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Hay DÍAS, que pasan VOLANDO y hay otros en que VOLANDO es lo mejor que puede pasar para los DÍAS… ESTE  es uno de ELLOS… porque el BIOQUÍMICO prestigioso, el BATERISTA dedicado o el ESCRITOR sublime… nuestro COMPA Dn JORGE “LITO”( ya este debería figurar en sus DNI como nombre de PILA..) ZANARDI nos trae un bello cuento de la BUENA PIPA y AUTORÍA…


“LENNON. John LENNON, el de los BEATLES…

En el reportaje titulado Las mil caras de Lennon, —publicado en EP, semanario dominical del diario español El País, el 4/12/2005 — el columnista, Diego A. Manrique, se detenía en algunos pasajes de la vida de John, especialmente en los que tuvieron lugar durante los diez años posteriores a la separación de The Beatles, cuando vivía en el edificio Dakota Building, a pasos del Central Park, en la ciudad de Nueva York. El periodista señala que luego de ser baleado por el desquiciado Chapman el 8 de diciembre de 1980, Lennon fue ingresado al edificio. Hasta allí llegaron unos policías; uno de ellos le preguntó su nombre y él contestó: “Lennon, John Lennon, de los Beatles”.

Ignoramos si esa frase última fue cierta pero intuimos que bien podría haberlo sido. Como en otras situaciones —como en toda la historia— no hay forma verificable de demostrar que esas últimas palabras salieron de la boca de Lennon. Esa frase, tan poderosa, tiene lugar en nuestra imaginación pero eso no la hace menos real ni, por supuesto, menos entrañable. Hay, también, otras palabras inmortales pronunciadas en el umbral terrible de la muerte: Sócrates perdonando a sus detractores antes de tomarse de un trago el vaso de cicuta, tal cual lo relató, amorosamente, Platón, su mejor alumno; la desazón de César al comprender que entre sus matadores se contaba su gran amigo Brutus; el Che Guevara infundiéndole valor a sus ejecutores “… van a matar a un hombre.” Es preferible creer que esas frases —esas imaginaciones— fueron reales a pesar de que siempre aparece algún historiador empeñado en presentar un relato más pueril en donde no están incluidas.

La historia, es decir, lo que conocemos con ese nombre, es un relato. Dicho de un modo más preciso, la historia es el cuento de la historia. Cuando mejor contados estén ciertos hechos, más prestigio y posibilidad de perdurar tiene el texto.  Porque finalmente la imaginación es uno de los ingredientes imprescindibles cuando se va a relatar  un hecho, inclusive si ese hecho tuvo vigencia en ese universo tembloroso e inasible que llamamos realidad. No hay otro modo de componer un relato si no es urdiendo una trama y ligando los fragmentos por medio del hilo fino que teje la ilusión.

 

Hace varios años atrás, creo que en el año 98, presencié la puesta en escena de una novela de Juan Alberto Badía, que fue publicada a principios de esa década, llamada El día que John Lennon visitó la Argentina. La obra fue puesta en escena por el mismo Badía y acompañado por el grupo The Beats, una formación porteña que interpreta música de The Beatles. Se entiende que esa representación planeaba sobre la ilusión de que cierto día el mítico Beatle llegaba a nuestro país, algo que nunca ocurrió más que en los sueños de alguna gente, entre ellos de Badía, que de ese modo rendía un homenaje a ese músico que había entrado en la vida de muchos jóvenes de todo el mundo, cuando la música que venía de Liverpool sonaba en viejos Wincofon o en los programas de Thompson & Williams o Modart en la noche, artefactos que hacían menos solitarias las noches de los años sesenta. En aquel tiempo imposible, todo quedaba lejos de la Argentina, tanto como ahora, pero muchos se sentían parte de aquello que ocurría en una ciudad portuaria de Gran Bretaña y aun en el mundo, y todo estaba cambiando.  

 

Pero nos importa Lennon. Dicen que antes de morir, los que tienen alguna suerte ven pasar su vida en un tiempo infinitesimal. Tal vez a todas las personas les ocurra, incluidos los comatosos o los que mueren durante el sueño; la noción es tan inverificable como irresistible pues, después de todo, debería haber un momento en donde resumir la vida que se está por abandonar. De ser así, Lennon eligió para identificarse al grupo legendario que había denostado —por despecho o por la tremenda melancolía que hace que repudiemos aquello que es, ya, inalcanzable —luego de su separación en el año 1970. La elección de Lennon pertenece a esa categoría de materiales irrepetibles y definitivos en la existencia de una persona en la que se incluyen los grandes y lejanos amores, las ideas que no se completaron, la parte de la vida que se desprendió de uno y nos dejó como un hueco en un costado. Lennon prefirió incluirse en ese gran sueño que creó y le cambió la vida, a él y a tantas chicas y muchachos. Ese pensamiento de Lennon —esa breve ternura—es, sospechamos, inmortal.

Es lícito imaginar qué dijeron o dirán otros. “Rulfo, el que escribió Pedro Páramo”; “Sean Connery, el que hizo de James Bond”; “Villa, el de la División del Norte”. Se pueden ensayar otro montón de frases por el estilo.

Lennon acertó con esas palabras. Pues sigue siendo, para todos nosotros, “Lennon, John Lennon, de los Beatles”.”

Asi es… sólo agregarle..: HACIA FALTA TANTAS LETRAS para LOGRAR este VUELO..!

CAFE LITERARIO ( dixit )…

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CONTINUARÁ

CON JABÓN…! NO COMO PILATOS PORFIS

 

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