Son pocas las oportunidades que se presentan recorriendo la ruta del rock and roll y quienes saben identificarlas cuando aparecen y la toman, aparte de ser discípulos aventajados, tienen el privilegio de contar la versión de una historia que pocos pueden narrar. Uno de estos chances sucedió el pasado jueves 2 de octubre del 2014, en un lugar pequeño al noroccidente de Bogotá, ubicado dentro de un centro comercial y a plena luz del día. Allí, la historia del mejor baterista del mundo se vivió en solo 4 horas y ante cerca de 120 personas. Bienvenidos.
Vestido de negro y con gorra de igual color, el piloto abordó sobre las 5 de la tarde la nave de marca Ludwig, la misma utilizada durante toda su carrera por otro gigante de la percusión, el Beatle Ringo Star. Aquel kit de batería estaba reducido pero resplandecía y no solo por las luces multicolores que ofrecían calidez al escenario, también por su pulcritud. En medio de los aplausos de las 40 personas aproximadamente que estaban en la hamburguesería sede la Colina, Dave lombardo, abría la clínica de batería con South Of Heaven, uno de los temas emblemáticos de la que fuera su banda base, Slayer. Así, frente a frente y escasos metros, veíamos el golpe puro no de una máquina del doble bombo o de las técnicas depuradas, mejor el de un ser humano preocupado de cómo seguir explorando su instrumento bajo la base rítmica de la autenticidad. Primera lección de la jornada.
Las páginas de aquel “intimo” momento se empezaron a escribir, y las preguntas a dilucidar con la moderación del propio protagonista. Inquietudes de cómo calibrar los pedales, ajustar el set, utilización de determinadas técnicas, canciones que lo influenciaron -Phantom Of The Opera/ Iron Maiden– fueron surgiendo; pero claro, también del pasado musical de Lombardo con Slayer, discos favoritos, momentos especiales, otros no tanto y cosas como su estrecha relación con el desaparecido, Jeff Hanneman, igualmente la participación en otros proyectos como Fantomas. Hubo tiempo para la pregunta que causo risa en buena onda por lo “personal”, relacionada con su hijo quien trabaja como ingeniero de sonido. En el taller denominado así por un asistente ante lo raro que le pareció a Dave el término clínica, “es que vamos a operar… nooo…” sonaron canciones tan rápidas como Postmortem, pero al final, cuando este baterista de lo extremo finalizó el primer acto de tambores, tocando un cover de Ray Charles, y diciendo que uno los discos que lo influyó y que recomienda fue el de un artista de música tropical como Tito Puente, deja entonces la segunda lección.
Luego del meet and greet, y el toque de la banda local, Lombardo y sus compañeros se dispusieron a realizar los últimos ajustes, especialmente en la batería. Entrada las 10 de la noche después del ritual de los tres músicos realizado en espacio reservado para ellos, Pancho Tomaselli, Gerry Nestler y Dave Lombardo, saltaron al escenario, en medio nuevamente de la bulliciosa bienvenida de parte de la gente, los “inéditos” Philm, abrían por vez primera la puerta a su puesta al vivo. Y sí, era cierto, como lo había advertido Dave en el post anterior, había que llevar tapones para los oídos, pues temas como Train, y Fire From The Evening Sun realmente volaron de tajo nuestros tímpanos, evidenciando el rango vocal de Nestler que rasga la voz al punto máximo, llevado por el punch incesante y seco de Lombardo y el no menos importante sabor puesto por el divertido ecuatoriano Tomaselli, quien a la hora de sacudir el bajo es pura vibración para el cuerpo.
Toda la Hamburguesería incluido su personal, permanecían sujetos a las baquetas del maestro Lombardo que aunque se veía sin aliento más de lo normal, tal vez por la altura, nunca dejó de impactar con vigor – precisión absoluta- la batería puesta en la parte de adelante y alineada a sus dos compadres de banda. Complicado definir aquella amalgama de sonidos afincada allí, cuando se puede pasar del hardcore a caer lentamente en la oscuridad
Si, aquí estuvo el mejor baterista y puede sonar algo pretencioso y hasta irrespetuoso con otros de su especie, pero fue al que pudimos observar en plenitud, como profesor y como músico, en un lugar perfectamente adecuado y personal para dicha propuesta sonora. No solo vimos a un hombre superdotado de la percusión, también a la persona que existe allí, un ser humilde, honesto y entregado incluso cuando uno que otro seguidor lo hostigó o cuando se enredaba con alguna que otra palabra en español. Un hombre que no tiene temor alguno de reconocer sus errores pero tampoco de continuar evolucionando, explorando, rompiendo paradigmas musicales. Dave Lombardo dejó todas estas lecciones de vida y para redondear trajo a otros dos compinches que terminaron por ofrecer una lección diversa de música, tan poderosa como el propio sonido grave del doble bombo, tan intensa como romper un parche en plena clase, como sucedió la tarde-noche en que vimos al mejor baterista del mundo. Por todo esto sin duda alguna merece el título.
Permanezcan Rockosos