Poderosa y amada Madre Tierra,

Hoy le escribo a la naturaleza en medio de un panorama desolador. Creo que nadie llegará jamás a entender por qué un pueblo tan pobre como el nuestro tiene que sumar a sus sufrimientos una tragedia de semejante magnitud como la de verlo todo destruido en segundos y encontrarse con los cuerpos de las familias y conocidos desparramados por las calles o, peor, no encontrarlos jamás.

Lo que alcanza a sufrir un pueblo en estas circunstancias no lo puedo describir. No existen palabras para expresar lo que se siente cuando el mundo te cae encima y acaba con todo lo que conoces y con los esfuerzos de toda una vida sin que nadie pueda detenerlo.

En ese momento comprendes que ninguna preocupación es real mientras tienes la vida y puedes aferrarte a ella, mientras tienes la oportunidad de luchar cada día por conseguir lo que necesitan los que amas, mientras tienes a tu lado a aquellos que amas…

Madre Tierra, ¿por qué nosotros? No es algo que le desee a nadie, pero, ¿por qué a veces se siente como si te ensañaras con los más pobres, con los menos afortunados, con los que más difícilmente podrán recuperarse y reconstruir la esperanza después de algo así?

En este momento es el polvo lo que lo cubre todo, aún las ganas de continuar. Tus colores, los de la naturaleza, no se ven hoy en Haití; solo existe un espesor en el ambiente que parece habernos borrado de la vida.

Y el mundo continúa para el resto…Muchos ni saben lo que está sucediendo…

Pero este pueblo se une. El dolor propio y el de todo un pueblo que llora se unen para formar algo tan fuerte, que sería inalcanzable bajo cualquier otra circunstancia. Eso es lo único que tenemos hoy los haitianos, un lazo que nos permite no querer entrar a lo que queda de nuestras viviendas y preferir reunirnos en lo que queda de los parques para llorar en silencio, cantar en voz alta y rezar para que tú, Madre Tierra, te compadezcas de nosotros y nos hagas llegar un poco de esperanza.

El pueblo haitiano necesita hoy del mundo entero; esta vez fue nuestro turno en esa ruleta rusa que parece ser la furia de la naturaleza, pero mañana puede ser cualquier otra nación. El único poder con el que contamos los seres humanos cuando de las fuerzas de la Madre Tierra se trata es aquel de la compasión y la solidaridad propias de la condición humana.

Son los países de todo el planeta y cada persona que habita la tierra los únicos que pueden devolvernos una luz esperanzadora a nosotros los haitianos que hoy hemos sido los escogidos por ti, Madre Tierra, para pagar por todo el daño que te hemos hecho los seres humanos.

Haití necesita sentir hoy que hace parte del mundo, que sus habitantes son seres humanos y que la prioridad de la humanidad continúa siendo la vida.

www.catalinafrancor.com/blog