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¿A qué hora como sociedad llegamos a caer en el cuento que el intelectual es un sirviente de las posturas de izquierda? asi, intelectuales como Jean P. Sartre apoyaron a Stalin, con todas las atrocidades que finalmente el socialismo ruso trajo, o sin irnos tan lejos, ver a un García Marquez enarbolando las banderas del régimen cubano, apoyo que se llevó hasta la tumba, olvidando las torturas a los presos políticos cubanos y todo el exilio por la hambruna generado por el experimento de los hermanos Castro.

 

Fuente: Getty Images

Proust, Elliot, Vargas Llosa, Borges, Fontaine, Popper son la muestra que el intelectualismo no es monopolio de la izquierda. He tenido el gusto de leerlos y contemplar sus posturas, y para tranquilidad de aquellos jueces de lo políticamente correcto, también quiero contar que he tenido la oportunidad de leer a García Márquez, Sartre, Piketty, entre otros, no tanto por complacer al lector de izquierda que lea estos parrafos, sino para mencionar que debe ser un ejercicio ético e intelectual de todo periodista y líder, el contemplar las diferentes posturas y posiciones, para crear las opiniones propias.

Sin embargo, en tiempos en que medios como The Economist (2019) hablan del surgimiento de un «Socialismo Millenial» y recaba entre sus párrafos en las raíces de este fenómeno -en el cuál no ampliaremos en este breve artículo-, indudablemente hace falta más la lectura de esos autores que ejercen un contrapeso a las ideologías políticas, económicas, morales, entre otras.

Hace falta crear más Think thank en Latinoamérica que ayuden hacerle un contrapeso al pensamiento de izquierda, hace faltan que más intelectuales con valentía salgan de la burbuja de sus especialidades por tener ese compromiso cívico que menciona Vargas Llosa en “La civilización del espectáculo”, ese compromiso de, a fin de cuentas, ser un bastión que ejerza un contrapeso a la invasión cultural de contenidos en redes sociales y en las plataformas de streaming que con decididas posturas políticas están formando la opinión de las masas en temas como el medio ambiente, la educación de los niños, la alimentación, la economía y están creando un esnobismo cultural entre quienes se precian de sostenerlas.

Hoy esos radicalizados atacan desde sus redes sociales, como si fueran tribunas en un partido, cual Hooligan defendiendo un equipo de fútbol, ignorando la enajenación que han ejercido quienes dominan estos nuevos medios y, sobre todo, ignorando que los resultados políticos a diferencia de los resultados del fútbol, no son efímeros y tienen impactos de largo plazo en la historia, economía, institucionalidad y demás de un país y una sociedad.

Los radicales, excluyen en una especie de ostracismo a quienes contemplan posiciones diferentes, calificándolos de retrógradas, faltos de empatía y demás calificativos propios de esta época de supremacistas intelectuales de izquierda, pero acaso, ¿no son las diferencias las que alimentan las democracias modernas y el respeto al otro, que determina el progreso de una sociedad democrática y pacífica?

Necesitamos más intelectuales, generadores de opinión, creadores de historias que hagan contrapeso a los nuevos poderes en Latinoamérica, que puedan sostener sus posturas en un mundo cada vez más inclinado a corregir políticamente al “no progresista” por el bien de la democracia

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