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Visita Colombia un Papa con corazón latinoamericano. Su estancia es y debe ser revolucionaria; y a nadie debería extrañar esto, porque su mensaje y su testimonio lo son.

Los años pasados en Roma me ayudaron, entre otras cosas, a entender que las críticas al Papa no deberían sorprender demasiado. Lo que se escucha en la Ciudad Eterna, especialmente dentro de los muros vaticanos, es, para una persona educada en la cultura católica, como un nuevo bautismo. Al final, el Papa no es más que “el mensajero principal de la noticia más revolucionaria”, de un mensaje que es en esencia escandaloso: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo, especialmente a tu enemigo, como a ti mismo. ¿Acaso hay un mensaje menos violento para la lógica humana? ¡Amar lo invisible y, de lo visible, a lo que más rechazo te produce!

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Una cosa es perdonar y otra muy distinta es amar. ¿Amar a Hernán Darío Velásquez Saldarriaga, alias “El Paisa”, o a cualquier otro sanguinario guerrillero? ¿Amar al “Noño Elías? ¿Amarlo? ¿De verdad hay algún obispo o creyente que se crea de verdad este mensaje, no a nivel teórico sino práctico? Sólo hay que ver ciertos comportamientos para darse cuenta de que mienten (con los hechos). Por eso, una de las frases más geniales de toda la Biblia será siempre “Quien esté libre de pecado, que lance la primera piedra”.

Hay metas que son imposibles de lograr durante 24 horas los 365 días del año. Bueno, un teólogo o un creyente o un poeta nos dirían que sí, porque “para Dios no hay nada imposible”. Y se quedan tan tranquilos negando la naturaleza humana y toda la historia de la humanidad.

Dentro de la limitación humana, hay una que es especialmente dolorosa: el olvido. Cuánto sufre la persona que ama ante los descuidos y omisiones de la persona amada: “¡Es tan corto el amor y tan largo el olvido!”, clamó con profunda razón Pablo Neruda. También sufre el pobre, ante el olvido de los políticos y la relegación de los ricos, al ver la esclavitud que significa la falta de oportunidades. Y aún más se afligen y angustian los pueblos cuando se olvida la historia.

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“El amor es olvido del yo”, escribió Henri Frédderic Amiel. Y muchos piensan como este filósofo y escritor suizo. Con todo respeto, ¿es posible y saludable renunciar al propio yo? La destrucción psíquica de muchas personas que han actuado así motivadas por planteamientos similares del amor debería llevarnos a cuestionar la verdad de ciertas creencias. De hecho, no es sostenible en el tiempo ningún tipo de fundamentalismo y el alma lo sabe, llevando al cerebro a contradecirnos o, en algunos casos, al olvido.

En varios procesos de coaching personal he observado que se suele olvidar lo más básico, curiosamente porque el cerebro nos manda olvidarlo, quizá por salud mental, porque, de lo contrario, el cortocircuito que se puede llegar a generar, entre lo que pensamos y lo que hacemos, es enorme. De “infarto”. La sabiduría popular nos lo confirma: “Vive como piensas o acabarás pensando como vives”. El cerebro intenta salir en nuestra ayuda.

Las críticas al Papa de los “fieles”

Decía que las críticas al Papa me parecen en parte comprensibles, incluso propias de gente en el fondo más coherente.

Lo que no es tan lógico es que las críticas al Papa vengan de los creyentes por tres motivos: porque niegan lo que predican, que la elección del Papa es la voluntad de Dios y es el Espíritu Santo quien gobierna la Iglesia; porque al emitir un juicio definitivo sobre una persona dejan de lado lo que Dios puede hacer por ella y a través de ella, que es lo que de verdad debería importarles; porque apostatan de su principal obligación –y quizá única ley innegociable- que es la de “abrazar” al prójimo, aunque venga vestido de las peores “prendas”.

Hay críticas constructivas que pueden ser fruto del amor pero no me refiero precisamente a estas. Hay insultos, acusaciones, amenazas y condenas totalmente incompatibles con la ley del amor que predican los cristianos, como José Galat, director del Canal Teleamiga, que sostiene que el Papa Francisco es un farsante que confunde a la gente con herejías.

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Sin duda, el Papa Francisco ha generado mucho escándalo con sus  generado mucho escándalo con sus homilías, gestos y decisiones. Se le acusa de ser el tótem del relativismo moral y religioso; de aparentar una pobreza que no es real y poco franciscana; de despreciar la liturgia y, en consecuencia, lo sagrado; de llevar a los creyentes al caos más absoluto con su defensa de la autonomía de la conciencia: ¿Quién soy yo para juzgar a los gays, dijo para escándalo de muchos, se acuerdan?; de poner a la Iglesia ante la encrucijada de un cisma al contradecir, en algunos temas, el Catecismo y el Magisterio de Papas anteriores. Todo esto he escuchado y leído de Francisco.

En general, no deberían importarnos demasiado las críticas, vengan de donde vengan, porque son siempre una manifestación del ego. Si encima las censuras proceden de un cristiano, deberían darnos pena y hasta compasión. ¿O acaso piensan que la gente ignora las obligaciones de la caridad que ellos predican? El Himno a la Caridad de San Pablo es muy claro: “La caridad es paciente, la caridad es benigna; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra por la injusticia, se complace con la verdad, todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.

¿Y si Dios, a través de Papa Francisco, obra este milagro? Casos más extraños se han visto. Al final, Dios hace lo que le viene en gana cuando quiere o, como diría un teólogo, Dios obra de manera misteriosa y sus caminos son inescrutables… Ya lo dijo el profeta Isaías: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos”. Por fortuna, para todos.

Un Papa con corazón latinoamericano

El Papa Francisco nació y creció como sacerdote y obispo en Latinoamérica, donde se identificó e integró con los más necesitados. Esta actitud suya era bien conocida por quienes le eligieron Papa. A este efecto, fueron expresivas, recién elegido Papa, las palabras del Cardenal Claudio Hummes: “No te olvides de los pobres”. Dicen los expertos que el nombre de Francisco tiene esta carga simbólica, expresión del ideal de pobreza -y desprendimiento de los bienes materiales- del que el Cardenal Bergoglio quería dar testimonio.

Francisco es el autor de los documentos Evangelii Gaudium y de Amoris Laetitia –exhortaciones apostólicas- y de la encíclica Laudato Si: hay que leerlos para entender cómo piensa el Papa. Son textos que invitan a construir una nueva cultura del amor y de la misericordia donde el bien del ser humano, especialmente del más necesitado, de los abandonados, esté en el centro de nuestras decisiones y esfuerzos. Los valores del mundo actual llevan al conflicto y a la destrucción del planeta y por tanto la humanidad futura nos reclama un cambio urgente hoy.

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De todos los mensajes que escucharemos del Papa, más allá de la invitación al perdón, a la unidad y a establecer los fundamentos de una convivencia pacífica, el más importante será el de la justicia social. Este Papa siente una predilección por los pobres: “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre para los pobres!, una Iglesia con olor a oveja!”, ha dicho en varias oportunidades. El Papa considera que es un deber escuchar la voz de los pobres y ha criticado la actitud de la Iglesia católica al haberse dejado robar la bandera de los pobres por el comunismo: “¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos y promocionarlos”, volverá a decir el Papa. Y las paredes del Congreso retumbarán de las carcajadas.

@pabloalamo

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