En memoria de Miep Gies, por su valentía y por el valor del lugar que ocupa en la historia de la humanidad.
A muchos el nombre de Miep Gies no les dice nada y por ello vale la pena mencionarla hoy, darle las gracias y reconocer públicamente, una vez más, el incalculable valor de su vida después de la muerte la semana pasada, el 12 de enero de 2010, de esta austríaca de 100 años que era, ante mis ojos, uno de los más importantes y hermosos símbolos de compasión y humanidad, una mujer que lo arriesgó todo para salvar a una familia y a otras cuatro personas de la absurda y cruel persecución Nazi en Amsterdam, Holanda.
Miep Gies fue la persona que ayudó a Otto Frank y a su familia a sobrevivir mientras se escondían en la parte de atrás del edificio en el que tenían su casa y su oficina, en un lugar al que llamaron «la casa de atrás», a donde ella se encargaba de llevarles alimentos, y fue además quien encontró los manuscritos del diario de Ana Frank, que luego pasaron a manos de su padre, Otto, logrando así cumplir el sueño de su hija de ser escritora al publicar el famoso libro que ha sido traducido a más de 65 idiomas y que se ha convertido en un tesoro para la humanidad, ya que representa el escalofriante, pero hermoso, testimonio de una niña de 13 años durante los 25 meses (de julio de 1942 a agosto de 1944) que pasó escondida con su familia para evitar que, por ser judíos, los Nazis se los llevaran a los campos de concentración, lo cual terminó sucediendo el día 4 de agosto de 1944.
Otto Frank fue el único sobreviviente de las ocho personas que se escondieron durante esos dos años detrás de la casa de la familia (Otto, su esposa Edith, Ana, su hermana Margot, Hermann van Pels, Auguste van Pels, Peter van Pels y Fritz Pfeffer). Ana Frank murió en medio de una epidemia de fiebre tifoidea que mató a unas 17.000 personas en el campo de concentración, unos días antes de que este fuera liberado por tropas británicas el 15 de abril de 1945.
Después de todos los esfuerzos hechos por los Frank y sus acompañantes para sobrevivir a una persecución que les demostró no tener salida, solo un hombre vivió para dar testimonio de su tragedia, que era a la vez la tragedia de un doloroso y elevado número de seres humanos que el mundo vio torturar y asesinar sin compasión alguna y en silencio.
Su testimonio, más que a través de su propia voz, se difundió por el mundo a través de la voz de su hija adolescente quien, con una madurez y unas palabras que sorprendieron a la humanidad, logró plasmar la situación de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, sin dejar de lado sus vivencias como niña, adolescente y mujer, es decir, sin dejar de relatar detalladamente lo que vivía como ser humano mientras era tratada y perseguida como si no lo fuera.
A Miep Gies el mundo le debe que Ana Frank haya tenido la oportunidad de expresar sus sentimientos en sus escritos durante este tiempo, y también le debe el hecho de haber podido conocerlos después de terminada la guerra gracias al cuidado con el que ella guardó los manuscritos encontrados y a que, respetuosamente y sin haberlos leído, se los haya entregado a Otto Frank una vez terminado uno de los episodios más sangrientos y dolorosos que ha vivido la humanidad, y después de conocer que Ana y Margot jamás regresarían.
Miep Gies entregó los manuscritos a Otto Frank diciendo: «Este es un testamento de su hija Ana». Estos son algunos apartes de los textos con los que Ana Frank les ha permitido a nuevas generaciones conocer lo que vivieron los judíos perseguidos durante la guerra:
«El papel es más paciente que los seres humanos»
«Me aferró a papá porque él es el único que mantiene en mí los últimos restos del sentimiento familiar»
«Las personas libres jamás podrán imaginar lo que los libros significan para quienes están escondidos»
«¿Quién nos ha marcado así? ¿Quién decidió excluir al pueblo judío de todos los demás pueblos? ¿Quién nos ha hecho sufrir tanto?»
«A pesar de esta carga que soportamos, muchos de nosotros seguimos viviendo, sobreviviendo; debemos creer que como proscritos los judíos algún día seremos un ejemplo».
«Me es absolutamente imposible construir cualquier cosa sobre la base de la muerte, la desgracia y la confusión. Veo cómo el mundo se va convirtiendo poco a poco en un desierto, oigo cada vez más fuerte el trueno que se avecina y que nos matará, comparto el dolor de millones de personas, y sin embargo, cuando me pongo a mirar el cielo, pienso que todo cambiará para bien, que esa crueldad también se acabará, que la paz y la tranquilidad volverán a reinar en el orden mundial».
«Lo que me asombra es no haber abandonado por completo mis esperanzas, que parecen absurdas e irrealizables. Y, sin embargo, me aferro a ellas a pesar de todo y sigo creyendo en la innata bondad del hombre».
