Por: Mauricio Quimbaya.
Cuenta la leyenda que la condesa húngara Isabel Bathory se bañaba en sangre de doncella para perpetuar su belleza y alejarse de la muerte, cuando en su época (siglo XVII), llegar a los 50 años ya significaba lograr la ancianidad. De la misma manera, los libros de historia ilustran a la reina Cleopatra bañándose en leche de cabra para mantener la lozanía de su piel. La lucha contra el envejecimiento ha sido una obsesión tan antigua como la misma humanidad y la búsqueda de la fuente de la eterna juventud ha sido un devenir constante, incluso ahora, en la contemporaneidad.
Mi madre suele decir que lo único seguro cuando nacemos, es que algún día vamos a morir y aunque no es un pensamiento muy optimista, es una realidad biológica irrefutable. En ese sentido la muerte y el proceso que la precede, es decir, el envejecimiento es un destino, un punto final al que llegaremos todos y cada uno de los organismos que habitamos este planeta. Pero, ¿qué es envejecer?
Somos máquinas biológicas. Nuestras células funcionan como diminutos engranajes acompasados que controlan y coordinan cada una de nuestras funciones vitales durante toda nuestra existencia. Como cualquier máquina, las células se desgastan y deterioran, su metabolismo se hace más lento, suceden errores que dejan de detectarse y por lo tanto de repararse y el proceso de división celular, del cual depende el reemplazo sistemático de nuestros tejidos, cesa. Y aunque todo esto suceda en el mundo microscópico celular, las consecuencias del proceso de envejecimiento son sistémicas y se evidencian en nuestro universo macroscópico. Encanecemos, se nos cae el pelo, la piel se arruga, nos hacemos más lentos, olvidamos más cosas y nos hacemos más proclives a sufrir enfermedades típicas del envejecimiento como el párkinson, el alzhéimer, la diabetes y el cáncer. El proceso de envejecimiento, está enmarcado dentro de un programa biológico que ocurre inefablemente, es decir, es un destino y, curiosamente, cuando técnicamente hablamos de destinos celulares, el envejecimiento celular es un ejemplo de ello. Cuando hablamos de una célula que envejece, hablamos de una célula senescente y en organismos complejos como nosotros, la senescencia celular, íntimamente ligada con el proceso de envejecimiento, sólo empezó a ser entendida hace unos años.
A inicios del presente siglo, el equipo de trabajo dirigido por la doctora Elizabeth Blackburn, descubrió que a medida que las células senescen y dejan de dividirse, una enzima particular, conocida como telomerasa y que es fundamental para los procesos de división celular, pierde eficacia hasta que deja de producirse (McEachern, Underwood, & Blackburn, 2002). El equipo de la doctora Blackburn logró manipular experimentalmente células senescentes y por medio de la inducción de la telomerasa en dichas células, lograron no solo reiniciar el proceso de división celular, sino que también, lograron revertir ciertas características típicas de las células senescentes (Nautiyal, DeRisi, & Blackburn, 2002). ¡Eureka!, por primera vez, un equipo de científicos habían logrado revertir el proceso de envejecimiento, por lo menos, en un manojo de células. Experimentos posteriores en ratones, utilizando la misma enzima telomerasa, comprobarían que el uso de esta enzima lograba extender no solo la vida de los ratones, sino que también, la calidad de vida era mejor, es decir, no solamente vivían más, sino que eran más activos, más sanos y resolvían más fácilmente laberintos. La Doctora Blackburn, recibiría el premio nobel de medicina en el año 2009 por sus contribuciones al entendimiento del proceso de envejecimiento https://www.nobelprize.org/nobel_prizes/medicine/laureates/2009/blackburn-lecture.html).
