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Hace unos seis años, buscando historias desconocidas de Bogotá, me encontré con las mujeres luchadoras. En esa época, la lucha libre intentaba sobrevivir en un precario coliseo de la carrera décima con calle tercera, sur. Los combates se realizaban con un público al menudeo, la mayoría eran habitantes de los barrios vecinos y la mayor parte de los luchadores eran personajes en decadencia, antiguas estrellas del coliseo El Salitre y del coliseo de la 22.

Pero cuando más languidecía ese deporte, los Gemelos Halcones, hijos de un luchador retirado, comenzaron a buscar figuras jóvenes con la intención de darles nuevos ídolos a los bogotanos.

Así aparecieron estas luchadoras… las visité durante un entrenamiento en los bajos del coliseo el Campín.


Las guerreras del ring
– Septiembre / 2002

Cuando no está azotando a sus rivales en el ring de lucha libre, La novia de Chucky es una joven tierna, de ojos color miel y sonrisa amplia que atiende pensionados en una oficina jurídica de Chapinero.

Se viste de paño, blusa de seda y zapatos de tacón. Los pensionados ignoran su identidad, pero los cinco abogados de la oficina saben que algunas noches su empleada se transforma en una luchadora mañosa, capaz de sacudir a trompadas a sus enemigas aunque estas le pidan piedad de rodillas.

También le dicen La muñeca maldita. Mide 1.55 y deriva su apodo de la semejanza de sus movimientos dentro del ring con los del tenebroso monigote de cine.

La novia de Chucky es una de las novedades de la Arena Santander, el nuevo espacio de lucha libre que abre sus puertas el próximo 28 de septiembre en un parqueadero cubierto de la avenida 68 con calle 14, en el occidente de Bogotá.

La luchadora y sus compañeros entrenan todos los días en un salón del Coliseo El Campín, en Bogotá. Allí, unos 20 luchadores y aprendices trotan y practican llaves y golpes.

Esta noche, La novia de Chucky se trepa al ring para un combate de entrenamiento. Parece estar de malas pulgas. Crash!… Uff!… aggg!… kpow!… trum!… la muñeca maldita acaba de agarrar por el cabello a Gatúbela, una trigueña elástica, delgada y de carnes firmes, le da media vuelta, la levanta y pummm! estremece el ring con la espalda de la minina.

Al final, las dos salen con algunos moretones. Nada grave pues parte del entrenamiento consiste en soportar golpes y caer con técnica. Para algunos aficionados la lucha libre no es más que pantomima, pero estos puñetazos se ven muy reales.

Patada al estómago, tramacazo a las costillas, tijereta… y tenga: ¡contra las cuerdas!… Desde afuera, uno de los Gemelos Halcones le dirige los movimientos. “¡Lánzala con más fuerza!, grita el enmascarado.

Gatúbela se retuerce sobre la lona. Tiene 24 años, es instructora de aeróbicos y vive en el barrio Castilla. Su nombre de combate viene del amor por los felinos, especialmente por un gato callejero, de color negro, que adoptó cuando vivía en el barrio Minuto de Dios.

Su afición por la lucha la heredó de su papá, quién no se perdía velada en los coliseos de la ciudad. Sin embargo, su padre nunca la llevó porque le parecía un deporte muy rudo. Pero ella cultivó su afición a través de Bolivisión, MTV y otros canales de televisión que transmiten este deporte, y hace dos años comenzó a entrenar.

El grupo de luchadoras lo completan dos jóvenes de 19 años, Stargirl y Medusa. La primera es de ademanes delicados y aspecto angelical. Vende libros y es alumna de una academia de modelaje. Igual que sus compañeras, Stargirl ha luchado en Medellín, Tunja y otras plazas. Su primer combate lo perdió en la capital antioqueña, hace unos seis meses, ante una paisa fornida llamada Rita la ardiente.

Medusa vive del barrio El Tunal. Es de estatura mediana, formas llamativas y cabello ensortijado de tono rojizo. Trabaja en el noroccidente de la ciudad, en una oficina donde digita e imprime documentos en computador. ‘Usted mira como una medusa’, le dijo alguna vez un amigo, impresionado por la intensidad de sus ojos cafés. Ella buscó en una enciclopedia y halló que el personaje mitológico tenía el poder de petrificar a las personas con solo ponerles el ojo encima.

Junto con estas cuatro luchadoras, cada sábado saltarán al ring de la Arena Santander unos 15 guerreros, entre los que figuran Los gemelos halcones, Sagitario, Frankenstein junior, Adramorek, Lucifer, Comando y Conan, el bárbaro.

Este último es un fisiculturista de 30 años, casi dos metros de alto, 110 kilos de peso y mechas prehistóricas. Hace una semana ganó el concurso Señor Bogotá y dentro de un mes representará al Distrito Capital en una competencia similar a nivel nacional.

Sobre el ring de entrenamientos, las luchadoras siguen azotando sus espaldas contra la lona. Es una de las últimas prácticas antes de ocultar su rostro tras una máscara. Cuando lo hagan, estas mujeres se convertirán en auténticas fieras dispuestas a pelear –cómo dice su entrenador- enjauladas, máscara contra cabellera y encadenadas al cuello.

*La próxima semana les presento a Dick Misterio, El Cuervo, El Verdugo  y otros personajes de la nueva generación de luchadores bogotanos.

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