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Llegué a este libro de la forma más curiosa: uno de sus personajes me recomendó leérmelo. Así, como lo leen. Por supuesto, yo no sabía que el escritor y médico Antonio María Flórez, a quien le confesé mi amor por la escritora Laura Restrepo (sobre todo, en sus novelas Delirio y Hot Sur), me diría que tenía que leerme La novia oscura, porque, en unas páginas más avanzadas de la novela, me encontraría con que él mismo aparece como el doctor de Sayonara, la niña, la mujer enigmática, la prostituta, la esposa, la protagonista de este relato largo de la escritora colombiana.

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Restrepo escribió está novela en 1999, así que si solo está interesado en novedades literarias, esta reseña no es para usted, pero sí le gusta la buena literatura, invitadísimos a quedarse. Este libro es una prueba de la gran prosa, satírica, irónica y mágica (aunque sin caer en tanto adorno del realismo mágico) de Laura Restrepo. De sus personajes, ambiguos, rimbombantes, apasionados, trágicos y a la vez sencillos, que retratan en perfección nuestra vida en Colombia, ya sea en la urbe o en el campo. Es, precisamente, el pueblo de Tora (en realidad su autora lo escribió luego de una larga investigación en Barrancabermeja), un espacio rural en el Magdalena Medio, donde llegamos a un lugar de luces, pero sin luces, de lujos, pero sin lujos, de colores, pero sin colores. Un pueblo típico, colombiano, abandonado, pero a la vez centro del trabajo de una empresa petrolera extranjera: la Tropical Oil Company. Restrepo hace toda una parodia de la miseria humana, en este caso tan colombiana, a través de Sayonara, una muchacha víctima de la violencia de Estado, que se pierde en ensoñaciones, recordándonos tal vez, a la que más adelante se convertiría en esa hermosa niña Agustina de Delirio.

Sayonara, “la niña de los adioses”, con su pelo indomable, sus rasgos que despiertan amor, pasión y locura en cada hombre, su cadencia de mujer calentana, su amor irrefrenable por la nieve (que jamás conocería), sus andanzas por los caminos del bien y del mal. La novia oscura es un preludio para el disfrute de otras obras de Laura. Es la construcción de ese mundo a la vez real, e irreal, tan colombiano. De la construcción de personajes, a punta de sus anotaciones en libreta periodística, de una juiciosa tarea de investigadora, que la lleva a recrear con mucha gracia el mundo de Tora, de los petroleros, de la Candunga (la zona de tolerancia), de la lengua sabia y fluida de las prostitutas, de los locos de los pueblos y de muchos otros personajes, que encarnan la sabiduría de un lugar, derrotado, malquerido, perdido, pero, a la vez, sumido en el encanto de la vida. Un pueblo que existe, precisamente en el olvido y solo allí, paradójicamente, podía ser habitado y recreado. En ese olvido del mundo que tienen tantos lugares en lo que mal hemos llamado el tercer mundo.

Si quiere volver a uno de esos libros que le expliquen este país tan enredado -a través de los personajes más encantadores que podemos encontrar, como Todos los santos, La Machuca, La Fideo, y otras artistas de las artes amatorias- ahí está La novia oscura, una representación de la mujer indígena, de la blanca, de la negra, de la mulata, de todas en una, con nuestras ambigüedades y desatinos. Con nuestras fortalezas e intuiciones.

Como para finalizar, Restrepo concluye con una frase que no podría ser más certera: «La guerra es así, más escandalosa cuando la cuentas que cuando la vives”.

Para leer más reseñas aquí.

@JuanaRestrepo87

 

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