«Podrán callarnos, pero no pueden impedir que tengamos nuestras propias opiniones».
«¿Cuándo se nos concederá el privilegio de respirar aire fresco? »
«El papel es más paciente que los hombres».
«No veo la miseria que hay, sino la belleza que aún queda».
«Nunca creeré que los poderosos, los políticos y los capitalistas sean los únicos responsables de la guerra. No, el hombre común y corriente, también se alegra de hacerla. Si así no fuera, hace tiempo que los pueblos se habrían rebelado».
«Llegará el día en que termine esta horrible guerra y volveremos a ser personas como los demás, y no solamente judíos».
«Afuera no hay canto de pájaros, y dentro un silencio sofocante se cierne sobre todos y todas las cosas, y parece arrastrarme hacia un abismo».
«No te imaginas cuan opresivo resulta el hecho de no poder salir nunca, y tengo muchísimo miedo de que seamos descubiertos y fusilados. Durante el día, debemos caminar silenciosamente y hablar en voz baja, para que no nos oigan en el depósito».
«Quiero que algo de mí perdure después de la muerte».
«Esta noche, los aviones han bombardeado en tal forma, que cuatro veces empaqueté todas mis cosas…Mamá me ha preguntado, y con razón:
–¿A dónde quieres huir?»
«El terror reina en la ciudad. Noche y día, transportes incesantes de esas pobres gentes… Se separa a las familias, agrupando a hombres, mujeres y niños.
Los niños, al volver de la escuela, ya no encuentran a sus padres. Las mujeres, al regresar del mercado, hallan sus puertas selladas; se encuentran con que sus familias han desaparecido… Todo el mundo tiene miedo».
«Podría seguir durante horas hablando de la miseria acarreada por la guerra, pero eso me desalienta todavía más. No nos queda sino aguantar y esperar el término de estas desgracias.
Judíos y cristianos esperan, el mundo entero espera… y muchos esperan la muerte».
«¡Oh, me he vuelto muy razonable! Aquí se necesita buen sentido para todo: para aprender a
escuchar, para callarse, para ayudar, para ser amable y quién sabe para qué más aún. Temo abusar de mi cerebro, ya de por sí no demasiado lúcido, y que no quede nada de él para después de la guerra».
«Nuestros pensamientos varían tan poco como nosotros mismos. Forman un círculo perpetuo, que va de los judíos a los alemanes, y de los alimentos a la política. Entre paréntesis, hablando de judíos, ayer, por entre las cortinas, vi pasar a dos: yo estaba muy triste, tenía la sensación de traicionar a esa gente y de espiar su desgracia».
«Podríamos cerrar los ojos ante toda esa miseria, pero pensamos en los que nos eran queridos, y para los cuales tememos lo peor, sin poder socorrerlos.
En mi casa, bien abrigada, me siento menos que nada cuando pienso en las amigas que más quería, arrancadas de sus hogares y caídas en ese infierno…aquellos que estaban tan próximos a mí se hallan ahora en manos de los verdugos más crueles del mundo.
¡Por la única razón de que son judíos!».
«Por la noche, veo a menudo desfilar a esas caravanas de inocentes, con sus hijos llorando, arrastrados por algunos brutos que los azotan y los torturan hasta hacerlos caer. No respetan a nadie, ni a los viejos, ni a las criaturas, ni a las mujeres embarazadas, ni a los enfermos: todos deben tomar parte en esa ronda de la muerte».
«Nosotros no ignoramos que esas pobres gentes serán exterminadas. La radio inglesa habla de cámaras de gas. Después de todo, quizá sea la mejor manera de morir rápidamente. Eso me tiene enferma».
El diario de Ana Frank es un tesoro que debería ser leído por todos los adolescentes del mundo y enseñado en todas las escuelas sin importar su religión, su cultura, su idioma ni sus creencias. El testimonio de esta adolescente no debe ser olvidado y debe servir para que el hombre conozca en detalle la situación por la que pasaron millones de personas y así obre de manera que sus actos no lleguen a acercarse a esos jamás.
Ana Frank es la voz de los judíos perseguidos y de millones de familias que fueron destruidas sin razón alguna.
Ana Frank es la voz de las víctimas de un hombre convertido en monstruo. Ana Frank debe vivir en el corazón de cada ser humano por siempre y sus palabras deben gravarse en el alma de la humanidad con tinta indeleble.
Por la memoria. Por la libertad. Por los seis millones de judíos exterminados durante años negros para la humanidad.
Gracias Ana Frank. Gracias Otto Frank. Gracias Miep Gies.
Este video está en inglés porque no se encuentra con subtítulos o en español: