día me decidí a mandarle una de mis cobijas favoritas. De nuevo, fue mi esposo quien tuvo que ir mientras yo le daba el tetero a mi bebé. Al volver, indagué si le había preguntado porqué estaba allí, pero él no había hecho el cuestionamiento que yo hubiera realizado. Obviamente sería así. En fin, él no lo veía todos los días como yo, absorto en otras cosas: en nuestro día a día, en nuestra hija y en cómo sortearíamos nosotros mismos este año nuevo recién llegados al país, a la ciudad y sin un futuro laboral definido: con miles de ideas, pero aún nada en concreto. Volando sobre la nada. Vi que el señor del parque se acostó en una banca con la cobija encima y me alegró. Salí al balcón para observar si me veía, pero no fue así. Llegó una señora a pasear a su perro y comenzaron a hablar. No supe de qué hablaron. Mientras yo sujetaba a mi hija y ella veía a los pájaros volar soltando griticos de alegría, el señor se sentó, dobló impecablemente la cobija y la guardó en la bolsa en la que se la entregamos. Se paró y se fue. Lo saludé desde lejos y respondió. Después vi que tomó su cabeza entre las manos como si algo muy profundo le doliera y yo sin saber qué era, a quien perdió, cuándo, cómo y dónde, o por qué se perdió a sí mismo. Se paró y se fue como si fuera un fantasma y yo me quedé con mi niña mirando los árboles y los pájaros. Mañana será otro día y seguro estará ahí. Mañana tal vez no lloverá y podré ir y preguntarle qué le sucedió. Si tal vez no le pasó nada extraño, si solo fue la vida que lo arrastró hasta allí, como para recordarnos que a cualquiera de nosotros le podría pasar lo mismo.

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PERFIL
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Soy comunicadora social y periodista de la Pontificia Universidad Javeriana y magíster en Escritura Creativa y en Estudios Literarios de la Universidad Complutense de Madrid. Fui jefe de redacción de la revista digital Bacánika y editora de tendencias en el portal Kienyke. Mi último proyecto literario fue la novela 'Elisa'. Mamá de Martina, amante de los gatos, y escritora de cuentos para poder respirar, a veces pienso que Cher pronosticó mi vida.

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Hace rato escribí una entrada en este blog sobre cómo robarse(...)

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Esta entrada viene a cuento después de leer la siguiente caricatura. Me gustan mucho algunas caricaturas. Click para ampliar.

Supongo que no ha sido únicamente la literatura, sino la ciencia en general, o la imagen que de ella se tiene, la que sin proponérselo ha creado falsas expectativas sobre el futuro posible. Expectativas de una vida sin dolor, de una vida tan larga como se quiera, llena únicamente de paz y tranquilidad, o por qué no, de emociones fuertes pero controladas. Y con futuro posible, estimado lector, me refiero a ese futuro que usted y yo muy probablemente veamos y vivamos, no el de los nietos de sus nietos.

En la literatura no es muy difícil encontrar ejemplos de lo anterior. Como quizás el lector sepa, desde Julio Verne hasta Isaac Asimov, pasando por el genial H. G. Wells, se cuentan por decenas los escritores de ciencia ficción que por una u otra razón dedicaron gran parte de su producción a imaginar 'extensiones' del mundo en el que vivían, un mundo que en algunos aspectos se parece mucho al que descansa (o sufre, según algunos) bajo nuestros pies justo ahora. Es así como desde hace más de cien años se espera con ilusión la llegada de los carros voladores, los dispositivos de teletransportación y los viajes a colonias humanas o extraterrestres en otros planetas.

No siempre el problema es que todo esto sea o no posible; el problema es cuánto se demorará su masificación, si es que se logra. Ejemplo clásico: Hoy en día se puede construir un carro que 'vuele', que con algún sistema de propulsión (una hélice, una turbina) se mantenga suspendido en el aire o se desplace a velocidades sobresalientes sin tocar el suelo y sin ser del todo un avión. Es posible; se ha hecho. Lo complicado sería cambiar todos los carros del planeta por estos vehículos, adaptar las normas de tránsito a esta nueva situación, y (lo más difícil, creo yo) capacitar a los nuevos conductores, que lejos de aprender parqueando el auto de sus tíos en reversa, una vez al volante serían dueños de poco menos que misiles tripulados, algo que me da miedo. Cosas así.

Ejemplos como el anterior se encuentran por arrobas; dentro de ciertos límites, quizás ya existe la tecnología que permite muchas cosas antes sólo imaginables (¿no están cansados de leer y ver programas sobre 'los objetos salidos de Star trek'? Yo sí). La prueba de que el arte no es completamente responsable de meternos estas ideas en la cabeza es que no todas las historias de ficción en el futuro auguran situaciones bellas. Como no he leído mucho, siento que los ejemplos en el cine son mucho más numerosos que en la literatura. Muchos directores han soñado distopias, palabra en inglés que se podría definir como 'mundo futuro, probable y decadente'. Así las cosas, Blade Runner, Total Recall y Waterworld, con perdón de los cinéfilos, son distopias, pues prometen un futuro difícil, violento, con la humanidad reducida a la pobreza, la discriminación y la enfermedad. Nuevamente, ese es sólo un punto de vista; al otro lado tenemos cintas como I, robot o Minority report, quizás un poco menos pesimistas, que muestran cómo ciertos avances agigantados de la tecnología (y no completamente ajenos a las posibilidades actuales) podrían resultar verdaderamente beneficiosos para la humanidad.


El caso de Inteligencia Artificial me parece más razonable. Uno diría, después de pensarlo un poco, que Spielberg (al igual que Saramago) intenta mostrar las dos caras de la moneda; un mismo mundo en el que convive la felicidad verdadera con la decadencia completa, y el viaje de un personaje de un lado a otro. Siempre me ha llegado hondo el hecho de que existan tantas opiniones sobre algunos temas, tantos puntos de vista y a veces todos tan diferentes. ¿Es posible aprender algo de todo esto? Pues... quizás, si antes de creer en algo decidimos echar un vistazo al otro lado de la hoja, si antes de tomar una posición ciegamente escogemos abrir nuestras posibilidades y dedicar un poco de receptividad a quienes opinan algo opuesto a lo corriente, lo cómodo, el mainstream, quizás podamos aprender algo que no sabíamos, o caer en cuenta de cosas que ni siquiera imaginábamos.

dancastell89@gmail.com

PD1: Esta otra caricatura también me parece buen; es orgullosamente geek... así es la vida. Y viene muy a cuento. Se llama xkcd y la dibuja un ex trabajador de la NASA, para que se hagan una idea.



PD2: Si creían que hay verdades que absolutamente Todo el mundo cree, échenle un vistazo a la página de los creyentes de la tierra plana. Eso demuestra que todos los temas tienen por lo menos dos caras, (siempre) obviando, claro está, la validez de cada una.

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En un entorno donde la globalización y la inmediatez promueve el(...)

7 Comentarios
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  1. carolnovata

    Una mayoría más de lo que se quisiera de los indigentes no les interesa recuperarse y si ellos no quieren no hay nada que hacer. El asunto se complica si las personas de buena fe y pensando que están haciendo lo mejor les dan comida, cobijas, ropa. Bajo esas condiciones menos van a querer recuperarse, lo tienen todo sin ningún compromiso ni siquiera con ellos mismos, entonces que van a querer recuperarse

  2. Hola Juana. Vivo en Canada, y a diferencia de lo que pueda ocurrir en Colombia, aca los habitantes de la calle casi en un cien por ciento de casos lo son por eleccion propia, o sea porque normalmente son adictos a las drogas o al alcohol o ambas. Eso lo se porque este es un estado garantista social que a veces se pasa y se resigna a sostener al que no quiere trabajar , asi eso implique cargar de impuestos a los que si trabajamos. Tal vez en España es diferente, pero mejor preguntele al sr. que lo trajo a la banca, puede ser que la respuesta la decepcione.

  3. libardo936962

    Tal vez, solo tal vez, no esté perdido. A lo mejor se encontró y cayó en cuenta que solamente necesita su hamaca y una cobija prestada. Tal vez, los perdidos seamos nosotros entre tantas pertenencias.

  4. aristobulo967142

    Es muy gratificante ver personas que se preocupan por los males que pueden estar pasando otras, que sienten la necesidad de ayudar y procuran de alguna manera contribuir a mejorar la situación por la que puedan estar pasando. Espero conocer como siguió este relato.

  5. francisco176446

    Acabo de ganar tres minutos mas de vida leyendo este lindo escrito, me gustaría saber que pasó con el señor de la cobija, nos debes la segunda parte Juanita. Mil gracias.

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