Haciendo de las tragedias el show personal
Respetados periodistas,
Pareciera increíble, pero existen seres humanos, en este caso particular hablo de algunos periodistas -si es que realmente lo son- que son capaces de congelar su humanidad ante verdaderas tragedias de otros para sacar provecho y escalar profesionalmente a costa de ese dolor que, tan claro tienen, tocará la sensibilidad de aquellos que los ven, aumentando el rating de las cadenas de televisión para las que trabajan, sumándole puntos a su popularidad y haciendo de ellos símbolos de «los salvadores» que llegan a que el desastre sea menos grave.
Es doloroso ver cómo algunos de los periodistas de varias de las cadenas de televisión más importantes, más respetadas y de mayor audiencia en el mundo, tengan esa capacidad de asumir que sus públicos son tontos y que se dejarán manipular tan fácilmente, como para no darse cuenta de que han transformado la tragedia de un país entero en su show de turno, en el escenario ideal para explotar su imagen y su nombre, para que las cadenas que los emplean no quieran jamás prescindir de ellos por haber logrado sacarles lágrimas a los televidentes.
¡Qué irrespeto con la sociedad!
Qué patéticos son.
Y es que las audiencias no son tontas, pero sí existen millones de personas en el mundo que se sientan frente a un televisor con la mente en blanco, sin tener muy claros los criterios de un periodismo serio, veraz, oportuno, transparente y, sobre todo, bienintencionado, por lo que, en la mayoría de las ocasiones, no cuestionan lo que ven y asumen que cada escena que les presentan fue así, tal cual la vieron, por más manipulada que haya estado una situación.
Les recuerdo a todos, periodistas y ciudadanos televidentes, que el periodismo es solo un medio para que la sociedad pueda conocer lo que sucede en el mundo de la manera más cercana posible a la realidad, así seamos conscientes de que las historias son contadas por seres humanos, lo que de por sí le da ya una subjetividad innegable. Teniendo claro esto, los periodistas sabemos que nuestro deber es informar todo aquello que tiene que ver con el interés común y hacerlo a través de imágenes y palabras que ayuden a construir esa realidad ante los ojos de quienes nos leen, nos oyen y nos ven.
Por lo tanto, todo aquello que no sirva para construir la imagen de la realidad de un hecho o una situación referente al interés de la sociedad, no es sino un espectáculo que nada tiene que hacer dentro de un periodismo serio.
La tragedia de Haití, como muchas otras que han sido cubiertas por periodistas de todo el mundo, es una situación complicada y difícil de contar; me refiero a que el periodista se enfrenta a un desastre tan grande, a un pedazo de humanidad sumido en el desespero y pidiendo ayuda desde un punto tan bajo, que no es de ninguna manera sencillo elegir lo que se tiene que contar y mostrar a millones de ojos que observan atentos alrededor del mundo.
No hay que caer en el amarillismo, no hay que explotar el dolor humano, no hay que mostrar el enfermo que más sangra para que el mundo comprenda que el pueblo haitiano se está desangrando.
Y, mucho menos, hay que meterse a la tragedia a protagonizar las escenas riendo por dentro y aumentando la popularidad, mientras millones de personas sirven de títeres en medio de un desastre real que ha acabado con todo lo que tenían y lo que eran.
Periodistas, se los ruego, un poco de humanidad.
*Les comparto este artículo del periódico El Mundo de España:
http://www.elmundo.es/america/2010/01/27/noticias/1264549070.html