Vivo en una ciudad en la que la vida se viste de colores en medio de espectáculos sin fin que cambian de ritmo con el sol y la luna; vivo en un lugar en el que las calles son escenario de circos y el aire, el espacio para dejar volar bolas multicolor que se persiguen entre sí; un lugar en el que abundan las rosas rojas y rosadas en ramos puestos frente a los ciudadanos para tentarlos a alagar a sus mujeres; en donde hombres con la cara cansada ofrecen enormes aguacates bajo el sol; en donde seres humanos con la piel arrugada y el cabello teñido de gris se sientan largas horas bajo pequeños techos de tela que cuelgan de unos cuantos palos de madera a la espera de alguien que necesite arreglar sus zapatos o mandar a hacer una silla que ellos mismos tejen con sus manos desgastadas; vivo en una ciudad de colores en la que muchas caras están marcadas con una sonrisa, así corra por sus venas el dolor del abandono; en un lugar en el que la alegría de los saludos y la magia del color del paisaje contrastan con la barbarie y la radicalidad de la guerra y con la penosa inhumanidad de la pobreza y del hambre; en un lugar en el que seres que aún poco conocen de la vida se ven obligados a vivirla como grandes y saltarse el aprendizaje para poder existir; vivo en un lugar en el que cada vez que salgo sé que me encontraré con un circo de colores que está ahí para que yo me dé cuenta, que me llama a gritos con su espectáculo, que está ahí para no perder la vida, así yo lo vea con tanta frecuencia y no me pregunte por qué ha partido de su hogar ni por qué no tiene paredes propias; vivo en la ciudad de la eterna primavera, en la que tantos sufren de frío y muchos otros dejan borrar sus lágrimas confundidas entre la lluvia mientras lloran al perder aquello a lo que llamaban hogar; vivo en Medellín, ciudad de flores multicolor y de juegos callejeros que, entre sus montañas y bajo el sol, alberga el doloroso y, a veces, inhumano espectáculo de la vida.
Vivo en una ciudad que, construida a partir de todos esos contrastes y en medio del dolor y la alegría, lo mejor que tiene es su indestructible capacidad de recibir al resto del mundo con una inmensa sonrisa que ni la guerra ni el hambre han sido capaces de borrar.
Me siento orgullosa de ti mi Medellín, mi ciudad.
¡Bienvenidos los atletas y los visitantes que llegarán a este circo de colores para los Juegos Suramericanos Medellín 2010!
Esto es solo una muestra de la ciudad que los espera: