La magistral dirección de Clint Eastwood junto con la impecable actuación de Morgan Freeman y con una historia que si no hubiera sido real, sería difícil de creer nos transmiten una emoción que parece sacarnos de la sala de cine por algunos instantes, que nos hace sentir un vínculo con el pueblo sudafricano, el vínculo de la humanidad, y que, a través de unas cuantas imágenes y palabras, nos describe aquellos hechos que, por haber sucedido a pesar de lo lejanos que parecían, nos permiten comprender y nos entregan un pedacito de historia para llevar por dentro como eso a lo que hay que aferrarse cuando se sienta la necesidad de esperanza, de esperanza en un ser humano que tantas veces se aleja de su esencia, en un ser humano que tantas veces se ha mostrado capaz de no sentir al otro, de no sentirse a sí mismo…

Cuando miramos dentro de los ojos de ese gran hombre que es Mandela a través de los de ese otro que lo encarna para contar de la forma más hermosa una parte de su vida, y cuando observamos sin respirar más de lo necesario y en silencio cada uno de los momentos que dieron pie a un final que no pudo ser mejor, es allí cuando recordamos que las más increíbles historias, esas que se nos meten por dentro para siempre, casi en la totalidad de las ocasiones sucedieron en realidad.

El ser humano ha sido capaz de sorprendernos con los más grandes horrores pero también con la más asombrosa sensibilidad, esa que ha logrado unir a millones de seres humanos que jamás creyeron tener nada en común y que, en el caso de Sudáfrica, a través de la grandeza de un hombre, llevó al despertar de ese que apenas se daba cuenta de que era un solo pueblo.

Reproduzco aquí Invictus, el poema de William Ernest Henley (Long John Silver) al que Nelson Mandela se ha aferrado cada día de su vida, ese que le ayudó a no perder las fuerzas durante los 27 años que estuvo encarcelado y durante cada uno de los segundos de una vida que ha sido dedicada a la lucha por la convivencia pacífica de los seres humanos y por la unión de un pueblo.

INVICTUS

By William Ernest Henley

Out of the night that covers me,
Black as the Pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul. –
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed. –
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds, and shall find me, unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate;
I am the captain of my soul.

INVICTUS

Por William Ernest Henley

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

 

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