Me cuesta entender por qué tantas personas se empeñan en creer que son aquellos pesimistas y desencantados de la vida los que pueden con sus letras enseñarles a vivir en este mundo y hacerlos comprender la esencia de la vida y de las diferentes realidades a través de sus visiones de un futuro negro y de una humanidad sin esperanza.

Yo misma como escritora y como ser humano paso por momentos en los que tambalea peligrosamente mi esperanza con respecto a la bondad del ser humano y a la capacidad de este de compadecerse y de superar su parte indiferente para actuar y hacer algo por la humanidad. Yo misma observo en muchas ocasiones con un dolor que llega a ser físico situaciones que vive el mundo que son incomprensibles para mí y que me hacen sentir que mientras sucedan el ser humano jamás tendrá un mundo mejor.

Pero no por esto me rindo ni veo el mundo con la amargura de algunos escritores que parecen creer que mientras más veneno pongan en sus escritos más profesionales son. ¿Quién dijo que una visión esperanzadora o que expresar un deseo que tenga un tinte idealista no tenía sentido? ¿Qué pasa por la mente de aquellos que no valoran una corta historia sobre un personaje de la calle que quiso sonreír y contar algo de su vida?

Pienso yo que son aquellos que no logran conectarse con nada de esto los que deben preguntarse qué pasa con ellos y examinar si tal vez están dejando que su humanidad desaparezca de la mano de la de algunos intelectuales que parecen pensar que olvidándose de ese toque inocente de la sensibilidad que es característica fundamental del ser humano serán más profesionales, más serios, más experimentados, menos niños, más duros, menos inocentes.

El ser humano es sensible y siente compasión por naturaleza. Más valen los ojos de aquellos que aún se percatan de las personas que los rodean de cerca y de lejos, que aquellos que simplemente perdieron la capacidad de ver, de sensibilizarse y de expresar sentimientos que unan a la humanidad al ayudar a los demás a conocer y a comprender las situaciones por las que pasan otros en distintos lugares del mundo.

Más vale que no todos perdamos esa sensibilidad pura, sincera y sin contaminar, tan limpia en los niños y que deberían conservar los adultos, y, con mayor razón, los escritores, si queremos que la humanidad siga estando compuesta por seres humanos.

www.catalinafrancor.com