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La relación padre-hijo de Gustavo Petro – Nicolás Petro está tan fragmentada que el mismo presidente mencionó en un reciente discurso sobre las declaraciones de su hijo Nicolas Petro en la Fiscalía que: «algunas heridas cicatrizarán, otras quizás nunca». Así mismo, hemos visto a su hijo, mencionar: “Dineros de la campaña presidencial superaron los topes y no fueron debidamente reportados”, así como la presuntas fuentes de los recursos que menciona Nicolás y sobre el cuál se esperan sus pruebas en las audiencias ante la Fiscalía.

La sociología detrás de la frase del mandatario, no solamente nos habla de lo mal padre que es Petro, sino también -teniendo presente lo paternalista que pueden llegar a ser los gobiernos estatistas de izquierda- un tipo de paternalismo egoísta, amante al poder; nocivo y utilitarista que está siendo su paternalismo con los jóvenes del país, los usó adrede, así como usó a la primera línea, donde jóvenes perdieron la vida y algunos hasta fueron lesionados gravemente por defender su ideología, todo para que Petro y sus aliados, lograrán sus objetivos de hacerse al poder; el bienestar general que profesaban buscar, quedó relegado.

Ese paternalismo de Petro, quizás con rasgos milenials, donde lo vimos replicando los mensajes de sus seguidores en redes con un “te quiero mucho” y haciendo el símbolo de corazón con sus manos, como si fuera su padre y les ofreciera un te quiero sincero y verdadero. 

No es el caso de Petro, él no es un padre que ama y que se sacrifica por su hijo, sino hace mucho hubiera dado un paso al costado a su cargo como presidente para quitar la presión sobre su hijo, tampoco es el tipo de padre que lleva a sacrificar a su hijo al estilo abrahamico en la tradición judeo-cristiana, donde al final hay un Dios redentor que detiene el sacrificio, sino al estilo utilitarista, “te sacrifico para mis fines y propósitos”. 

Hoy ese paternalismo no se ciñe sobre las vidas de los jóvenes manipulados ideológicamente que salieron a las calles en el 2021 sino sobre su mismo hijo, dado de baja ante la opinión pública y las autoridades, como el “chivo expiatorio” que pagaría los pecados del grupo, como lo menciona la filósofa Hannah Arendt, en el caso de Eichman.

El escenario nos plantea una reconsideración del utilitarismo de Bentham, donde ya no tendríamos “la mayor felicidad para el mayor número” sino «La mayor felicidad para el menor número». Por ello, valdría la pena reconsiderar conceptualmente con base en los hechos y sus implicaciones éticas el término de igualdad que usa este gobierno para radicalizar a sus simpatizantes y más acérrimos seguidores, asi como sustento para sus reformas fiscales, laborales, pensionales, agraria, política y de salud.

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