Pero nuevos paradigmas científicos indican que el envejecimiento también puede ser entendido como una enfermedad, es decir, si ciertas dolencias son típicas del proceso de envejecimiento, si atacamos dichas dolencias, entonces, aunque sea de una manera indirecta, estaremos obrando sobre el proceso de envejecimiento. Por lo menos, esa fue la perspectiva de la doctora María Blasco, ex-pupila de Blackburn, quien ha utilizado la enzima telomerasa para atacar distintas enfermedades típicas del envejecimiento. La doctora María Blasco empezó investigando qué pasa con la telomerasa en células tumorales y encontró que las células cancerígenas, las cuales tienen un proceso de división descontrolada, tienen una telomerasa hiperactiva, lo que la llevo a pensar que la inhibición de esta encima en procesos carcinogénicos podría tener un efecto anti-proliferativo y por lo tanto perjudicial para las células tumorales (Li et al., 2004; Nosrati et al., 2004). Lo pudo comprobar y demostró que en ratones modificados genéticamente, diseñados para reproducir los procesos tumorales típicos de la carcinogénesis, la inhibición de la expresión de la telomerasa, retrasa y en ocasiones inhibe el desarrollo de la enfermedad (Blasco, 2003).
Recientemente, el equipo investigativo de la doctora Blasco ha demostrado que la expresión de la telomerasa en células cardiacas de ratón, ayuda a mitigar los efectos de un infarto ya que induce la división celular en los cardiomiocitos, ayudando a reparar el daño celular ocasionado por el infarto (Bar et al., 2014). De la misma manera, el equipo de la doctora Blasco, está investigando los efectos del uso de la telomerasa en modelos murinos que tratan de reproducir las condiciones típicas de enfermedades neurodegenerativas como el párkinson y el alzhéimer (Bar & Blasco, 2016). Su objetivo final es el de comprobar que un ataque directo hacia las enfermedades típicas de la vejez, es un ataque al proceso de envejecimiento como tal. Si bien las investigaciones de Blackbourn y Blasco no buscan impedir la llegada a nuestro destino final, la muerte, si buscan mejorar la calidad de vida en el proceso que la precede, el envejecimiento, tratando de extender nuestros días sobre la tierra de una manera más sosegada e independiente, es decir, no sólo vivir más, sino también, vivir mejor.
No sé si Isabel Bathory hubiera reemplazado sus baños de sangre por un baño de espuma con telomerasa, pero por lo que a mí respecta, creo que la longevidad más que un logro, es una responsabilidad, pues de nada sirve vivir ciento cincuenta años, si no sabemos qué hacer con la vida que se nos da. Nuestra especie tiene aproximadamente doscientos mil años y…¿qué hemos aprendido en ese tiempo?
Referencias:
Bar, C., Bernardes de Jesus, B., Serrano, R., Tejera, A., Ayuso, E., Jimenez, V., . . . Blasco, M. A. (2014). Telomerase expression confers cardioprotection in the adult mouse heart after acute myocardial infarction. Nat Commun, 5, 5863. doi:10.1038/ncomms6863
Bar, C., & Blasco, M. A. (2016). Telomeres and telomerase as therapeutic targets to prevent and treat age-related diseases. F1000Res, 5. doi:10.12688/f1000research.7020.1
Blasco, M. A. (2003). Telomeres in cancer and aging: lessons from the mouse. Cancer Lett, 194(2), 183-188.
Li, S., Rosenberg, J. E., Donjacour, A. A., Botchkina, I. L., Hom, Y. K., Cunha, G. R., & Blackburn, E. H. (2004). Rapid inhibition of cancer cell growth induced by lentiviral delivery and expression of mutant-template telomerase RNA and anti-telomerase short-interfering RNA. Cancer Res, 64(14), 4833-4840. doi:10.1158/0008-5472.can-04-0953
McEachern, M. J., Underwood, D. H., & Blackburn, E. H. (2002). Dynamics of telomeric DNA turnover in yeast. Genetics, 160(1), 63-73.
Nautiyal, S., DeRisi, J. L., & Blackburn, E. H. (2002). The genome-wide expression response to telomerase deletion in Saccharomyces cerevisiae. Proc Natl Acad Sci U S A, 99(14), 9316-9321. doi:10.1073/pnas.142162499
Nosrati, M., Li, S., Bagheri, S., Ginzinger, D., Blackburn, E. H., Debs, R. J., & Kashani-Sabet, M. (2004). Antitumor activity of systemically delivered ribozymes targeting murine telomerase RNA. Clin Cancer Res, 10(15), 4983-4990. doi:10.1158/1078-0432.ccr-04-0134
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