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Por Clara Alemann

 

Sabemos que la violencia contra la mujer es un problema de salud pública de proporciones epidémicas a nivel mundial y en nuestra región. De lo que no se habla con tanta frecuencia es de cómo esta violencia afecta a los niños y de que además a menudo ambas coexisten. La exposición de los niños a la violencia es el predictor más fuerte y consistente de su transmisión intergeneracional.

En el caso de los varones, vivir violencia en el hogar durante la infancia hace 2,5 veces más probable que agredan a su pareja de adultos, ya que han aprendido que el que tiene más poder en una relación puede usar la violencia para imponer su autoridad. Las mujeres que de niñas vivieron violencia en el hogar también tienen mayor probabilidad de ser agredidas en sus relaciones de pareja.

A medida que el conocimiento sobre estos tipos de violencia aumenta, hemos aprendido que sus diferentes manifestaciones están interconectadas y que comparten factores de riesgo. Por ejemplo, sabemos que tanto la violencia de pareja contra la mujer como la violencia contra los niños tienden a darse en familias donde hay normas rígidas de género, relaciones distantes e inseguras entre padres e hijos, incapacidad para resolver conflictos sin agresión y legitimación del uso de agresión por quienes tienen mayor poder para sancionar a quienes desobedecen.

La violencia durante la infancia se mete bajo la piel y puede perjudicar el desarrollo físico, socioemocional y cognitivo de niños y niñas de por vida, aumentando sus probabilidades de tener dificultades en el desempeño escolar, tener problemas psicológicos como depresión o ansiedad, mostrar comportamientos agresivos y tener problemas para establecer relaciones saludables.

A pesar de sus consecuencias perniciosas y duraderas, el uso de violencia física o psicológica contra los niños es extremadamente común en la región: entre el 45% y el 85% de los niños sufre alguna forma de disciplina violenta en sus hogares por parte de progenitores o cuidadores. Los castigos físicos o psicológicos son una forma social y, en algunos países, legalmente aceptada de violencia a pesar de vulnerar derechos fundamentales de los menores. Dichos como “la letra con sangre entra” reflejan una creencia generalizada sustentada por encuestas que muestran que muchos adultos -en algunos países más del 80%- consideran natural recurrir al castigo violento para imponer disciplina.

Sólo 8 países en la región cuentan con legislación que penaliza explícitamente el uso de violencia contra los niños de tipo corporal. En el otro extremo, la situación más alarmante se encuentra en el Caribe, donde algunos países legitiman su uso en escuelas u hogares. Lo cierto es que contar con legislación que proteja a los niños es un prerrequisito, pero prevenirla requiere de esfuerzos importantes para modificar pautas de crianza arraigadas en la cultura.

Detener la violencia en los primeros años, un factor clave

Y aquí tenemos una gran oportunidad. Históricamente la investigación, políticas y programas de prevención y respuesta a la violencia contra la mujer y a la violencia contra los niños han seguido trayectorias paralelas. Sin embargo, la creciente evidencia sobre su intersección y las oportunidades de un abordaje integrado exponen claramente la necesidad de un trabajo coordinado en estas dos áreas.

Recientes revisiones de evidencia sobre cómo prevenir la violencia contra la mujer señalan como muy prometedoras las intervenciones que cuestionan normas que sustentan la desigualdad de género promueven la comunicación asertiva y la resolución no violenta de conflictos, así como los programas que buscan fortalecer competencias parentales, mejorar las relaciones entre padres e hijos y promover el uso de disciplina positiva. Detener la violencia antes de que ocurra, durante los primeros años de vida, es una de las áreas críticas tanto para frenar su transmisión intergeneracional como para evitar consecuencias negativas en el desarrollo de los niños.

Por eso, las intervenciones de desarrollo infantil temprano presentan una oportunidad privilegiada para integrar el cuestionamiento de los roles y expectativas estereotipados de género, promover la participación de los hombres en la crianza, modelar relaciones familiares equitativas y respetuosas, identificar situaciones de violencia y referirlas a las autoridades competentes.

El objetivo en ambos casos es el mismo: promover entornos familiares seguros y estables donde mujeres y niños vivan libres de violencia y que las próximas generaciones aprendan a establecer relaciones basadas en la igualdad, el respeto mutuo y la resolución pacífica de conflictos.

 

* Clara Alemann es consultora de la División de Género y Diversidad del BID. Es especialista en diseño y gestión de programas de desarrollo social y político con una perspectiva de género. Su trabajo se centra en la integración de un enfoque de género en el diseño y ejecución de operaciones de protección social y salud en las áreas de salud sexual y reproductiva, programas de transferencias condicionadas, desarrollo infantil temprano, juventud en riesgo y violencia contra la mujer. Cuenta con una Licenciatura en Ciencias Políticas de la Universidad de Buenos Aires y una maestría en políticas públicas de la Universidad de Columbia.

