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Me preguntaron en un correo electrónico sobre la Guardia Indígena y lo único que se me ocurre es remitirlos a este texto, escrito en el 2004 en las Lecturas Dominicales de EL TIEMPO, luego de una reunión en Tacueyó con líderes y mayores del pueblo nasa, en el que se debatieron el nombre y funciones de la Guardia Indígena. Hay otro texto más amplio, escrito para Fescol, que subiré más adelante. 

En el patio trasero de una escuela de Tacueyó, sobre bancas
de madera rústica, una docena de nasas (paeces) venidos de las montañas del
norte del Cauca discuten sobre el futuro de su Guardia Indígena. Son hombres
mayores de 50 años, de rostro cobrizo, cabello cenizo y lacio y manos ásperas,
requemadas por los soles de estas montañas donde los paeces han resistido
durante milenios.

Algunos, los más ancianos, exponen sus opiniones en nasa
yuwe, un idioma complejo, en el que las vocales tienen diversas tonalidades y
que ha sobrevivido a pesar de que fue proscrito por los evangelizadores durante
la colonia.

Uno de los puntos de debate es el nuevo nombre, en idioma
nasa yuwe, que le darán a la Guardia Indígena, un organismo dependiente de los
cabildos, conformado por unos 3.000 voluntarios, entre los 12 y los 60 años. Un
indígena de ruana y sombrero levanta la mano.

«Debería llamarse Kiwe Tenc’za, que quiere decir cuidanderos
de la tierra», dice. Y enseguida destaca las funciones que ha desempeñado la
Guardia.

Esta, desde su creación oficial, en mayo del 2001, se ha
encargado de vigilar el ingreso de extraños a sus resguardos y de proteger el
derecho a la vida dentro de estos, aun enfrentando a grupos armados como las
Farc, que históricamente han utilizado las montañas del Cauca para sus
actividades. Pero los indígenas más apegados a la tradición piensan que los bastones
de la Guardia deben ser guiados por el pensamiento ancestral del pueblo nasa,
para evitar que sus integrantes se conviertan en azote de sus propios hermanos.

Los indígenas se miran en silencio. Otra mano se levanta: «Estaba
pensando que sería mejor Kiwe Tenc’za Wala porque wala es grande y esta tierra
es grande porque tiene historia y aquí está el pensamiento y el espíritu del
pueblo nasa».

Otra vez los paeces se miran sin pronunciar palabra. Solo
por unos instantes, porque luego comienza una discusión, por momentos
incomprensible, en español y nasa yuwe. Al cabo de una hora sin lograr
acuerdos, la comisión decide llevar la propuesta ante la plenaria de tres mil
guardias y autoridades indígenas, que se reunieron a finales de junio, durante
tres días, en el coliseo cubierto de Tacueyó.

Durante esa cita, los ancianos les contaron a los guardias
cómo había sido su lucha para recuperar la tierra, los guías espirituales
realizaron rituales y entre todos analizaron el papel que debe jugar la Guardia
dentro de sus comunidades. La asamblea acuerda que los ancianos deben seguir
analizando el nuevo nombre, pero determina que la Guardia no puede ser un
cuerpo con funciones simplemente de control y vigilancia, sino que debe estar
dotada de una filosofía basada en la ley de origen, es decir, basada en las
normas que rigen las relaciones entre los miembros del pueblo nasa y de estos
con el cosmos.

Para ellos, hombre y tierra deben ser un solo ser
conviviendo en perfecta armonía. Cuando se apartan de esta norma, como ocurre
con la siembra de cultivos ilícitos, se altera el bienestar de todos.

«La capacitación, dice Luis Acosta, coordinador general de
la Guardia, comenzará por profundizar, entre otras cosas, en el origen de los
nasas, su territorio, la legislación indígena, su cosmogonía y las formas de
resistencia ante la evangelización, la cultura de los no indígenas y la presión
de los grupos armados». Acosta, profesor de idioma nasa del resguardo de
Huellas (Caloto), de 30 años, con tres semestres de derecho en una universidad
de Cali, asiste a asambleas de su comunidad desde que tiene memoria.

Cuando era niño, su mamá, quien empuña un bastón con cabeza
de cóndor, símbolo de los ex gobernadores de Huellas, lo cargaba a la espalda
por las trochas y lo dejaba jugar mientras ella participaba en los debates. «Era
chiquito cuando oí que a mi padre lo habían matado los terratenientes por
promover recuperaciones de tierra, pero no entendía», relata.

Bernardo Ul, un paez del resguardo de San Francisco y quien
lleva doce años estudiando la medicina de sus mayores, explica que las acciones
de la Guardia comenzarán a ser guiadas por los ancianos de la comunidad, a
quienes consideran depositarios de la memoria, y por los thëwalas,
intermediarios ante los espíritus del trueno, del viento y del arco iris y protectores
del pensamiento del mítico cacique Juan Tama. Tama, dice la leyenda, salió del
río en una noche de tormenta, y regresó a dormir en el fondo de sus aguas
después de organizar al pueblo paez. Para regresar a sus orígenes, los cabildos
comenzarán a fortalecer los encuentros de los guardias con los ancianos y harán
más frecuentes los rituales que los thëwalas practican durante las noches en
ríos y lagunas para favorecer la armonía.

El otro cambio trascendental en la Guardia Indígena es la
incorporación de sus integrantes. Hasta ahora es voluntaria, pero uno de los
indígenas que asistieron a la asamblea puso en duda ese sistema: «Cualquiera no
puede ser guardia», dijo. Y todos lo aplaudieron. Así que la asamblea acordó
que los thëwalas harán un examen de cada candidato para garantizar que busca el
bien de la comunidad y no intereses personales.

Para esta selección, los thëwalas tienen prácticas que
guardan con celo. Una de ellas es el pulseo, que consiste en identificar
intenciones buenas y malas a partir de las vibraciones de la sangre del
examinado. Entre los thëwalas hay quienes se especializan en pulseo y, según
dicen, son más precisos que una prueba de polígrafo o detector de mentiras.
Otros predecirán el comportamiento de los aspirantes mediante rituales con
coca, chicha y plantas secretas, que recogen en lugares sagrados de las
montañas. La intención, según Luis Acosta, es regresar a los orígenes, a los
kiwe thenas o guardia personal que acompañaba al cacique Juan Tama, de quien
dicen recorría la cordillera en un día.

La guardia indígena o Kiwe Tenc’za Wala intentará recorrer
el territorio de los cabildos del norte en dos semanas para tener mayor
contacto con sus hermanos. En diciembre próximo, cientos de paeces caminarán
desde Miranda, en la parte plana, en límites con el Valle, hasta las ariscas
montañas de Jambaló. «Seremos como hormigas, pero con la vista del águila y el
pensamiento de nuestros mayores», concluye el coordinador de los guardias antes
de irse a sentar bajo una de las carpas instaladas en una hondonada de Tacueyó,
cerca de donde crepita el primer fuego de la noche.

 

Autor: José
Navia

eltiempo.com

Fecha de
publicación

18 de julio
de 2004

 

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