Valiente Martina,

La historia de Martina Maturana es una de esas hermosas y escalofriantes pruebas de la sensibilidad y la compasión tan esenciales al ser humano que aún existen dentro de los corazones de la mayor parte de la humanidad.

Para quienes no lo saben, Martina es una niña de doce años que vive en la isla Robinson Crusoe, una de las tres que componen el archipiélago Juan Fernández en Chile, y que jugó un papel fundamental en la forma en la que la población de la isla enfrentó los lamentables hechos que siguieron al terremoto del fin de semana.

En Robinson Crusoe el sismo no se sintió con tanta fuerza; Martina le informó a su padre de lo que había sentido, con lo que este llamó al abuelo, que vivía en Valparaíso, y se enteró de la realidad de lo que estaba sucediendo.

A las tres de la mañana y al ver el extraño comportamiento de los barcos y las aguas en el puerto, la reacción de la niña, olvidándose de su temor y de ese instinto contrario de sobrevivir ella misma antes que cualquier cosa, fue salir corriendo de su casa en dirección a la plaza central para, sin saber bien cómo, hacer uso del mecanismo de emergencias allí ubicado y así, de alguna manera, informar a su gente que debían huir para salvar sus vidas.

Fue así como Martina Maturana hizo que poco a poco los habitantes de Robinson Crusoe fueran saliendo de sus casas para correr hacia las partes más altas de la isla, salvándose así de morir minutos después bajo los devastadores efectos de las olas que entraron a los que eran sus hogares destruyéndolos sin piedad alguna.

Como bien lo sabemos hoy, el Ministro de Defensa de Chile pidió disculpas por el error que se cometió al no prevenir a esta población acerca de un posible tsunami que pudiera desencadenarse luego del fuerte terremoto.

Pero a Martina nada la detuvo ni nadie le dijo lo que tenía que hacer; ella lo supo en cuanto se enteró de que los seres humanos que la habían rodeado durante sus cortos doce años de existencia estaban en peligro, y fue así como corrió imparable hacia la plaza para emitir el sonido que salvaría a cientos de personas de morir arrastradas por un mar que creció y entró sin avisar.

Martina Maturana es ese ser humano sin el que la humanidad estaría perdida para siempre.

¡Gracias, Martina!

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