Hace un tiempo hablaba con una amiga que se mudó a New Jersey y ella comentaba que para su aplicación de seguridad social requerían saber su raza. Ella, de padres asiáticos, pero nacida en Canadá, se preguntaba: ¿qué se supone que debo poner en esta casilla… raza humana?
El argumento biológico
El debate acerca del concepto de razas en los humanos y su veracidad biológica ha durado por décadas, debido a que las razas fueron inicialmente definidas en contexto social y no biológico (en adelante pondré la palabra raza en comillas cuando se refiera al concepto social). El reconocido biólogo evolutivo, Richard Lewontin, analizó desde el punto de vista genético, la distribución de la diversidad humana1. Su tesis principal está basada en que los caracteres que el hombre había escogido para delimitar las “razas” estaban basados en nuestra percepción visual de las diferencias físicas, lo cual no es siempre congruente con una clasificación biológica(1,2). Las diferencias físicas conforman solo parte de las diferencias entre individuos o grupos de individuos, y dichas diferencias pueden ser causadas por presiones debidas a factores ambientales, y no por herencia genética directa. Un ejemplo es el caso del color de piel oscuro de poblaciones en África, Asia y Australia adquirido debido a la presencia de dichas poblaciones en regiones de intensa radiación solar(3), las cuales evidentemente no son clasificadas generalmente como pertenecientes a la misma “raza”. Desde una perspectiva genética si las “razas” humanas tienen en realidad un fundamento biológico, entonces las diferencias genéticas (en el ADN) entre los individuos de una “raza” deben ser menores que las diferencias entre individuos de distintas “razas”. Lewontin(1), usó información de 17 genes para establecer dicha congruencia entre siete “razas”: caucásicos, africanos negros, mongoloides, aborígenes sur asiáticos, amerindios, oceánicos, y aborígenes australianos. Su conclusión fue inquietante; según sus análisis, la proporción media de diversidad (variación) es de más de 85% dentro de las “razas”, y menos del 15% de las diferencias en los humanos se deben a los grupos raciales. Esto quiere decir que según los genes estudiados dos individuos de una misma “raza” pueden llegar a tener más diferencias que individuos tomados de “razas” distintas. Lewontin concluye su artículo diciendo que la clasificación racial humana no tiene valor social y que además es destructiva de las relaciones sociales y humanas. El artículo y la conclusión de Lewontin muestran al parecer el deseo de establecer mediante bases científicas una igualdad social, que bien puede estar enmarcada por su pensamiento Marxista.
Lewontin fue el pionero en establecer la falta de argumentos biológicos en el concepto de “raza”, pero numerosos artículos en genética han apoyado su teoría. Las “razas”, se comportan más bien como un continuo, en donde no se pueden establecer diferencias genéticas radicales entre grupos(1–7). La imposibilidad de marcar diferencias genéticas tajantes entre “razas” está dada en parte por los patrones de migración humana desde el origen del hombre, y por la continua mezcla del ADN entre las poblaciones humanas(2,8). En otras palabras, el eterno viaje del hombre por el mundo, ha generado durante generaciones, hijos que son la mezcla genética de personas de todas las latitudes y longitudes geográficas.
Para que las “razas” pudieran ser un concepto biológico válido tendríamos que poner a todos los miembros de cada grupo en un lugar distinto y aislado de los otros grupos. Luego de miles de años, es probable que dicho aislamiento diera entonces origen a razas biológicas, donde el ADN de dos miembros cualesquiera dentro de una raza fuera más parecido que cuando se compararan miembros de razas distintas.
El cambio de marea
¿Podría Lewontin estar equivocado?, en ciencia muchas teorías son refutadas a partir de nuevos experimentos. Sin embargo, hasta el día de hoy, las “razas” así como han sido culturalmente definidas, no poseen desde el punto de vista genético un agrupamiento lógico. A pesar de esto, si existe una relación genética determinada por la ubicación de los humanos en nuestro planeta(5). La estructura geográfica en las poblaciones humanas permiten encontrar correlaciones a nivel continental sobre el lugar de origen de un individuo basándose en características genéticas(3,5,6,9). De hecho, este tipo de estudios donde se miran las características genéticas de las poblaciones humanas a nivel mundial, han mostrado como el hombre se ha movido por el mundo desde sus orígenes en África(10).