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Una publicación compartida por Eddy Ramirez (@eddy.ramirez21)

En cuanto tuve a mi primer hijo, hace más de 18 meses, descubrí lo hermoso y gratificante que es, pero también lo fuerte y duro; no poder dormir bien, jornadas largas y agotadoras donde tu bebé depende 100 % de ti, sin olvidar que a la vez soy esposa, dueña de una empresa, Youtuber, abogada y consultora migratoria, por lo que mis trabajadores y clientes también depende de mí.    Entonces, ¿cuáles son los beneficios de tener un bebé en un país como Canadá?   Desde que llegué, veía a niños en la calle tranquilos, caminando, muchas veces solos o cerca a sus casas, jugando en sus bicicletas, con sus amiguitos, sin ningún miedo de ser raptados, violentados, o cualquier cosa mala que puede llegar a suceder en nuestros países. Yo hablo de Venezuela, que es lo que conozco y tengo como referente.  Aparte de la seguridad, otro punto a favor, es el sistema educativo: los day care o guarderías públicas son muy buenas y tienen un costo diario de 7 dólares, sin embargo, conseguirlas puede ser complicado, por las listas de espera de tres a seis meses. En una guardería privada se consigue cupo más rápido, pero el costo es de 1500 o 2000 dólares al mes en Montreal, donde yo vivo. Otro elemento atractivo es el nivel tecnológico existente para la seguridad de los niños -como la silla del carro que parece un búnker, las cámaras que ayudan a vigilar hábitos del sueño del bebé, la vasenet que se mueve sola si este llora y mide que tenga el corazón bien mientras duerme, las cunas inteligentes que imitan los movimientos del vientre de la mamá, con sonido-, en fin, muchísimos recursos para invertir y ayudarse.   [embed]https://www.youtube.com/watch?v=GaNQrUtIYo8[/embed]   Ahora, pasemos a la parte dura: la parte médica, la que yo les puedo hablar desde mi experiencia en Quebec. Una vez quedas embarazada e inicias los controles y chequeos, notas que es muy diferente a nuestros países. Primero, porque muchas veces es una enfermera la que hace el seguimiento, en lugar de tu ginecólogo o médico. Si ella ve que algo no está bien, lo reporta. Además de darte cuenta de que el médico que va a atender el parto, es el médico de turno, no el que lleva tu embarazo.   
’’No tener contacto directo con el ginecólogo, es un poco frustrante para quienes estamos acostumbrados a tener una cercana relación médico-paciente’’
  Algo que me sorprende, es que los equipos médicos de ultrasonido, por ejemplo, no los tiene directamente el médico, sino que están en el hospital público, donde te remiten. El técnico es quien envía los resultados al médico y una semana después te los comunican. O cuando el bebé está enfermo y requiere una emergencia, también lo refieren al hospital, y uno tiene que esperar a que lo llamen para hacer la revisión. 
Cuando nace el bebé y dan de alta, algo interesante, es que por parte del gobierno, envían a una enfermera pública a tu casa dos veces, durante dos semanas,-¡gratis!- para asegurarse que el bebé esté bien. Hasta ahí todo bien. Sensación contaría a cuando tienes que llevarlo al pediatra, y te das cuenta de que no será visto por este, sino por un estudiante o un family doctor, que es un médico general. Este médico determina si el bebé necesita ser referido a un especialista o pediatra. 
Aun así, el sistema funciona. Los canadienses lo aceptan y es la realidad en la que vivimos millones de migrantes y aunque debamos ser pacientes, hay que confiar en él. ¿Y por qué confiar? Porque a pesar de todo, nunca imagine vivir en un país, en el que el Gobierno reconoce la maternidad como un trabajo full time y por ende le da un año de pausa a los papás para que puedan criar a su bebé.  Así es Canadá, así de grande es este país y en siguiente capítulo les hablaré más de esto.  Con amor, Eddy.   Si quieres conocer más de mi vida y a lo que me dedico, sígueme en: https://www.immilandcanada.com/ https://www.youtube.com/@Immiland https://www.instagram.com/eddy.ramirez21/   Todos los capítulos de esta Tierra de Inmigrantes los puedes leer aquí. https://blogs.eltiempo.com/tierradeinmigrantes/2023/02/16/que-es-emigrar-a-un-pais-como-canada/   https://blogs.eltiempo.com/tierradeinmigrantes/2023/02/09/como-cumplir-tu-sueno-de-vivir-en-canada-con-immiland/

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1 Comentarios
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  1. otroindignado

    La violencia es el resultado de la desigualdad, la falta de oportunidades y de eso si que se está presentando en mayor grado en este país gracias a los caprichos de nuestro presidente

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