OPINIÓN
Con la reunión entre Estados Unidos y Venezuela, Trump refrendó a la dictadura chavista para que se ‘atornille’ en el poder y seguir los pasos de sus homólogos de Cuba y Nicaragua hasta volverse un estado totalmente autoritario.
Solo a los más perspicaces se les ocurrió, solo los más conocedores de la política internacional lo intuyeron: que el presidente estadounidense Donald Trump iba a terminar negociando la tranquilidad y perdurabilidad del régimen dictatorial de Nicolás Maduro en Venezuela a cambio de recibir a los miles de migrantes irregulares de ese país que serán deportados desde Estados Unidos, a quienes de paso Trump les quitó el Estatus de Protección Temporal que había sido extendido hasta el año entrante en una de las últimas medidas de Joe Biden como primer mandatario.
Solo esos que analizan la filigrana política lo advirtieron, pero algunos que queríamos y deseábamos un desenlace diferente para Venezuela, solo lo miramos de reojo, queriendo no aceptar esa posible y terrible realidad.
Esa movida de Trump para con el régimen chavista se explica desde dos puntos de vista: uno pragmático y el otro ideológico.
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Para el primer punto, Trump utilizó lo que se conoce en relaciones internacionales como el Realismo, que es hacer solamente lo que le conviene a cada país basado en cuestiones políticas, ideológicas o económicas sin consideraciones morales o éticas.
Es muy famosa la frase que se le atribuye al expresidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, que nadie ha sido capaz de confirmar, pero que ha hecho carrera, con la que se refería al viejo dictador nicaragüense Anastasio Somoza: «Sí, es un hijo de …., pero es nuestro hijo de ….»; pero lo que sí es cierto es que el exsecretario de Estado Henry Kissinger sí la dijo para referirse al hijo del dictador: al segundo Somoza.
Con esto,Trump le cumple su promesa de campaña a sus millones de votantes, incluidos latinos, en sacar del país a los “criminales, violadores, drogadictos, dementes migrantes”.
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Corazoncito dictador
Para el segundo punto, hay que mirar la tendencia de Trump de admirar a los dictadores y autócratas. Trump dijo en una ocasión que quisiera ser “dictador por un día”; por Vladimir Putin, el dictador ruso, siempre ha mostrado admiración, una vez afirmó que era un “tipo brillante” y cuando se le preguntó por la invasión rusa a Ucrania, aseguró sin vergüenza que “me parece un movimiento inteligente”. Así mismo durante la campaña electoral y en pleno debate con Kamala Harris, su oponente demócrata, afirmó que entre los que lo apoyaban a nivel mundial estaba Viktor Orbán, el primer ministro húngaro de clara tendencia autoritaria y prorruso. Sin olvidar que fue el primer presidente estadounidense en la historia en visitar al despiadado y sangriento régimen norcoreano. Maduro, sin duda, hace parte de ese selecto grupo admirado por Trump.
Tampoco hay que olvidar que Trump ha sido el único presidente estadounidense en tratar de cometer un golpe de estado cuando, en un día negro para la historia de la primera potencia mundial, envió a sus fanáticos al Capitolio con el fin de impedir la certificación de la elección de Joe Biden el enero 6 de 2021, y que tenía todo listo para demandar y demandar las elecciones en los diferentes estados en 2024, como lo hizo en el 2020, si perdía las mismas, y torpedear todo el proceso de certificación.
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La gran diferencia entre el dictador Maduro y el deseo dictador de Trump radica en que Maduro y el chavismo lograron apoderarse de todos los estamentos del estado venezolano, en una democracia que siempre fue frágil; mientras que Trump se tropezó con la madre de las democracias por la solidez de sus instituciones.
Otro aspecto en común son sus récords criminales: Trump se convirtió en el único delincuente convicto en ser presidente de Estados Unidos, y tiene otros dos pendientes; mientras que Maduro tiene investigaciones en la Corte Penal Internacional por violaciones a los derechos humanos y delitos de lesa humanidad como el encarcelamiento, la tortura, las desapariciones y las muertes de miles de personas.
El gobierno de Trump aseguró que la visita del enviado especial estadounidense Richard Grenell al tirano venezolano para acordar la liberación de seis estadounidenses a cambio de recibir miles de deportados venezolanos no significaba reconocer al régimen chavista como el poder legítimo en Venezuela; pero así lo niegue, con esa reunión refrendó a esa dictadura para que se ‘atornille’ en el poder y seguir los pasos de sus homólogos de Cuba y Nicaragua hasta volverse un Estado totalmente autoritario; y de paso le dio al pueblo venezolano, que esperaba fantasiosamente incluso una invasión, y a la oposición política, el golpe de gracia para que, muy posiblemente, nunca se haga realidad ver a Edmundo González, el vencedor legítimo de las elecciones del 28 de julio de 2024, posesionarse como presidente legítimo de Venezuela.
Además, al eliminarles el Estatus de Protección Temporal a los venezolanos en Estados Unidos acepta, implícitamente, que Venezuela es un país en la normalidad y que sus ciudadanos no necesitan una prebenda especial.
Lo peor de todo es que esos miles de perseguidos políticos venezolanos que huyeron hacía Estados Unidos de la dictadura venezolana, ahora Trump se los pone en bandeja de plata esposados en los aviones de la tiranía para que los trasladen a las cárceles venezolanas a torturarlos y hasta matarlos.
Analizándolo bien, la actitud de Trump para con Maduro no es de extrañar: Dios los hace y ellos se juntan.
Trump sepultó la esperanza de millones de ver una Venezuela libre y próspera pero que ahora parece que no tendrá una segunda oportunidad sobre la tierra, por lo menos por décadas por venir.
Pd1: Así como no entiendo a la izquierda que apoya a Maduro, tampoco entiendo a la derecha que apoya a Trump.
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