Lo social y lo biológico
El debate de la relación entre “raza” y genética parece ser, desde el punto de vista de muchos, improductivo. La complicación básica parece surgir de un argumento que se vuelve circular: las “razas” determinadas por parámetros sociales son usadas para establecer si existe diferencia genética entre ellas; la diferencia genética no se mantiene debido a que el estudio ha sido basado en una percepción social. Sin embargo, el problema de este debate improductivo repercute directamente en los grupos “raciales” y su contexto social. Por ejemplo, en numerosas ocasiones las predisposiciones a enfermedades, el riesgo de contraerlas o la esperanza de vida, han sido ligadas directamente a grupos raciales(11,12). Estudios epidemiológicos en Estados Unidos muestran una alta correlación de ciertas enfermedades con grupos “raciales” específicos, y esto lleva a pensar en una relación genética y biológica directa, sin tener en cuenta que las inequidades sociales entre estos grupos poblacionales pueden estar dando forma a dichas diferencias a nivel de salud y no necesariamente sus características genéticas(6,13). Un ejemplo de esta problemática fue expuesto por Gravlee6. En un estudio citado por este autor se argumentaba tener evidencia para ligar factores genéticos con el tiempo de dar a luz entre madres de “raza” negra y blanca. Dicho estudio fue divulgado por el diario The New York Times bajo un título de argumento similar(14); sin embargo, las diferencias expuestas solo fueron inferidas debido a las variaciones en el tiempo de nacimiento de los infantes, y no a un estudio de los genes implicados directamente en el proceso de desarrollo del embrión, lo cual no es argumento suficiente para establecer una relación directa entre “raza” y genética. En este sentido es importante entender que la composición genética es una parte relevante, pero no constituye toda la biología de un organismo, ya que distintos factores ambientales pueden influir sobre el desarrollo de un ser vivo. Si ha de establecerse una relación genética directa entre grupos poblacionales y la predisposición a enfermedades para los tratamientos de salud, puede ser más importante tratar de estudiar la migración histórica de las poblaciones en el planeta, que los grupos “raciales” determinados socialmente (9,13). En otras palabras, al estudiar de donde vienen nuestros ancestros y quienes eran, es más probable establecer a que enfermedades podemos ser susceptibles.
Posiblemente en lugar de seguir alimentando este debate es necesario entenderlo desde otra perspectiva y establecer como los estudios genéticos pueden ayudar a generar herramientas para un diagnóstico de enfermedades independiente del concepto social de “razas”. A la par de esto, es necesario usar dicho concepto social para establecer porque existen relaciones entre los grupos “raciales” y la incidencia de enfermedades específicas(11,12). Condiciones como la hipertensión o la diabetes en los grupos “raciales” menos favorecidos son bastante comunes, y puede tener un efecto en la condición fetal y post-natal de los hijos. En este ejemplo, aunque una condición social no altera la condición genética per se, si puede tener una influencia en la persistencia de enfermedades por varias generaciones. Nuevos estudios están empezando a mostrar que incluso ciertos estreses ambientales (nutrición, toxinas) pueden llegar a modificar ciertas secciones específicas del ADN, y que estas modificaciones pueden llegar a ser heredadas(15). Es por esto que un nuevo modelo de estudio en el desarrollo biológico humano debería tener en cuenta los factores genéticos intrínsecos, las presiones naturales y las modificaciones infringidas a nivel socio-cultural (6).
Los seres humanos como especie biológica, tenemos una historia ligada a la evolución. Sin embargo dicha evolución no es solo de carácter biológico sino también cultural y social. Es la labor tanto de científicos de las ciencias naturales, como de las ciencias sociales, que cuando los conceptos biológicos y sociales se encuentren en una encrucijada, se establezcan metodologías de estudio que permitan el avance conjunto de ciencia y sociedad, y que se esclarezcan las dudas sobre los aportes reales de cada disciplina, propiciando así discusiones útiles que resulten en la perpetuación de nuestra especie y en el avance como sociedad. Por encima de nuestras diferencias físicas y genéticas estamos unidos por nuestra humanidad y somos solo una parte de la red formada por todos los organismos del planeta. El desarrollo consciente nos provee con un poder que parece único para determinar nuestro futuro y el de nuestro planeta, y por esto es necesaria una reflexión continua de nuestro papel como individuos y como especie. Aunque la discusión acerca del concepto de “raza” continua, es importante tener en mente que todos somos finalmente seres humanos.
Bibliografía
1. Lewontin, R. C. The Apportionment of Human Diversity. Evolutionary biology 6, 381–398 (1972).
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13. Foster, M. W. Looking for race in all the wrong places : analyzing the lack of productivity in the ongoing debate about race and genetics. Human genetics 126, 355–362 (2009).
14. Bakalar, N. Study points to genetics in disparities in pre-term births. New York Times F5 (2007).
15. Thayer, Z. M. & Kuzawa, C. W. Biological memories of past environments: epigenetic pathways to health disparities. Epigenetics 6, 798–803 (2011).
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