Se celebra el Día de los Muertos. Les dejo un cuento para festejar a La Muerte, ese personaje tan cercano, al que vivimos huyéndole la vida entera.
Vienes viajando tras de mí, vieja corroída y putrefacta, pero a mí jamás lograrás encontrarme. Sobrevivo imponiéndome a la naturaleza y de tus artimañas no me fío. ¿No me crees? Vengo de la vida que limita contigo a cada instante.
Recuerdo la primera vez que te sentí. Tenía siete años y me sedujiste al agua, al agua inquietante de un río que me aplastaría como si un tonel me cayera en la cabeza. Ese día comprendí tu arte: el seducirnos para llevarnos al viaje oscuro, infinito e intimidante. Desde ese primer momento no confié en ti. Pataleé con mis débiles piernas y me agarré con la fuerza de un león a una roca.
Si tuvieras rostro diría que tu boca es un estrecho largo por el que se escapan gritos de miles de almas encerrados bajo tu manto. Había algo cálido en esa despedida de la vida, pero resistí.
Pasaron veinte años para volver a notar tu presencia. Esta vez venías como una presencia que congelaba el dorso y adormecía mis pensamientos. No había razón para imaginar tu temible presencia, pero claro, esa vez no venías por mí. Estabas allí por mi padre. El pobre viejo pasando la siesta de un pesado almuerzo bajo el ventilador. No esperábamos verte. Alzaste tu hacha y yo solo pude ver en sus ojos un centello que me alertó.
En medio de todo agradezco el momento que escogiste, en esa ocasión. Tu treta conmigo ya estaba hecha y yo te estaba robando minutos de tu precioso tiempo, pero entonces, vieja calavera, que me persigues por el mundo, ¿no te has dado cuenta de que no te temo?
Sin más remedio para contactarme con un ente –que alude de superior- vengo a contarle, en un mensaje que espero del más allá, que no aguantó más. Con los años la valentía sí que se fue derrotando. Las rejas de mi casa y unas gruesas trancas me ocultaban del resto del mundo. No hay otra forma de morir que encararla directamente a usted. Mi salud, la salud física, está en perfectas condiciones. Solo vivo desquiciado por haber sentido sus pasos por más de 70 años.
No sé si seré el único hombre en enfrentarla cara a cara, pero sí uno de los pocos en documentarlo, por eso en mi aposento, libre de cualquier peligro, de cualquier accidente, la espero.
Me vestiré de negro. He dado indicaciones precisas para que, llegado el momento, y si no logro vencerla, vengan por mi cuerpo. De alguna forma le guardo envidia a usted: vivió de cerca el último hálito de mis seres más queridos. Ellos no se resistieron a su cálida seducción y se dejaron llevar.
No sé la razón por la que llevó esta travesía larga de huirle a lo que han llamado “inevitable”, pero entiéndame, usted me pareció “real” y nuestra familiaridad se ha hecho tan estrecha, desde que yo era tan solo un niño, que no sé cómo más vivir.
Niña te recomiendo que escuches «La Mala Muerte» de Luis Eduardo Aute.
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De una buena mujer se cuenta que, al encontrar un pobre hombre moribundo, se acercó a hacer lo poco que podría hacer por él. El le pudo decir: «Déjeme morir como un perro como he vivido». A lo que ella le respondió: «Déjeme, al menos, ayudarte a morir como humano ya que no has podido vivir como humano». Hay que agradecer a quienes ayudan a otros a morir como humanos; pero aún mejor, y todos podemos hacerlo, ayudar a todos los más posibles, a vivir como seres humanos.
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Lucas 16:19-31 “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.”
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Hay dos muertos: los muertos espirituales, que son quienes todavía tienen vida física, pero se guían por su necia y propia sabiduría, o los idolatras que se dejan manipular por los mercaderes de la fe que se autodenominaron representantes de Dios en la tierra. Los otros muertos son quienes ya no tienen hálito de vida, y, por ende, perdieron toda oportunidad de ponerse a cuentas con Dios. Los primeros, los muertos espirituales, son quienes, con tanto rito, engañando y engañándose, les rinden homenajes a los muertos físicos, les rezan, les desean paz en su tumba, los visitan, les ponen velitas, les rebuscan “legados”, y hacen toda suerte de homenajes inanes y blasfemos.
Lucas 9:59-60 » Y dijo a otro: Sígueme. El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.»
A los muertos que si hay que visitar es a los espirituales, a los ingenuos engañados, seguidores de los mercaderes de la fe de todas las sectas que se autodenominaron representantes de Dios en la tierra, y solo son ciegos con lazarillos ciegos que los llevarán al infierno, engañados creyendo que los curas perdonan pecados, o que la blasfema oración de fe de los evangelocos sirve para algo.
A esos muertos idolatras hay que decirles que dejen la idolatría de confiar en esos vendedores de palomas, que tengan fe en la palabra de Dios, que tengan temor de Dios, de no entenderla, y que, mientras tengan algún hálito de vida, busquen el juicio de Dios para que los guie al arrepentimiento de sus pecados, pues solo teniendo vida física se tiene la oportunidad de buscar ser digno del reino de los cielos.
Cuando alguien muere solo tiene dos destinos posibles: el seno de Abraham, si teniendo vida física fue sanado por que buscó el juicio de Dios; o el infierno, si murió sin ponerse a cuentas con Dios, el purgatorio es un invento de la secta católica:
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Oh muerte donde esta tu victoria,oh muerte donde esta tu aguijón?
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Excelente, ya hace rato estabamos esperando que escribieras algo. Eso de que la muerte es una «vieja corroida y putrefacta» me encantó!
Esperamos muy pronto tu proximo escrito, gracias Juanita.
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