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Familia del Amazonas Mendez

América Latina y el Caribe es la región que más electricidad pierde en sus sistemas de transmisión y distribución. Tan solo en 2012, la región perdió 240 teravatios por hora (TWh) lo que equivale a 17% del total de la electricidad generada. Viéndose agravada en las últimas décadas, esta situación es analizada en la reciente publicación Electricidad Perdida que motiva esta entrada.

Las pérdidas de energía son inevitables en cualquier sistema eléctrico, sin embargo, 20 de 26 países de América Latina y el Caribe muestran pérdidas superiores a 10% del total de la electricidad generada. En términos económicos, estas pérdidas se traducen en un costo anual de entre US$11 y US$17 mil millones para la industria eléctrica. Este costo equivale a 0.3% del PIB de la región, comparable al monto destinado a programas sociales como Oportunidades (hoy Prospera) en México o Bolsa Familia en Brasil.

Tales magnitudes comprometen seriamente la viabilidad financiera de las empresas eléctricas, reduciendo -y en varios casos eliminando- su capacidad de inversión, restringiendo la ampliación de la cobertura eléctrica, y mermando la calidad de su servicio y la eficiencia de los sistemas eléctricos. Claramente, este escenario presenta un obstáculo generalizado para el desarrollo de una industria de renovables no convencionales basado en una demanda de mercado legítima.

¿Dónde se pierde esta energía?

La energía se pierde primordialmente en dos etapas de la cadena del sistema eléctrico: durante el transporte de la electricidad generada y a través del consumo final no medido y no facturado. En el primer caso, la diferencia entre la electricidad ingresada al sistema y aquella entregada al consumidor final se relaciona directamente con las ineficiencias técnicas del sistema de transmisión. El segundo caso, que sabemos explica el 80% de las pérdidas en América Latina, se refiere en gran medida al robo y/o fraude por parte del consumidor final y a la ineficiencia en la política comercial de las empresas del sector.

Ahora bien, corresponde preguntarnos: ¿Cuál es la relación entre pérdidas eléctricas y la sostenibilidad ambiental? La relación es cercana, aunque suele ignorarse en los debates de políticas públicas:

  • La electricidad adicional que debe insertarse en el sistema para contrarrestar las pérdidas en el transporte se traduce en mayores emisiones de gases contaminantes durante la generación de electricidad. Este efecto es mayor cuando se utiliza fuentes no renovables para la generación de electricidad.
  • El uso de electricidad NO facturada alienta el consumo excesivo entre los consumidores finales, desalentando la formación de hábitos de conservación de energía y por ello impulsando la demanda total de electricidad.

¿Y se miramos hacia el futuro?

Ante el crecimiento de la demanda eléctrica en la región, estimada en 3% anual, la solución más sencilla es ignorar las pérdidas y aumentar la capacidad de generación. Si bien este incremento será inevitable, te invitamos a reflexionar sobre las prioridades. Si no se mejora la situación actual, las pérdidas netas anuales de electricidad en la región podrían alcanzar los 182 TWh en 2030, dos veces la energía generada por la central hidroeléctrica más grande de América Latina–Itaipú –; ocasionando un costo ambiental y financiero extremadamente alto.

Posibles soluciones

Medidas orientadas a reducir las pérdidas eléctricas constituyen un componente esencial para enfrentar la creciente demanda. Debemos resistir la tentación de recurrir a construir nueva infraestructura eléctrica cuando la reducción de pérdidas constituye una opción de menor costo y usualmente de más rápida implementación. Instituciones como el BID sostienen este enfoque con estrategias de desarrollo sostenible.

Resolver el problema de pérdidas requerirá fortalecer institucionalmente las empresas eléctricas para mejorar su desempeño. Aspectos regulatorios, como por ejemplo, la fijación de precios, así como un adecuado respaldo institucional y normativo, en particular, el fortalecimiento de la independencia en la gobernanza del sector, son elementos esenciales para incentivar a las empresas a reducir los niveles de pérdidas. Entre otros, este ha sido el caso de experiencias exitosas en Chile, Colombia, Costa Rica y Perú, comentadas en nuestra publicación.

Este blog fue publicado por El Banco Interamericano de Desarrollo.

Autores:
Raúl Jiménez

Raúl lleva a cabo investigaciones en la División de Energía del BID. Sus áreas de interés incluyen la economía de la energía, evaluación de impacto y econometría aplicada. Raúl es PhD (c) en Economía en la Universidad de Roma Tor Vergata. Tiene una maestría en Econometría de la Universidad Torcuato Di Tella y en Economía en la Universidad de San Andrés. Twitter: @rjmori

Tomás Serebrisky
Tomás Serebrisky

Tomás es el Asesor Principal Económico para el Departamento de Infraestructura y Medio Ambiente del BID. Ha trabajado en el BID desde 2012 y se especializa en economía de las inversiones en infraestructura, APPs, incidencia de los subsidios, logística, regulación económica y defensa de la competencia. Cuenta con un título de doctorado en Economía de la Universidad de Chicago. Sigue a Tomás en Twitter: @tserebrisky

 

 

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