OPINIÓN
Un profesor de historia presidencial de la Universidad de Columbia de la ciudad de Nueva York le aseguró a un medio de comunicación estadounidense que «Trump descubrió que la mentira grande es más poderosa que la mentira pequeña”.
Donald Trump se posesionó este 20 de enero nuevamente como presidente de Estados Unidos, convirtiéndose, de paso, en el primer mandatario convicto en ocupar el cargo como la persona más poderosa del mundo.
Pero lo que trae el triunfo y su nueva presidencia es el mal ejemplo para ganar, pues triunfó la mentira abierta, descarada, descarnada y sin maquillaje, que sin duda replicarán muchos de políticos del mundo. ¿Si funcionó allá, por qué no acá?. Como todo lo malo, será muy rápido.
A lo que estamos acostumbrados es a que la mayoría de los políticos juegan con las interpretaciones de la verdad con mentiras piadosas, verdades y mentiras a medias pues mentir de manera abierta es considerado contraproducente para una carrera política. Pero con Trump quedó demostrado que no, que se pueden decir las mentiras más absurdas de manera abierta y descarada e igual se gana. Durante su primera presidencia, en cuatro años se le contaron más de 30.000 falacias y en la campaña presidencial del año pasado mintió con más desparpajo.
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La del 2024 fue una campaña presidencial deshonesta, mucho más que la primera, con la cual ganó la presidencia; y que la segunda, que perdió pero nunca lo reconoció en público. Trump normalizó la desinformación, los embustes, las verdades a medias y mentiras completas. Lo peor es que se vanagloria de esas mentiras, artimañas y trampas.
Un profesor de historia presidencial de la Universidad de Columbia de la ciudad de Nueva York le aseguró a un medio de comunicación estadounidense que «Trump descubrió que la mentira grande es más poderosa que la mentira pequeña”.
Otro mal ejemplo de Trump es el maltrato, el insulto y la burla abierta para con sus contrincantes y opositores, algo nunca antes visto en la política estadounidense, en la que la costumbre era el debate y la controversia por las ideas, pero primaba el respeto absoluto por las personas.
Al contrario, Trump deshumaniza a sus adversarios, en campaña afirmó de la exsenadora Liz Cheney, hija del exvicepresidente republicano Dick Cheney, que “me gustaría ponerla en frente de un pelotón de fusilamiento a ver qué cara hace cuando tenga el fusil bien cerca”.
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Me temo que veremos una degradación del debate político en todo el mundo, los malos ejemplos cunden rápido, veremos candidatos populistas y autoritarios de lado y lado del espectro político mintiendo sin sonrojarse ni avergonzarse sabiendo que la gran mayoría de la gente se guía por unas redes sociales llenas de falsedades, desinformación y polarización con unos seguidores incapaces y perezosos de mirar un poco más allá para verificar afirmaciones o hechos, menos para juzgar con sentido crítico.
En esa degradación del debate político habrá más cuestiones personales, intolerancia, mentiras, racismo, irrespeto y discriminación en detrimento de la verdad, la honestidad, la tolerancia, la decencia y las buenas maneras.
Esta presidencia de Trump también estará llena de falsedades, tanto que ya nombró a su asesora de desinformación, una persona que en la campaña presidencial era la encargada de buscar por internet teorías conspirativas de extrema derecha y se las pasaba, escritas en papel, no digitalmente, para que él las replicara y las hiciera verdad en sus discursos de campaña.
Veremos qué sucede en Colombia, si los candidatos a las elecciones presidenciales del año entrante adoptan una estrategia ‘trumpiana’ con mentiras y desinformaciones abiertas, para satisfacción de las huestes de los extremos, o mantienen el cierto decoro que han tenido hasta el momento.
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