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Conocí al padre Adolfo Nicolás en un Encuentro Diálogo que tuvo lugar el pasado 10 de Mayo en la Universidad de Comillas. Me sorprendieron de él varias cosas: su sentido del humor, su trayectoria internacional y multicultural (vivió casi 40 años en Asia), su preocupación por los más débiles y su transparencia: habla sin pelos en la lengua. Ante un auditorio lleno de jóvenes, lanzó una pregunta poderosa: -Si echamos una mirada al mundo, ¿qué es lo que vemos? Después de unos segundos de silencio, contestó: «Veo un mundo de oportunidades, todo un mundo de posibilidades, pero un mundo donde no hay criterio ni capacidad de reflexión. Veo un mundo donde tenemos mucha información pero poca verdad, donde el contenido importa menos que lo formal». Para el General de los Jesuitas, el único modo de no dejarse  dominar por la superficialidad, la ignorancia y la manipulación mediática, es a través del estudio. «Debemos recuperar la razón, la profundidad y la imaginación, porque los países menos imaginativos acaban siendo los más violentos».

Encuentro Padre General con profesores y personal2.jpeg

P. El Papa Francisco ha hablado en pro de la Paz en Siria. ¿Qué piensa Usted al
respecto?

R. No tengo
costumbre de comentar sobre situaciones internacionales o de carácter político.
Pero en el caso presente estamos de frente a una situación Humanitaria que
supera los límites normales que apoyarían el silencio. Y tengo que decir que
confieso que no entiendo quién ha dado autorización a los Estados Unidos o a
Francia para actuar contra un país de tal modo que sin duda aumentará el
sufrimiento de una población que ya ha sufrido más de la cuenta. La violencia o
acciones violentas, como la que se está preparando, solamente son justificables
como último recurso y de tal manera que solamente los culpables reciban daño.
En el caso de un país, esto resulta totalmente imposible y por lo tanto, a mí
me resulta totalmente inaceptable. Nosotros, Jesuitas, apoyamos la acción del
Santo Padre al 100% y deseamos del fondo de nuestro corazón que la anunciada
acción punitiva no tenga lugar.

 

P.  Algunos analistas políticos defienden el derecho y la responsabilidad hacer algo contra los que abusan del poder contra su propio
pueblo, como parece ser el caso del actual régimen de Bachar al Asad, acusado de haber empleado armas químicas…

R. Tenemos en
esta pregunta tres cuestiones, que conviene separar claramente. La
primera tiene que ver con el hecho que todo abuso de poder ha de ser condenado
y rechazado. Y, con todo respeto por el pueblo Norteamericano, creo que este concreto
uso de poder que se está preparando constituye en sí mismo un abuso de poder.
Los Estados Unidos de América tienen que dejar de actuar y reaccionar como el
chico Grande en el barrio del mundo. Esto lleva inevitablemente al abuso, el
atropello y el «matonismo» sobre los miembros más débiles de la
Comunidad.
 

La segunda, es que, si ha habido uso de
armas químicas, todavía nos queda la obligación de mostrar al mundo de una
manera clara que un lado del conflicto, y no el otro, las han usado. No basta con
que algún miembro del gobierno del país que quiere atacar diga que está
convencido. Hay que demostrar al mundo que esto es así, sin lugar a dudas, para
que el mundo pueda confiar en este país. Esta confianza no se da actualmente, y
han comenzado ya las especulaciones sobre ulteriores motivos que pueda tener
USA en su proyectada intervención.
 

Y la tercera, que los medios
considerados adecuados para castigar el abuso, no dañen a las mismas víctimas
del primer abuso, una vez se haya demostrado que esto es lo que ha sucedido. La
experiencia del pasado nos dice que esto es imposible (aunque se llame a las
víctimas con el eufemismo de «daño colateral») y los resultados son
que aumenta el sufrimiento de los ciudadanos ordinarios inocentes y ajenos al
conflicto. Todos sabemos que la gran preocupación de los Sabios y Fundadores
Religiosos de todas las tradiciones y culturas era «¿cómo reducir el
sufrimiento humano?» Es muy preocupante que en nombre de la justicia
planifiquemos un ataque que va a aumentar el sufrimiento de las víctimas.

 

P.  Su crítica a los Estados Unidos es excesivamente dura, ¿no le parece?

R. No lo creo.
No he tenido nunca prejuicios sobre este Gran País y ahora mismo trabajo con
algunos Jesuitas de allá cuya opinión y cuyos servicios valoro grandemente. Nunca
he tenido sentimientos negativos frente a los EEUU, un país que yo admiro
enormemente por muchas razones, incluyendo en ellas su dedicación,
espiritualidad y pensamiento. Lo que más me preocupa es que precisamente este
país, que yo admiro sinceramente, está al borde de cometer un gran error. Y
podría decir algo parecido sobre Francia: Un país que ha sido un verdadero
líder en espíritu, inteligencia, y que ha contribuido en gran manera a la
Civilización y a la Cultura y que está ahora tentada a conducir a la Humanidad
hacia atrás, a la Barbarie, en abierta contradicción con todo lo que ha
simbolizado a lo largo de muchas generaciones. Que estos dos países se unan
ahora para una medida tan horrenda es parte de la ira de tantos países en el
mundo. No tenemos miedo al ataque; nos aterra la barbarie a la que somos
conducidos.

 

P.  ¿Y por qué hablar así ahora?

R. Porque el
problema es ahora. Porque el Santo Padre está tomando medidas extraordinarias
para hacernos conscientes de la urgencia del momento.  El haber declarado
el día 7 de septiembre como día de ayuno por la paz en Siria es una medida
extraordinaria y nosotros queremos unirnos a ella. Podemos recordar que en un
momento en el Evangelio los discípulos no pudieron liberar a un joven del mal
espíritu y Jesús les dijo: «Este tipo de espíritus no se pueden echar si
no es con oración y ayuno». A mí me resulta dificilísimo aceptar que un
país, que se considera, al menos nominalmente, cristiano no pueda concebir más
que acción militar en una situación de conflicto y con ello puede llevar al
mundo, de nuevo, a la ley de la jungla.

 

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